21 de marzo de 2025

Muletilla, matar-matarse, signos de interrogación

26 de diciembre de 2009
26 de diciembre de 2009

Todos tenemos muletillas o latiguillos. Me refiero a aquellas palabras o locuciones que repetimos, sin darnos cuenta, con una frecuencia inusitada y fatigante. Los vendedores de cachivaches en los buses empiezan con el “a ver”, que, de entrada, suena bien, pero su reiteración lo vuelve estomagante; otros abusan del “por ejemplo”; otros, de “con absoluta seguridad” o “sinceramente”; hay quienes nos empalagan con el “o sea”; y los más, del hermoso vocablo paisa “pues”. Desde Miami, el señor Orlando López escribe: “La persona que más abusa de esta conjunción es la periodista Camila Chaín, de la W, quien todas las mañanas nos dispara, en cada frase, la citada palabra. Ya sus compañeros han caído en el mismo vicio. Julio, Félix, y el inefable sabio de sabios, el doctor Casas, se atragantan de ‘pues’ todas las mañanas”. En cibermensaje posterior, se pregunta “si es correcto el uso del malhadado pues”. Correcto, no, correctísimo, si utilizado con mesura y sabiduría. Para demostrarlo, de perlas cae este pasaje de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, escrito, todos lo sabemos, por el Príncipe de los Ingenios: “Este mi amo, por mil señales, he visto que es un loco de atar, y aun también yo no le quedo en zaga, pues soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refrán que dice: “Dime con quién andas, decirte he quién eres”, y el otro de “No con quien naces, sino con quien paces”. Siendo, pues, loco como lo es, y de locura que las más veces toma una cosa por otra…” (Soliloquio de Sancho Panza, II-X).  Aquí, Cervantes echa mano tres veces de la conjunción ‘pues’, las dos primeras para enlazar, manifestando el porqué o la razón de tal conexión, las dos últimas oraciones con la primera; la última, para indicar continuación del relato, o consecuencia de lo anterior. El Diccionario le da a la conjunción otras acepciones, y le asigna los oficios de adverbio de afirmación y hasta de interjección. Es decir, que sirve hasta para decir… ¡pues!

Son distintos los significados de ‘referir’ y ‘referirse a’: El primero es sinónimo de ‘narrar’; el segundo, de ‘relacionar’. El doctor Jorge Raad Aljure garrapateó: “Refiere la noticia a las anomalías encontradas en las investigaciones” (LA PATRIA, XII-8-09). Para mayor claridad, y corrección, por supuesto, el escritor debió redactar de uno cualquiera de los dos modos siguientes: “Refiere la noticia las anomalías encontradas…”, o: “Se refiere la noticia a las anomalías encontradas…”. Los verbos pronominales existen por una necesidad, no sólo gramatical, sino también expresiva: una cosa es “matarse trabajando” y otra “matar a otro trabajando”.
Don Mauricio Franco Jaramillo pregunta: “¿Puede ponerse la coma después del signo de interrogación?”. Y propone este ejemplo: “¿Viajarás mañana a Madrid?, yo me quedaré un mes más acá”. En este caso no, porque se trata de algo no relacionado directamente con la pregunta, y la frase siguiente debe empezar con mayúscula. En esta muestra, sí la lleva: “Viajarás mañana a Madrid?, le pregunté una vez terminada la reunión”. En los diálogos de cuentos y novelas, en lugar de la coma, se emplea la raya, por ejemplo: “-¿Por qué dices eso, amigo Datinto? –dijo el otro caballero” (Miguel de Cervantes, La Galatea, Libro IV). Cuando hay dos o más preguntas seguidas, en medio de ellas no se pone ningún otro signo ortográfico, verbigracia: “-¡Oh Cielos!, y ¿qué es lo que veo? ¿No es, por ventura, ésta mi hermana Leonarda, la turbadora de mi reposo? Ella es, sin duda alguna” (Ibídem). Se puede observar que la respuesta a la última pregunta comienza con mayúscula e inmediatamente después del signo de interrogación de cierre, que incluye el punto. Es conveniente anotar que el castellano es el único idioma que abre y cierra los signos de admiración e interrogación, regla gramatical  obligatoria. Y esto se ve bien. Lo que sí no se ve así es la combinación de los dos signos en frases que tengan los dos caracteres, como en ésta: “¡Por qué no te callas?”. Es norma de la Academia, ¿puede creerlo usted, señor! Sobre esta combinación, anota el diccionario de María Moliner: “Su colocación respectiva no obedece a reglas y queda a juicio del hablante”.
Del escribiente, más bien, si es que carece de alguno, le añado. Ojeé algunas novelas clásicas y contemporáneas y, por fortuna, no encontré ni un solo ejemplo de esta incongruencia. Califico así esta norma porque, en primer lugar, contradice la manera como se deben usar los signos de interrogación y admiración; y, segundo, porque muchas, muchísimas oraciones interrogativas entrañan sentimientos de dolor, ira, sorpresa y admiración, lo que, por uniformidad, obligaría al uso de la absurda combinación. Y esto sí sería el caos.