30 de mayo de 2023
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El placer de la lectura

11 de julio de 2009
11 de julio de 2009

Por José Miguel Alzate

Cuando el espíritu del hombre navega sobre aguas tormentosas existe una actividad que le devuelve al alma la tranquilidad perdida: la lectura. ¿Cuántas veces, en tardes pobladas de nubes grises, no avizoramos horizontes nuevos en las páginas de un libro? ¿Y cuántas también, conmovida el alma por noticias desastrosas, no buscamos refugio en un libro para olvidar los sinsabores de la vida? La lectura no es un entretenimiento cualquiera. Es algo que produce placer, que deja en el corazón un sedimento de dulzura, que abre caminos en momentos de desesperanza. Se necesita sentir asombro ante lo que expresan las palabras para entender el verdadero significado de la lectura.
    Un gran pensador chino, Chang Chao, escribió: “Leer libros en la juventud es como mirar a la luna por una rendija. Leer libros en la edad madura es como mirar a la luna desde el patio. Y leer libros en la ancianidad es como mirar a la luna desde una terraza abierta”. Sabia expresión esta de un hombre que vivió rodeado de libros, que transformó su casa en una biblioteca inmensa, que encontró en la palabra su realización como hombre. Es que el placer que despierta la lectura es apenas comparable con el placer de mirar hacia la luna en una noche despejada. El cielo se nos muestra lleno de estrellas que brillan en lontananza como iluminando el mundo  con una luz nueva.
    Eso pasa cuando el espíritu se sumerge en la lectura de un buen libro. Una luz nueva ilumina el alma. Es como mirar un amanecer con el cielo despejado de nubes. Porque la lectura deja en el espíritu una tranquilidad que invita a la reflexión, que nos lleva a descubrir cosas ignoradas, que le abre postigos a la imaginación. El escritor nos comunica sus angustias en un lenguaje que se torna reflexión sobre la vida. Otras veces nos ofrece imágenes claras sobre la realidad social que logran conmovernos íntimamente. Con toda razón escribió Fernando Soto Aparicio: “El libro es la mejor compañía, es el amigo que no traiciona, es la luz que no se apaga”.
    La lectura nos permite viajar por el mundo, conocer nuevas culturas, entender al hombre en su dimensión humana, dimensionar la vida de una manera distinta, reencontrarnos con la historia de la humanidad, descubrir el valor de la palabra escrita. Un libro nos proporciona no solo momentos de solaz sino las herramientas para enfrentarnos al mundo con conocimiento de los procesos históricos que viven las naciones. Tomar un libro entre las manos, acariciar sus hojas, pasar los dedos por el lomo, contemplar el tipo de letra en que está escrito son actos que invitan a adentrarnos en su lectura, a comprender su mensaje interior, a compartir con el escritor su visión de la sociedad.
    Rabindranath Tagore escribió: “Un libro abierto es un cerebro que habla. Cerrado, un amigo que espera. Olvidado, un alma que perdona. Destruido, un corazón que llora”. Sí, eso es un libro. Un objeto sin voz que invita al diálogo, un amigo en los momentos de soledad, un consejero para interpretar nuestra propia angustia existencial. El libro nos enseña, nos brinda su mano amiga para desterrar de nosotros la tristeza, nos proporciona compañía cuando la nostalgia invade el alma. Mirarlo sobre la mesa de noche, cerrado, esperando a que abramos sus páginas, es como una invitación a su lectura. Observarlo en los estantes de la biblioteca, esperando una caricia de nuestras manos, es como sentirlo cerca, mirándonos a los ojos.
    La lectura nos comunica con el mundo. Nadie que quiera conocer los procesos democráticos que viven los países, los problemas de desigualdad social que tiene la sociedad, la angustia que late en el alma de los desposeídos, la alegría que encierra la sonrisa de un niño, la belleza que se esconde en el cuerpo de una mujer, puede lograr comprender el mundo sin la lectura de un libro. William Ospina escribió: “Es difícil que llegue a ser un buen  lector alguien que no sienta el asombro de las palabras”. Sí, el libro asombra con su mensaje. Nos llena de optimismo, nos conduce por senderos de vida, nos hace ver claro lo que parece oscuro. Cerremos entonces con esta frase de Sir Francis Bacon: “la lectura hace al hombre completo; la conversación, ágil y el escribir, preciso”.