El senador Artunduaga denuncia las posibles fallas que facilitaron secuestro de concejal en Garzón
SEÑOR PRESIDENTE:
Por Edgar Artunduaga.
Usted no se merece que le haya pasado lo de Garzón. Colombia lo ha visto trabajando sin descanso por la seguridad.
Cuatro muertos y el secuestro del concejal Armando Acuña, han traído –de regreso- la zozobra y el miedo. Tanto que el presidente del Concejo, Joselito Guevara me dijo que no regresará a su finca y que se propone ubicar a los suyos en lugares más seguros.
Soy aprendiz en el tema, frente a un general de tres soles. Sin embargo, me permito explicarle el porqué se presentó el revés que hoy nos conmueve a todos.
Se cometió el pecado cardinal de desestimar al enemigo, como se lo hubiera recriminado Sun Wu Tzu, el gran experto militar de la antigua China, mi asesor de cabecera.
Aquí pasó, Señor Presidente, que nuestros soldados del Batallón Pigoanza, responsables de la seguridad de Garzón y 10 municipios más del centro del Huila, están encerrados en su sede, por la falta de un pequeño puente, que no vale mucho (unos dos mil millones de pesos) que les permitiría la necesaria movilidad.
Los guerrilleros llegaron hasta la Alcaldía y el Concejo (segundo y tercer piso). No se llevaron al Alcalde porque no estaba, ni a todos los concejales porque temieron la reacción oficial después de matar a dos vigilantes (Carlos Andrés Artunduaga Ospina y Héctor Fabio Ruiz) y al policía Henry Salazar Alarcón.
Se precipitaron, para fortuna nuestra, porque la reacción no iba a llegar pronto. El Coronel López García, comandante del Batallón Pigoanza, andaba con un pelotón motorizado en El Pital. El segundo batallón estaba cuidando redes eléctricas, pozos petroleros y carreteras.
El personal acantonado en el Pigoanza tardó 15 minutos en llegar al centro de Garzón (por carretera estrecha y destapada) y después otros 15 para arribar a la inspección de Zuluaga, por donde escaparon los guerrilleros con su rehén.
Llegó primero el Coronel López con su escolta, valiente pero suicida. Su arrojo lo llevó a que uno de sus hombres revisara un carro abandonado que explotó y mató al joven Joselo Sun Oteca.
No hubo inteligencia militar. Usted reconoció, señor Presidente, que faltó coordinación.
Si su gobierno hubiera construido el puente, los soldados habrían llegado en dos minutos a Zuluaga, y la historia sería otra.
Más barato en vidas y en dinero. La obra vale una bicoca frente a lo que cuesta cumplir la orden de rescatar al Concejal, para salvar el honor militar y el nombre de la seguridad democrática.
Presidente: Usted trabaja mucho pero no puede estar en todo. Lo comprendo.
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