8 de octubre de 2024

El pez grande se devora al pequeño

3 de septiembre de 2010
3 de septiembre de 2010

condotoCuando conoció mi interés por la actividad minera artesanal me dijo que si quería verla “Baharequear” a lo cual le contesté de inmediato que sí, creyendo que iba a ir al río Condoto a al Opogodó para hacer la demostración. Pero no, para decepción mía, me invitó al patio de su casa, tomó una batea de madera y un almocafre (pequeño azadón) con el cual recogió arena de su patio y comenzó a lavarla. Al final, cuando terminó el lavado de la piedra, golpeó la batea y de inmediato se formaron en el fondo de la batea tres líneas: una negra que es la jagua o arena negra pesada, luego otra blanca (platino) y una última amarilla (oro). Mi asombro fue enorme al comprobar que en el patio de su casa, doña Ligia Waldo, pudiera tener un yacimiento de oro y de platino.

Como era de esperarse, le pregunté de inmediato cómo era que teniendo una mina de platino y de oro en su patio, se dedicara a vender pasteles y tinto en el frente de su casa. Me respondió que tenía dos hijas en Medellín estudiando y cuando éstas necesitaban algo urgente, lavaba arena en su patio para enviarles algún dinero.
Como aquello me parecía inaudito, al otro día, en la sede que tenía la Universidad Tecnológica de Pereira en Condoto, hablé con unos estudiantes del programa que teníamos de ciencias sociales y les dije lo que había vivido en la casa de doña Ligia, pero ellos se miraran unos a otros y me respondieron: “Uhhhh profe, eso lo hacemos todos en los patios cuando nos vemos alcanzados de recursos”.

Al regresar a Pereira hablé con un amigo sobre mi experiencia y sin pensarlo dos veces me dijo: “Dígale a esa vieja que nos venda la casa y le metemos una retroexcavadora”.
Como quiera que mi inquietud continuaba, hice la tarea completa y fue cuando me enteré que una compañía inglesa, al enterarse de los ricos yacimientos mineros de Condoto, les propuso  que si desocupaban el pueblo les construirían otro en sitio diferente, con calles pavimentadas, luz eléctrica, acueducto y todo lo que necesitaran. La población se negó a esa petición y cada familia continúa administrando la especie de “banco” que cada quien tiene en el patio de su casa. Dos visiones del mundo completamente diferentes.
Todo ello para decir que algo igual está ocurriendo en Marmato, pueblo asentado sobre ricos yacimientos mineros y en donde la compañía canadiense Medoro Resources intenta hacer una explotación intensiva que seguramente dejará por fuera a centenares de pequeños mineros que desde hace muchos años viven de una actividad minera artesanal. Y es que frente a la voracidad que despierta al metal que en este momento alcanza unas cotizaciones elevadísimas, no importa la historia de un pueblo ni el futuro de centenares de trabajadores que viven de esta actividad, sólo que explotando el suelo y el subsuelo de una manera menos agresiva.

Hoy es Marmato, mañana puede ser Supía y Riosucio y el Cañón del Dagua cerca de Buenaventura y Cajamarca, y Caucasia y Murindó, para hablar sólo de oro, porque si hablamos de carbón, entonces llegará a Quinchía  y a los santanderes y no habrá espacio que no sea taladrado en busca de metales y para poner en jaque un equilibro ambiental que entra en cuidados intensivos.

¿Acaso no habrá posibilidad de pensar en proyectos industriales o agropecuarios que entren a suplir la crisis cafetera que nos invade y nos paraliza? Pareciera que no, porque lo más fácil es dejar que venga el pez grande, se lleve el oro por arrobas y nos deje onzas para repartir a través de las Familias en Acción,     que tanta rentabilidad electoral demostró en las pasadas elecciones.