Qué falta de respeto…
OTRAPARTE
Por Óscar Domínguez G. (*)
Los aficionados al ajedrez estamos de catre. Agotamos pepas para no sufrir un mortal ataque de nervios. Todo esto porque sigue tomando fuerza un esperpento de la imaginación llamado "chessboxing", algo así como boxeo ajedrecístico o ajedrez de boxeo. En cualquier caso, un atropello a la razón de ser del juego de los 64 escaques y los 32 trebejos.
Tratar de describir este remedo de deporte, produce escaramucia. Baja las defensas. Es tan insólito como si un ateo se acostara aliviado y se levantara creyendo en Dios. O en todos los dioses. O como si un concertista, antes de meterle el diente a un nocturno de Chopin, decidiera primero agarrar el piano a las reverendas patadas. O pidiera permiso para ir al baño a "hacer lo que nadie puede hacer por mí".
Y ahora, a lo que vinimos. La violación a los derechos humanos del ajedrez, como su abusivo nombre lo insinúa, consiste en sentarse a jugar una pacífica partida de ajedrez y, a los cuatro minutos, suspenderla para agarrarse a trompadas con el otro por espacio de dos minutos. Luego viene un recreo de un minuto para recargar baterías.
¡Habrase visto! La garrotera que nos preocupa se pacta a once asaltos. Los contendientes deben ser duchos en ajedrez rápido y en trompadas. Los más llamados a triunfar son aquellos que de niños se reventaban las narices con sus compañeritos de primeras vocales y consonantes.
El asombro, el estupor, la ira, no terminan allí. Los burócratas de la Fide, la sigla que mangonea en el ajedrez mundial, no han dicho esta boca es mía para condenar ni suspender semejante afrenta contra la belleza que hay en el ajedrez.
Es más, con su silencio mudo como una hache ídem, la están avalando, dándole el imprimatur, el nihil obstat, como dirían los señores obispos.
Pero no se vayan que los exabruptos no terminan. Esta nueva modalidad de barbarie de que es capaz el bobo sapiens de la era de Internet, se practica desde 2003 y fue creada por el "artista" alemán Lepe Rubingh.
Y como la verdad hay que decirla con sus seis letras, el tal Lepe se inspiró en escritos originales de otro tal, Henri Bital. En 1991 este bípedo implume incluyó el ajedrez-boxeo en una novela que tampoco pienso volver a leer.
Para que panda el cúnico y los aficionados nos levantemos en contra, como un solo alfil ofendido, estos atilas modernos ya tienen su propia "autoridad", la "World Chess Boxing Organization". Hasta definieron su lema, un poco complicado para mis entendederas: "Las peleas se realizan en el ring, pero las guerras se manejan en el tablero".
La próxima partida se jugará el 30 de octubre en el East End, de Londres. Solo asistiría para agitar un cartel gigante que diría, simplemente: "Imbéciles, patas fuera del ajedrez". Claro, en el idioma de Shakespeare.