Y (e),o (u);errado-errático; subjuntivitis
Así escribía Cervantes: “Rompí, corté, abollé y dije y hice / más que en el orbe caballero andante; / fui diestro, fui valiente, fui arrogante; / mil agravios vengué, cien mil deshice” (Primera estrofa del poema que don Belianís de Grecia le dedica a don Quijote de la Mancha); “Y puesto que yo no pienso imitar a Roldán, o Orlando, o Rotolando… “ (El Quijote, I-XXV). Y así lo hace Jorge Manrique en sus Coplas: “Pues si vemos el presente / como en un punto s’es ido / e acabado, / si juzgamos sabiamente, / daremos lo non venido / por pasado”. La conjunción copulativa ‘y’ proviene de la misma del latín ‘et’, que, con el tiempo, perdió la ‘t’ y, luego, quizás por la forma como el pueblo la pronunciaba, cambió la ‘e’ (hacia el siglo X) por ‘i’, sustituida después por la ‘y griega’(a comienzos del siglo XII). La norma de cambiar la ‘y’ por la ‘e’ antes de nombres empezados por ‘i’ o ‘hi’ (“furioso e impertinente”, “padre e hijo”, regla que no se aplica cuando la palabra comienza por ‘h’ seguida de los diptongos ‘ia’, ‘ie’, ‘io’, como “nieva y hiela”). Hasta el siglo XVII hubo escritores, Cervantes entre ellos, que utilizaron la ‘y’, inclusive antes de la ‘i’. Según Covarrubias, en esa época “el uso de ‘e’ copulativa ante ‘(h)i-‘ sólo se daba cuando se escribía con algún primor”. Algo muy parecido ocurrió con la conjunción disyuntiva ‘o’, procedente de la correspondiente latina ‘aut’, la que, primero, perdió la ‘t’ y, luego, convirtió el diptongo ‘au’ en ‘o’ (monoptongación), hacia el siglo X. Por eufonía, razón también de la sustitución de la ‘y’ por ‘e’, esta conjunción se cambia por ‘u’ cuando antecede a un nombre que empiece por ‘o’ o por ‘ho’. Algo extraño le ocurrió camino del foro al polifacético y muy valioso doctor Luis Enrique García cuando redactó: “…bien pueden estar mal informadas o (u) obedecer a intereses personales” (Papel Salmón, VIII-2-09). De esta manera, puso a sus lectores a escoger -de entre las dos- la letra adecuada como conjunción, aunque él sabe perfectamente que la norma (‘u’, antes de ‘o’, ‘ho’) no tiene excepción.
‘Errático’, un buscaniguas prendido. El señor Carlos Mario Vallejo Trujillo escribe: “Los locutores de radio están empleando el término ‘errático’ en lugar de ‘errado’ cuando los futbolistas hacen un pase a un contrario”. Es complicado, señor, porque los dos adjetivos provienen del mismo verbo latino ‘errare’, que significa “ir de un sitio a otro, vagabundear, caminar a la ventura, divagar, vacilar”, etc. Pero también significa “cometer una falta, equivocarse, pecar por error”. En castellano, porque hay diferencia entre el verbo ‘errar’ (equivocarse), que es irregular (yerro, yerras, yerra, yerran; yerre, yerres, yerre, yerren; yerra tú) y el verbo ‘errar’ (vagabundear), regular, no se pueden confundir los adjetivos ‘errático’ (vagabundo, ambulante, sin domicilio cierto) y ‘errado’ (que yerra, equivocado). En medicina, según la Academia, ‘errático’ es “un dolor crónico: Que va de una parte a otra sin tener asiento fijo, que se siente ya en una, ya en otra parte del cuerpo”. Figuradamente, se puede aplicar a lo que se mueve desordenadamente, como el buscaniguas aquel, o la bomba de caucho mientras se desinfla libremente. En el caso que nos trajo hasta aquí, debe decirse que “el futbolista hizo un pase errado”, y, también, que “el mismo futbolista estuvo ‘errático’ en todo el partido, pues ni siquiera sabía en dónde estaba parado”.
El pabellón de los infectados por la ‘subjuntivitis’ sigue abierto. En él permanece Abdón Espinoza Valderrama, incurable. Hoy llegaron a hacerle compañía el doctor Mario Calderón Rivera y el señor José Orrego Peralta. El primero dio positivo en esta muestra: “…hay que decir con dolor inocultable que no sucede lo mismo con algunos de los cuadros políticos que domina el escenario político y que parecieran influir en el propio entorno presidencial” (LA PATRIA, VIII-2-09). El espécimen positivo del señor Orrego fue éste: “…nos hacen recordar uno de los escritos que nos regalara en vida ese magnífico escritor José Hurtado García…” (Ibídem, VIII-6-09). En la oración del doctor Calderón, la inflexión verbal ‘parece’ (presente de indicativo) es suficiente para dar la idea de ‘apariencia’ o ‘probabilidad’, que es lo que él quiso expresar. En la de don José, es gramaticalmente obligatorio emplear el pretérito de indicativo, porque se trata de un hecho realizado: “…que nos regaló en vida…”. Es tan vieja la subjuntivitis’, que don Rufino habló de ella: “Gracias a críticas oportunas, se ha contrarrestado el uso de la forma verbal en ‘ara’, ‘era’ con el sentido de pretérito o copretérito de indicativo, que tanto empalaga a Menéndez y otros…” (El Castellano en América). Y Menéndez vivió en el siglo XIX.