14 de noviembre de 2024

Sucedáneo-sucesor; traspié; vaciar, negociar; entredicho; manada

18 de junio de 2009
18 de junio de 2009

En 1758 fue nombrado maestro de capilla del Conde Morzin, porque su predecesor estaba ya viejo para el oficio. En su artículo de Papel Salmón (LA PATRIA, V-31-09), Gabriel Eduardo Jaramillo explica esta elección de la siguiente manera: “…quien (el Príncipe Esterhazy) precisaba de un sucedáneo para su maestro de capilla que se encontraba anciano”. “…de un reemplazo”, mejor. A pesar de su origen (del latín ‘succedaneus’ = ‘sustituto, suplente, sucesor’, de ‘succédere’= ‘venir detrás, suceder, reemplazar’) en castellano se utiliza sólo con la siguiente acepción: “Dícese del medicamento o sustancia que, por tener propiedades parecidas a las de otra, puede substituirla” (Julio Casares). El diccionario de María Moliner le da un segundo significado: “se aplica despectivamente a algo que se considera una mala imitación de otra cosa”. El insigne compositor Haydn, llamado el “Padre de la sinfonía”, pudo servir para muchas otras cosas, pero no para remedio. Me parece, además, que el verbo ‘encontrarse’ está ahí mal empleado, porque cuando se refiere a un ‘estado’, de salud, por ejemplo, se trata de uno pasajero: “En ese entonces, Bolívar se encontraba (o ‘se hallaba’) muy enfermo”. La vejez, en cambio, es un estado, sí, pero permanente, del cual uno no se alivia. Por esto se dice, mejor, “estaba ya viejo para el oficio”.
¡Cómo se nota que el cronista deportivo Ricardo López no lee mis Quisquillas! Hace cosa de un mes le corregí al doctor César Montoya O. el empleo de ‘traspiés’ como singular. El suyo es ‘traspié’, puesto que es una palabra compuesta de la preposición ‘tras’ y el sustantivo ‘pie’. El periodista mencionado titula su artículo del primero de junio así: “Un traspiés que se puede enderezar”, y en el texto correspondiente dice: “Para unos, es sólo un traspiés en ese camino de llegar a la final”. Usted, señor, no dice ‘el pies’ sino ‘el pié’. Nota: Este error es tan frecuente que el Diccionario Panhispánico de Dudas se ocupa también de él. ¡No le digo, pues!
Los sustantivos ‘rocío’, ‘vacío’ y ‘negocio’ señalan cómo conjugar los verbos respectivos ‘rociar’, ‘vaciar’ y ‘negociar’. En los dos primeros, la tilde disuelve el diptongo, por lo que son trisílabos (ro-cí-o; va-cí-o). Este fenómeno hace que los diptongos ‘io’, ‘ia’, ‘ie’ desaparezcan en algunas de sus inflexiones verbales; por ejemplo 'rocío, rocías, rocía (…) rocían’: ‘vacíe, vacíes, vacíe (…) vacíen’. El modelo para la conjugación de estos verbos es ‘enviar’. El verbo ‘negociar’, en cambio, conserva siempre sus diptongos, verbigracia, ‘negocio, negocias, negocia, negociamos, negociáis, negocian’; ‘negocie, negocies, negocie, negociemos, negociéis, negocien’. Su modelo es ‘cambiar’. Es muy frecuente escuchar “él negocea la finca; María vacea (o ‘vacia’) el azúcar”, modos de conjugar no sólo incorrectos sino malsonantes. De esta somera lección puede el lector José Daniel Serna A. deducir que sus dos frases son equivocadas; y el señor Guarín puede estar seguro de que seguiré en mi quijotesca empresa -con un Sancho o sin él- de velar por el buen uso de nuestro bello lenguaje.
El 13 de mayo la Virgen María bajó de los Cielos a Cova de Iría, y el señor Pedro Felipe Hoyos Körbel escribió: “…todo el esquema democrático queda entre dicho”; “…se puede equivocar el mandatario pero jamás debe quedar entre dicho la institución”. No se pueden confundir la expresión ‘entre dicho’ (que nada dice) y el sustantivo ‘entredicho’, que debió emplear el redactor citado, y que la Academia define así: “m. 3. Duda que pesa sobre el honor, la virtud, calidad, veracidad, etc., de alguien o algo. PONER, QUEDAR, ESTAR en entredicho”. ‘Entre dicho’, como anoté, nada dice. Para que exprese algo hay que relacionarlo con otro elemento, por ejemplo, y parodiando el muy conocido refrán (Del dicho al hecho hay mucho trecho), así: “Entre dicho y hecho hay un enorme trecho”. ¡Ajá, mejor, mucho mejor!
Refiriéndose a las palomas de la Catedral de Manizales, el titulador de LA PATRIA (V-31-09) pregona: “Vuelan en manada”. Es ‘bandada’, señor. ‘Manada’, obviamente, viene del latín ‘manus’ = ‘mano’, y significa, en su primera acepción, “lo que cabe en una mano”, por ejemplo, una manada de trigo. Se aplica también a un grupo de gentes o a un conjunto de animales que no vuelen. Don Roberto Restrepo enseña: “Es sabido y resabido que un conjunto de aves que vuelan se llama ‘bandada’; pero si se habla de animales que andan por el suelo, aunque sean aves, se dirá ‘manada’: manada de gallinas, manada de pavos, manada de cerdos” (Apuntaciones Idiomáticas).

(*) El crítico gramatical Efraín Osorio López es columnista permanente del diario La Patria y de Eje 21