16 de marzo de 2025

La ciudad fragmentada

24 de noviembre de 2010
24 de noviembre de 2010

Pero superadas esas etapas en las cuales se imponía la Ley del Talión y la razón fue imponiendo ciertos principios de convivencia humana, las murallas de las ciudades fueron desapareciendo y podríamos decir que hoy, constituyen objeto de visitas por turistas, porque pasaron a ser cosa del pasado. Fueron destruidas o derruidas por el tiempo y dieron paso a una ciudad abierta que recibía a extraños y de esa manera la ciudad se convirtió en un centro de diversidad humana que precisamente por sus diferencias, se complementan.

Hoy asistimos a una especie de involución de la ciudad, porque si bien la ciudad la podríamos considerar, por definición, como fragmentada, esa fragmentación se atenuaba por la existencia de un colectivo con identidad que los hacía pensar en un destino común. Basta observar a las medianas y grandes ciudades la manera como los distintos estratos sociales se dispersan y digamos, se excluyen. Cada vez más observamos cómo proliferan los conjuntos residenciales cerrados con alambres de púas, con vigilancia, con lámparas y cámaras de circuito cerrado y de perros que merodean cerca de las vallas. Se trata de excluir a quienes no comparten ese estilo de vida de ese estrato, de ponerse a salvo del peligro que entraña ese “otro” habitante de otro sector pobre, deprimido y que en gran medida vive de los desperdicios que dejan los ciudadanos de los altos estratos.

El miedo es un elemento que vuelve a renacer en la ciudad, en aquel sitio en donde precisamente la gente fue a buscar seguridades. Tan peligroso es que un indigente merodee por las cercanías de un conjunto residencial de estrato seis, como que un ciudadano de estrato alto llegue a hacer presencia en un sector deprimido de la ciudad. La exclusión está de moda, crece, y amenaza ya no con producir aislamiento, sino confrontación. Porque cuando hablamos de la búsqueda del igual para convivir, estamos hablando de darle la espalda al diferente, de no darle cara, de no reconocerlo, de no dialogar y por lo mismo, lsd soluciones a los conflictos no serán por la vía del diálogo sino de la expulsión, de la represión.
Esta es la ciudad que hoy vemos crecer, fenómeno que podríamos decir, es calcado de lo que se vive a nivel macro, es decir, de los países. Si China en la antigüedad tuvo su muralla para frenar la llegada de los mongoles, Alemania Oriental en su momento construyó la famosa muralla que dividió a Berlín y con ella, dividir al pueblo alemán. Pero encontramos murallas y patrullas y perros rabiosos en la frontera entre Estados Unidos y Méjico, entre Israel y Palestina y, de seguir así, es muy seguro que se presente la iniciativa de hacer un muro que separe a Rumania del resto de Europa, para evitar que los gitanos sigan desplazándose por toda Europa.

La ciudad, tal como se sigue construyendo, tal como se sigue concibiendo, es un reflejo del mal que hoy padecemos: el querer ignorar la diferencia y el estado de postración de enormes grupos humanos. Ante ello, el expediente más fácil es hacer una muralla, aislarnos y relacionarnos con personas de nuestro mismo nivel, de nuestros mismos intereses.

Creo que Medellín, dio en su momento un paso importante: ¿por qué no construir un hospital amplio, bien dotado y con un bello diseño arquitectónico, en un barrio deprimido?

¿Por qué no construir un colegio y una escuela con amplios campos de recreación, bien  dotados laboratorios en un barrio llamado marginal?. ¿Por qué no construir zonas de recreación en  el centro de las ciudades, de manera que puedan ser utilizados por personas de los estratos bajos?.

Tarde o temprano, decía Kant hace doscientos años, los hombres nos tendremos que encontrar y reconocernos como ciudadanos del planeta porque siendo una esfera, no tenemos la manera de eludir la presencia del otro.