Incertidumbres que paralizan
O puede compararse con la situación que produce un semáforo dañado que alterna la luz verde con la roja, en un confuso pare y siga, mientras que uno se sume en la duda de no saber que hacer, a que atenerse y el de atrás pitando…
Es increíble el desorden que producen la aparente ambigüedad y el indudable cálculo presidencial, aunados a la indecisión de unos partidos frente a un Uribe nuevamente candidato y al silencio de otros (¿qué se hizo el Polo?). Precandidatos que no saben si podrán aspirar a ser candidatos en unas consultas que ya no serán. Candidatos que como Santos y Noemí arrancaron en medio de declaraciones publicitadas para luego sumirse en un silencio que parecería demostrar que lo único claro es que en el horizonte político-electoral no hay nada claro. Sin duda, la posibilidad de una nueva reelección presidencial confunde y desordena, a la par que logra paralizar a la actividad política.
El Partido Conservador hace solo dos semanas parecía despegar hacia una campaña dinámica que le permitiría dejar atrás el puesto de copiloto y asumir los mandos del estado, en una coyuntura especialmente favorable para convertirse en el puente entre el complejo período uribista y el naciente escenario del posturibismo. En esa perspectiva, la tarea es (¿será que ya no será?) diseñar y liderar una transición sin traumatismos y definir las propuestas de futuro. No es la de mantener la mirada en lo que fue, en un pasado que por valioso que hubiera podido ser, no puede reeditarse indefinidamente como propuesta. Por esa vía no habrá futuro y la política acabará convertida en estatua de sal, como le sucedió en el Antiguo Testamento a Sara, la mujer de Lot.
Cuando empezaba a hacerse claridad se vuelven a enturbiar las aguas, para beneficio de quien lo hace, que sabe para que lo hace, aunque no lo reconozca claramente. Se mantiene la incertidumbre sobre los votos, las recusaciones pelechan, plantea el presidente el “estado de opinión” – un confuso y sofístico concepto que pretende sustituir a la constitución por encuestas -, los plazos para las decisiones se agotan y las campañas políticas quedan paralizadas o al menos banalizadas por la incertidumbre. El señor presidente y su entorno son imbatibles en el manejo de la ambigüedad, del si pero no. Ambigüedad que confunde, inseguriza y finalmente paraliza con la locura del pare y siga, mientras que el de atrás pita y ya no se sabe donde diablos meterse.
Esta columna se publica simultáneamente en "El Nuevo Siglo" y EJE 21