A Tres Bandas
Hoy luego de permanecer un poco más de 5 meses, privado del bien más preciado de un ser humano, la libertad, el médico Carlos Arturo Fehó Moncada, fue declarado por un juez inocente.
En la audiencia celebrada en medio de una cantidad descomunal de espectadores (en su mayoría apoyando al gerente de la ILC), se absolvió de los delitos concusión, falsedad ideológica de documento público, interés indebido en celebración de contrato y contrato sin celebración de requisitos legales. La algarabía y los gritos de júbilo fueron ensordecedores, tanto que en repetidas ocasiones el Juez pidió silencio y cordura a la gente.
Por convicción siempre creí en su inocencia. Fui a visitarlo al centro penitenciario y carcelario donde permanecía recluido. Nunca tuve las pruebas (esa no era mi tare, ni mi trabajo, al fin y al cabo no soy fiscal, ni investigador) para comprobar su inocencia, pero siempre creí en él.
El primer día que estuvo privado de su libertad acudí a verlo. Me encontré con una persona completamente distinta a la que cualquiera imaginaria hallar en medio de los barrotes. Estaba sereno, tranquilo y muy seguro de toda la situación, me marcaron mucho unas palabras, que me terminaron de convencer de su inocencia, más allá de los dictámenes judiciales. “Soy consciente de que voy a estar acá muchos días. Pero sé que cuando salga, lo hare con la frente en alto. Yo no camine para llegar acá, por eso, el mismo destino me va a sacar rápido. En este sitio solo estaré de paso”.
Pocas horas después de recuperar su libertad, y ya en su casa, al lado de su esposa, la cual soportó valerosamente humillaciones, insultos y hasta malos tratos de los intolerantes que escudados en anónimos o tribunas de opinión de pasquines, encontré a ese mismo hombre, de mirada serena y optimista. Eso sí, con una gran sonrisa que dibujaba una enorme satisfacción.
A modo de chisme, estaba mucho más acuerpado. Fehó ganó masa muscular, tiene los brazos más musculosos. No perdió el tiempo. Sé que leía y hacia ejercicio. También me enteré, de buena fuente, que ha dejado un poco su vicio por fumar.
En su casa, además de su familia, estaban unos amigos. Algunos de los cuales los visitaron en repetidas ocasiones. Los que pacientemente lo acompañaron en las audiencias.
Me duele mucho, eso sí, que ahora broten de la tierra, como el arroz, cientos, miles, de “amigos” de Fehó. Puedo apostar que muchos de los que hipócritamente hoy lo abrazaron, lo besaron y sonrieron a su lado, a sus espaldas no confiaban un centímetro en su inocencia.
Me aburre tanta hipocresía. Me da alergia que muchos y muchas se ufanen hoy de ser amigos íntimos del médico. Muchos, estoy seguro, nunca, lo visitaron. Ni siquiera realizaron el esfuerzo de ir y hacer la fila para poder conversar, hablar, verlo y acompañarlo en esos difíciles momentos. Sé que ingresar a la cárcel no es precisamente un proceso cómodo. De ahí que ir y estar con el 5, 10 o 15 minutos en uno de los patios de la prisión se hacía importante. El sacrificio hacia más valedero e importante esa visita.
Pero me alegra saber que muchos de los que si creímos en el, los que si lo visitamos y los que si fuimos a las audiencias, estamos felices por su libertad.
Los envidiosos, los contradictores, los incrédulos y los morrongos (como dice un muy buen amigo mío) están hoy mordiéndose los codos. La ira los consume. El odio los encegueció y ahora “madrean”, maldicen y hasta despotrican tanto de Fehó como del juez.
Otra habría sido la historia si al médico lo hubiesen condenado. Esas mismas “personas” estarían diciendo frases de cajón como “se hizo justicia” “que se pudra en la cárcel” y mil barbaridades más.
Ni al peor de los enemigos le podemos desear un “carcelazo”. Solo quien ha estado allá sabe lo que en realidad se vive y se siente encerrado.
Muy seguramente tanto el Gobernador de Caldas, Mario Aristizabal, y el mismo Carlos Arturo Fehó, se deberán sentar y analizar con cabeza fría si asume o no nuevamente como Gerente de la Industria Licorera de Caldas. Esa misma empresa a la que llegó con ideas innovadoras y acabando con ese monopolio que estaba desangrando a la destilera como era la distribución de licores.
Me alegra saber que mañana, o en una semana, o en un mes me pueda encontrar a Fehó caminando por la carrea 23, o por la avenida Santander, o en un centro comercial, o en la Plaza de Bolívar, o en los pasillos de la Gobernación. O puede que no me lo encuentre, pero igual me agradará saber que ya no está abajo guardado en La Blanca. Que ahora está en su casa, con sus hijos, con su esposa y con sus amigos de verdad.
Un amigo, al que estimo y admiro mucho, escribió estas palabras que quiero compartir con ustedes. Las colocó, no con el ánimo de alargar el texto, sino de enriquecerlo. Si con pocos enemigos hemos trazado el camino hasta el momento…que no podremos hacer cuando la justicia nos ha dado la razón?… Demandar en Colombia es muy fácil…lo difícil es probar la culpa…HOY MAS QUE NUNCA EFICIENTES Y TRANSPARENTES…" J.J. Franco.
APOSTILLA: La administración de Mario Aristizabal Muñoz, se fortalece, se legitima y gana credibilidad. Hoy más que nunca el mandatario por el cual votamos más de 160 mil caldenses puede seguir gobernando de manera tranquila. Seguramente sus enemigos, los mismos a los que democráticamente derrotó continuaran bombardeando, con la única herramienta que tiene, la calumnia.