27 de marzo de 2024

El gerundio, locuciones adverbiales, borrador, prefijo

21 de julio de 2009
21 de julio de 2009

QUISQUILLAS DE ALGUNA IMPORTANCIA
Por Efraín Osorio López (*)
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“Siempre avanzando y trabajando siempre / sepamos ser activos y esperar”: Con estos dos versos, modelo el primero de epanadiplosis, termina la traducción que hizo el poeta chocoano, César Conto, de “El Salmo de la Vida” de Henry W. Longfellow (“Still achieving, still persuing, / learn to labour and wait”). Y así escribió Cervantes: “Acabaron de comer, cargaron con sus imágenes y, despidiéndose de don Quijote, siguieron su viaje” (Don Quijote de la Mancha, II-LVIII). En estos dos ejemplos hay tres gerundios (avanzando, trabajando y despidiéndose), todos bien empleados, porque entrañan ‘acción’. Por esto mismo, no hieren la decencia literaria las expresiones ‘agua hirviendo’ y ‘corazón palpitando’. El señor Bonel Patiño Noreña escribió al Correo Abierto de LA PATRIA (VI-25-09) para defender su uso del gerundio ‘semejando’ en la frase “…con la torre de la iglesia parroquial, semejando una blanca paloma…”. Y propone como argumento de su defensa dos versos del poema de José Martí, “La niña de Guatemala”: “Iban llevándola en andas / obispos y embajadores…”. Los verbos ‘ir’ y ‘venir’, señor, son ciento por ciento activos y, por ello, acompañan castizamente a cualquier gerundio, como en la canción “Lamento borincano”: “Y alegre el jibarito va, pensando así, / diciendo así, cantando así por el camino…”. ¡Qué hermosura! Y es como usted insinúa: Otras inflexiones verbales no le habrían dado al verso la cadencia que le dieron esos tres gerundios. Pero estos son otros cinco pesos, porque si hay algo inmóvil, pasivo y pesado, ello es una torre, aunque fuere la de la iglesia mencionada. Razón por la cual, cualquier gerundio le chirría. El gerundio hay que tocarlo con pinzas, tapabocas y de lejos, muy de lejos.
Le anotaba también al escritor que “los adverbios de modo no deben separarse con comas, a no ser que pertenezcan a oraciones o frases incidentales”. Y él me responde: “Cuando el escritor quiere dar énfasis, suele separar el adverbio con el uso de la coma”. Estamos de acuerdo. Y cita a don Miguel de Cervantes, ¡casi nadie!: “-Mi nombre es Cardenio; mi patria, una ciudad de las mejores de esta Andalucía; mi linaje, noble; mis padres, ricos; mi desventura, tanta, que la deben de haber llorado mis padres…”. Modelo de puntuación perfecta, como para ser analizada en alguna clase de buen castellano. Sin embargo, en él no hay adverbio, ya que ‘tanta’ es un adjetivo que significa ‘tan grande’, y que va separado por comas, porque el verbo ‘ser’ está tácito.
Le reprobaba, además, al señor Patiño esta frase: “A resultas de un encuentro ocasional”, porque, como se trata de procedencia, debe usarse la preposición ‘de’ (‘de resultas’). A lo que él contestó: “Quiero recordarle (…) que las locuciones adverbiales, así signifiquen procedencia u otra categoría, son invariables: a hurtadillas, a la topa tolondro, a troche y moche, a la buena de Dios, etc. Qué tal eso de variar la locución adverbial “a resultas de”, que utilicé, por esa cacofónica (…) “de resultas de”. Sí, señor, las locuciones adverbiales son invariables. Pero, ¿sabe una cosa? Las cuatro que trae como ejemplo son ‘locuciones adverbiales de modo’, de tal manera que la preposición ‘a’ les cae de perlas. No así ‘de resultas de’, invariable, ¡cómo no! Ahora bien, si le parece malsonante, cámbiela y búsquele otro giro a la frase, que este ejercicio le da al redactor resultados maravillosos, como cuenta GGM cuando decidió borrar de sus escritos los adverbios terminados en mente. ¡A propósito! ‘Al ralentí’ (no ‘al ralenti’, como usted escribió) es también una locución adverbial de modo.
Termina el corresponsal sus cuatro letras al Periódico de Casa con esta observación: “Por eso, considero innecesarias e irrespetuosas para la dignidad del oficio las expresiones descalificadoras que usted profiere desde el Olimpo de su soberbia de gramatiquero, del tenor de: ‘Borrador, señor, o contrate un buen corrector’ ”. Precisamente, don Bonel, la ‘dignidad del oficio’ les exige a quienes a él se dedican procurar por todos los medios posibles que el producto que van a entregarles a sus ‘clientes’ sea el mejor. Por esto, como siempre lo he dicho, el escritor de oficio tiene la obligación de saber, y, si no sabe, la de consultar. Y, después, según palabras de Gabriel García Márquez, “corregir hasta el último aliento”, lo que no es otra cosa que hacer ‘borrador’. O hacerse a ‘un asesor de redacción’, como sugerí.
Finalmente: El prefijo, como su nombre lo indica, va pegado a la palabra que acompaña. Usted califica a don José Jaramillo Mejía de ‘neo gramático’. Es ‘neogramático’, como ‘neologismo y neoliberalismo’. Además, es una lástima que haya transcrito tan mal el poema “Madrigal”, de Gutierre de Cetina” (a quien no menciona), porque le quitó las tildes de ‘miráis, parecéis, miréis, parezcáis’; y, en lugar de “Si cuanto más piadosos”, puso “si cuando más piadosos” (pág. 96). Cierro este capítulo con las palabras de don Quijote, “y Dios me entiende y no digo más”.