Cuba y el Quindío turístico
En Cuba el turismo va en aumento. Guste o no el régimen de Fidel Castro, el turismo en las playas de Varadero hace la diferencia en Cuba. Una cosa es el país de 11 millones 236 mil 750 habitantes que orienta a su amaño Fidel Castro aunque su hermano Raúl sea el presidente y otra la Cuba de las playas de Varadero que hacen al país diverso, absolutamente distinto. A Varadero convergen turistas de todo el mundo. El complejo hotelero satisface a los más exigentes viajeros del planeta y su vida, entorno y situación es diferente a la Cuba socialista o comunista de Fidel Castro. Varadero desconecta al hombre de los problemas del mundo. Allá no le importa a nadie el discurso político de Castro, ni los cincuenta años de la revolución, ni mucho menos verificar la certeza de si en Cuba hay más de 100 mil pequeños propietarios de tierras por obra y gracia del régimen para que los agricultores tengan aseguradas sus mejores posibilidades de vida. Nadie averigua por la transformación de cuarteles en escuelas para crearle aulas a la población infantil como lo pregona el gobierno, ni por la realidad de la conversión cubana. De la vivienda como explotación al pueblo en el pasado y como derecho del presente según el gobierno castrista. Los turistas que visitan Varadero, que se alojan en sus hoteles y utilizan sus canchas de golf, que vuelan sobre el mar en aerolanchas para ver desde el aire la otra Cuba, su complejo hotelero, con oídos sordos del sistema para darle oportunidad a las divisas útiles, no se ocupan en lo más mínimo del discurso revolucionario. Varadero hace la diferencia en Cuba.
Los turistas en Varadero no piensan en la Habana vieja y arrugada, ni en las calles por las que la población carece de transporte público. El pueblo cubano no tiene en que transportarse. No hay más que carros viejos de los modelos 50 y hasta el año en que empezó la revolución. Hay sectores de la Habana detenidos en el tiempo. Están como hace 50 años, pero abandonados, envejecidos como su régimen. Hay partes de la vieja Habana, en las que la ciudad se ve triste; por sus calles caminan cubanos ciertamente con la alegría caribeña, porque el contento es lo único que no les falta. El cubano se comporta y es como es, alegre, dicharachero, muy simpático, enamorado y piropero, es ocurrente y discutidor, pero ante todo es hospitalario y generoso. Sin embargo, hay cubanos que transmiten en sus miradas la necesidad de un jabón, de una crema dental o de un regalo o propina cualquiera del turista. Hay cubanos silenciados, pero alegres y por eso también les dicen patriotas.
Es agradable ir a la Habana y disfrutar del espectáculo Parisens que viste el escenario del más bello colorido y de los más alegres y artísticos bailes. Mucho ritmo y voces intérpretes de lo mejor del cancionero universal porque en el espectáculo se exalta la cultura musical cubana, pero se evocan las expresiones que representan el sello continental de la música. Ese es el show del Hotel Nacional. En la Habana hay que ir al show tropical, el más tradicional. Está desde antes de la revolución que anda celebrando 50 años. En muchos sitios de la Habana se pueden oír boleros, sones y ritmos. Pero qué tal que no fuera así, si la cubanía y el nacionalismo musical cubano adquirió matices criollos que definió figura para los bailes llamados paseo, cadena, sostenido y cedazo desde mediados del siglo XIX, aunque desde el XVIII se habían creado academias de danzas que hicieron surgir variantes y modalidades rítmicas que llegaron a conformar el capital que hoy tiene Cuba. La generación del siglo XX es por supuesto la mas conocida. José Urfé, Joseito Fernández, Ignacio Piñeiro, Ernesto Lecuona, Enrique Jorrin, Chano Pozo, Benny More, entre tantos, hasta llegar a Celia Cruz.
Hay que decirlo con respeto, pero con franqueza: Cuba tiene mayor porvenir y apoyo en el turismo que en el socialismo de su sistema, como el Quindío puede llegar a ser un potencial turístico para el país y el continente, con más trabajo y acciones y menos politiquería.