29 de marzo de 2024

La era Santos

9 de agosto de 2010
9 de agosto de 2010

Primero, reconstruir las relaciones diplomáticas con Venezuela, indispensables para que en Colombia no se pierdan más empleos. Como se sabe, la caída en las ventas de nuestros productos en ese mercado ha originado el despido de cientos de trabajadores en empresas que han visto amenazada su existencia como consecuencia del bloqueo comercial impuesto por el gobierno de Caracas.

El desarrollo industrial colombiano se debe, en parte, a la comercialización de nuestros productos en ese país. Venezuela es un país consumista. La suya no es una economía productora. Por compartir con Colombia 2.200 kilómetros de frontera, nos hemos convertido en sus proveedores. Pero debido a las tensiones entre los dos gobiernos, este mercado cayó notoriamente. De casi seis mil millones de dólares que en años anteriores alcanzaron nuestras exportaciones a Venezuela, estas se  redujeron, en el último año, en un 70 por ciento. ¿Y qué decir del comercio en las zonas de frontera? Los más perjudicados con el deterioro de las relaciones con el hermano país son los habitantes de esta zona. Aunque los venezolanos han perdido capacidad adquisitiva por la constante devaluación de su moneda, todavía representan una masa compradora importante en el comercio fronterizo.

Juan Manuel Santos reemplaza en el cargo a un hombre “cargado de tigre”. La verdad es que Alvaro Uribe Vélez fue, durante sus ocho años de mandato, un líder controversial. Un hombre que despertó la conciencia de los ciudadanos por su defensa de la institucionalidad. Pero que llegó a extremos de enfrentarse con la Corte Suprema de Justicia por decisiones en contra de ex funcionarios públicos que disfrutaron de su total confianza. Esto originó el enfrentamiento entre dos ramas del poder público. Y fue la razón para que se dilatara la elección de nuevo Fiscal General de la Nación. Le corresponde ahora a Juan Manuel Santos, como Presidente, recomponer esas relaciones. Y lograr un consenso para que los actos administrativos de su gobierno no se vean cuestionados por los organismos que deben decidir, en última instancia, sobre su constitucionalidad. En este sentido, ya logró un acercamiento importante con los magistrados de las diferentes cortes.

¿En qué se diferenciará la era Santos de la era Uribe? Es difícil predecirlo. Pero se puede asegurar que serán dos estilos distintos de gobernar. Uribe ha sido un mandatario de apasionamientos, que no le ha temblado la voz para cantarles algunas verdades a los dirigentes de izquierda. Juan Manuel Santos puede ser un hombre más pragmático, que mida el alcance de sus palabras. Es decir, mientras a Alvaro Uribe le gusta casar peleas, Santos tratará de evitarlas. La confrontación posiblemente no será una cualidad del nuevo mandatario. Su carácter es bien diferente al de Uribe. Santos proviene de una rancia aristocracia capitalina, mientras Uribe es producto de la cultura antioqueña, siempre frentera, que no ahorra palabras para enfrentar al adversario. En este sentido, Santos puede ser más diplomático. Aparenta ser, en todo caso,  un líder conciliador, abierto al entendimiento.

La era Santos se caracterizará, a no dudarlo, por la continuidad de las políticas uribistas en el tema de la Seguridad Democrática. Como Ministro de Defensa, el ahora Primer Mandatario demostró que su compromiso con la guerra contra los grupos insurgentes no es un simple enunciado retórico. Santos fue artífice, en parte, del éxito de la Operación Jaque. Y de la muerte, en territorio ecuatoriano, del terrorista Raúl Reyes. Estos trofeos en la lucha contra la subversión los exhibirá con orgullo como Presidente. Y le servirán para consolidar su meta de exterminar a una guerrilla que hace muchos años perdió su norte. “La culebra todavía está viva”, repite siempre que se le pregunta por la situación de orden público. En este contexto, es de esperarse que continúe con su proyecto de fortalecer a las instituciones armadas.

El talante de Juan Manuel Santos es diferente al de Alvaro Uribe. Y, por lógica, su forma de gobernar. Será difícil ver al nuevo mandatario presidiendo manifestaciones con poncho, carriel al hombro y sombrero aguadeño. Ese no es su estilo de vestir. Considerado por las revistas frívolas como uno de los hombres mejor vestidos del país, en los actos públicos se le verá, siempre, luciendo sus trajes de corte inglés. Pocas veces lo veremos en mangas de camisa o con atuendos deportivos. La elegancia es una constante de su personalidad. ¿Continuará con los Consejos Comunitarios? Como sabe de los réditos políticos que estos le representaron a Uribe Vélez, lo pensará. Eso sí, sin la misma continuidad. Sobre la escogencia de sus inmediatos colaboradores, los ministros, hablaremos en próximo artículo. Por ahora digamos que las designaciones han sido acertadas.