1 de octubre de 2025

Editorial Es hora de pasar de las palabras a los hechos

Por La Redactora
17 de mayo de 2024
Por La Redactora
17 de mayo de 2024

Frente a un PIB que apenas alcanza el 0,7% de crecimiento, el gobierno de Petro Urrego debe trascender las excusas y tomar medidas decisivas para revitalizar la economía nacional.

 

El último informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) ha generado descontento tanto en analistas como en ciudadanos. La economía colombiana, en lugar de escalar a los niveles anticipados, parece haber caído en un letargo que va más allá de la simple estagnación, rozando la indiferencia casi crónica hacia su revitalización.

El Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia, con un modesto crecimiento del 0,7% en el primer trimestre, ha decepcionado a los mercados financieros, cuyas expectativas apuntaban a un 1%. Este rendimiento es más que una pausa, es el reflejo de una economía que oscila al borde de la incertidumbre.

La inversión privada, que sufrió una caída dramática del 25% en 2023, no ha mostrado signos de recuperación a principios de 2024, con una contracción aún notable del 13,4%. Este dato no es solo una estadística más en el informe del DANE; es un indicador de una enfermedad más profunda que afecta al tejido empresarial del país.

En un esfuerzo por abordar la situación, Gustavo Petro Urrego convocó a la junta directiva del Banco de la República en la Casa de Nariño, a pesar de haber acusado a la misma institución de asfixiar la economía nacional poco antes. Sin embargo, las palabras del presidente parecen resonar en un vacío de acciones concretas, ya que las excusas hacen poco para cambiar la realidad de las cifras.

La Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF) ha expresado su preocupación al señalar que la ejecución del presupuesto gubernamental apenas alcanzó el 9,1%, una cifra que contrasta con la expectativa del 25% para el primer trimestre. Esto significa que, de cada $100 aprobados, solo $37 se destinaron efectivamente a cumplir con las obligaciones gubernamentales.

El Banco de la República, por su parte, parece haber comprendido la esencia del problema y, en un intento por mitigar los efectos de una inflación descontrolada, ha adoptado medidas prudentes para facilitar el acceso al crédito, ajustando las tasas de interés sin caer en la precipitación que el Ministerio de Hacienda parecía favorecer.

El desafío económico que enfrenta Colombia es monumental y requiere una ejecución presupuestal eficiente y un plan de choque que inspire confianza y proyecte un horizonte económico más claro. Sin embargo, sin un plan sólido y coherente, el país se ve obligado a navegar en las turbulentas aguas de la recesión, con el desempleo en aumento y un impacto social inminente. La inversión y la creación de capital continuarán su tendencia descendente, arrastrando a la nación hacia el abismo de una recesión técnica, un escenario en el que ya no habrá lugar para sorpresas ni soluciones de última hora.