Bienvenido, pensionado Uribe (3)
OTRAPARTE
Por Óscar Domínguez G. (*)
Comentario de las señoras cuando hablan sobre la presencia de sus maridos en casa: "Bruta, tengo el santísimo expuesto".
Los pensionados vivimos en esa condición de personas no gratas. El presidente Uribe estrenará estatus de "santísimo" desde el sábado cuando le entregue las llaves de la casa a su delfín, JMSantos.
A partir de entonces será uno más del directorio telefónico. Claro que tiene inmortalidad asegurada, para regocijo de los furibistas a quienes veo creando la iglesia uribiana para perpetuar su adoración por el caudillo.
Los corotos de los Uribe Moreno, incluido los de Jerónimo, el hijo Bon-bril , están en el nuevo cambuche. Por lo pronto, vivirán en una guarnición militar para alejarlos de las malas tentaciones de "la Far".
Con la casa por cárcel, Uribe se sentirá más raro que un pulpo a cuadros. No le será fácil batutear el incómodo encierro. Para un camellador que hizo del trabajo una religión, la claustrofobia nunca será su fuerte.
En la práctica, un todero como Uribe no debería tener problemas porque en casa resulta mucha cosita: arreglar la plancha, la licuadora, hacer de doctora corazón para aliviar las tusas amorosas de la prole.
De pronto hay que coger goteras o cambiarle empaques a la llave del baño o del lavamanos. Se puede pensar en la opción de improvisar una carpintería. O montar una universidad de garaje. O asesorar a la ONU.
Ahora, si el achante por el dolce far niente es excesivo, Uribe podrá pasarse airados memos sancionándose.
Pensionarse equivale a sacar máster en mensajería. Cobrar la pensión es un señor programa. En este sentido, cualquier salida a la calle es ganancia.
Una vez alcanzada la tierra prometida del asfalto el mundo nos pertenece. Lejos de la férula doméstica se pueden frecuentar múltiples logias de pensionados. Siempre habrá una silla vacía para que el advenedizo "que empieza a desaparecer" deposite allí sus posaderas.
Las reglas de juego son piladas: cada cual paga su consumo. Por definición, los pensionados se reúnen para despotricar del gobierno. Otros llenan crucigramas, juegan ajedrez o billar después de la siesta. El musical tastás tiene el efecto de la uribista valeriana.
En Bogotá, donde seguirá viviendo el presidente, hacen nube los parches de jubilados. "El pabellón de los pájaros caídos", orientado por Hipólito Hincapié, es uno. Fue bautizado así por la tendencia a la disfunción eréctil galopante de los periodistas que lo frecuentamos.
Los vecinos del inminente ex mandatario están güetes. Si hay que abrir chazos o hacer tareas para niños, el memorioso Uribe, encarnación del sapientísimo tío Google, les puede dar una mano. Lo mismo si hay que darle en la jeta a alguien.
A manera de agradecimiento por la exhaustiva misión cumplida, le regalo la fórmula de la felicidad (A) de Einstein: A= X+Y+Z. En la que x, es trabajar, y, jugar, y z, callarse la boca.