28 de marzo de 2024

Vargas Llosa, Premio Nobel

27 de octubre de 2010
27 de octubre de 2010

Desde que en 1982 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, el nombre de Vargas Llosa empezó a sonar como uno de los escritores que, por la calidad literaria de su obra narrativa, lo tenían merecido. Sin embargo, los académicos de Estocolmo fueron postergando, año tras año, su otorgamiento al autor nacido en 1936 en Arequipa. El premio le llega cuando ya sus lectores nos habíamos hecho a la idea de que, como Jorge Luis Borges, iba a morir sin recibir el galardón. 

Mario Vargas Llosa es en este momento, con García Márquez, una de las figuras más relevantes de la literatura latinoamericana. Fallecidos Julio Cortázar y Miguel Angel Asturias, son los dos escritores que llevan sobre sus hombros la responsabilidad de mantener en alto el prestigio de las letras de esta parte del continente en el contexto mundial. Todo porque Carlos Fuentes, que es el otro autor vivo del famoso Boom latinoamericano, no nació en la parte sur de este continente. José Lezama Lima, José Donoso y Guillermo Cabrera Infante, los otros tres integrantes, ya fallecieron. Así las cosas, Vargas Llosa y García Márquez son los únicos sobrevivientes de una pléyade de escritores que universalizaron nuestra literatura, dándole proyección mundial.

Desde la publicación de su primera novela, “La ciudad y los perros” (1962), el nombre de Mario Vargas Llosa empezó a sobresalir en el panorama literario. Vinieron luego otros títulos que confirmaron su calidad narrativa. “La casa verde”(1966) consolidó su vocación literaria. “Conversación en la catedral”(1969), su libro posterior, mostró a un novelista más profesional en el aspecto técnico. En “Pantaleón y las visitadoras”(1973) aparece ya como un maestro en la construcción de los diálogos. Pero fue en los libros posteriores donde Vargas Llosa descolló como narrador. “La fiesta del chivo”(2000), una novela sobre el dictador Rafael Leonidas Trujillo, muestra a un escritor que maneja con maestría la novela histórica. Y en “El paraíso en la otra esquina”(2003), donde recrea la vida de Flora Tristán  y Paul Gauguin, confirma su talento investigativo.

Con “Historia de un deicidio”(1971), un libro sobre Gabriel García Márquez, que fue su tesis de grado en la Universidad Complutense de Madrid, Vargas Llosa se reveló como excelente analista literario. Faceta que se reafirmó con la publicación de “La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary”(1975). Como Borges, el autor de “Los jefes” ha sido, además, un ensayista inmenso. Su libro “Cartas a un joven novelista”(1997) muestra no solamente a un escritor fornido sino, sobre todo, a un autor que conoce mucho de preceptiva literaria, de manejo de narradores, de dominio de técnicas narrativas. Un novelista que enseña, en un texto fácil de leer, cómo se trabaja la estructura en la novela, y cómo se juega con el hilo conductor.

En la larga lista de los escritores galardonados en los últimos veinte años con el Premio Nobel de Literatura aparecen nombres que nada dicen a los lectores latinoamericanos. Esto indica que el premio no se les estaba otorgando a los autores más reconocidos. Cuando se le otorgó a García Márquez hizo carrera la frase de que el novelista colombiano le devolvió a ese galardón el prestigio que había perdido. Lo mismo podría decirse en el caso de Mario Vargas Llosa. Como el autor de “Cien años de soledad”, el escritor peruano no necesitaba el premio para obtener reconocimiento mundial. Al contrario, otorgársele a un escritor ya consagrado, con obras traducidas a más 30 idiomas, es recuperar para ese premio una preponderancia que estaba perdiendo.

¿Por qué razón demoró tanto la Academia Sueca para otorgarle a un escritor como Mario Vargas Llosa el Premio Nobel de Literatura? La opinión pública puede pensar que las razones fueron políticas. El novelista fue en sus primeros años un ferviente admirador de la revolución cubana, es decir, alimentó ideas de izquierda. Pero luego se convenció de que por ahí no era el camino para alcanzar hondas transformaciones sociales. Mutó entonces hacia las ideas de derecha. Y empezó a combatir a todos los dictadores que en una época de ingrata recordación socavaron los cimientos de la democracia en América Latina. Se convirtió entonces  en un defensor de los gobiernos elegidos a través del voto popular. Ahora, con su pluma critica a quienes abusando del poder quieren coartar la libertad.