Marquetalia
Ubicado a 124 kilómetros de la capital del departamento, al municipio se llega por una carretera destapada que parte del sitio conocido como La Ye, en la vía que comunica a Manzanares con Pensilvania. Después de un corto ascenso se empieza a descender hasta el punto denominado San Juan, desde donde la carretera continúa plana hasta desembocar en la primera calle del pueblo.
Una calle angosta que parte del parque infantil, donde se ubican los mejores negocios, es su vía principal. Conduce hasta un pequeño parque recién remodelado donde sobresale, con sus torres simétricas, la iglesia. Al contrario de lo que ocurre en otras poblaciones, la actividad comercial gira alrededor de las galerías y sus calles adyacentes. En esas tres cuadras están ubicados la mayoría de los establecimientos comerciales. El parque es pequeño. Y tiene una particularidad: no lo preside la estatua del Libertador Simón Bolívar. En su lugar se levanta un busto al sacerdote Antonio María Hincapié, como reconocimiento a su labor abnegada en favor de la educación.
Es un municipio con una extensión de 90 kilómetros cuadrados. De éstos 87 corresponden al área rural y solamente tres al perímetro urbano. Es decir, el área urbana es pequeña en comparación con otros municipios del departamento. En efecto, seis calles conforman su articulación vial. Ellas son La Quiebrita, que conduce hasta el barrio San Vicente; La Aldea, que termina en el cementerio; la que lleva hasta el barrio Los Andes; la que conduce al Hospital; la principal, que es por donde se moviliza el transporte público, y una que se construye entre el parque y el cuartel de policía. Debido a esto el municipio no tiene nomenclatura. La correspondencia llega simplemente con el nombre del destinatario. La persona encargada de repartir el correo conoce a todos los habitantes, sabe dónde viven y, por lo tanto, no necesita de direcciones para entregarles lo que les llega.
Se podría decir que Marquetalia es un pueblo olvidado de los poderes centrales. Su ubicación geográfica en el oriente del departamento no le permite una comunicación constante con la capital. Es más, su comercio depende en gran parte de poblaciones como Dorada, Honda o Bogotá. A esto se suma una carretera que debido a su mal estado en épocas de invierno se hace intransitable, con el consabido perjuicio para los transportadores que necesitan movilizar la carga que entra y sale del municipio. Sin embargo, sus habitantes no pierden la esperanza en que algún día puedan contar con una vía totalmente asfaltada, que les permita una rápida comunicación con los pueblos vecinos. Es un sueño que vienen acariciando desde hace varios años. Pero que no se les desvanece porque piensan que de tanta espera se acostumbraron a la resignación. Y eso, dicen, deben tenerlo en cuenta las autoridades departamentales. Porque jamás han protestado con manifestaciones públicas para que les sea mejorada su carretera.
La colonización antioqueña dejó en esta población de calles sencillas el legado de su cultura. Las ondas migratorias que se registraron en el norte de Caldas a principios del siglo XVIII se extendieron hacia el oriente del departamento, llegando a Manzanares y Pensilvania. Por esta razón sus primeros habitantes fueron descendientes de antioqueños que habían asentado sus raíces en varios pueblos del norte en la época de la colonización. Pero también recibió a gentes oriundas del Tolima que en los primeros años trabajaron por el progreso del municipio. Posee una típica arquitectura antioqueña, con casas levantadas en guadua. Las costumbres de sus habitantes, su arraigada fe católica y su amor por el trabajo fueron herencia de una raza que descuajó sus montañas para fundar un pueblo que hoy espera salir de ese olvido en que lo tienen las autoridades nacionales y departamentales.
Marquetalia tiene en su jurisdicción un total de 48 veredas. Sus habitantes se desplazan hasta la cabecera municipal todos los domingos. Este día su calle principal se hace casi intransitable debido a las cantidades de gentes que llegan de las veredas para vender sus productos agrícolas y, al mismo tiempo, adquirir todo lo necesario para sus hogares. Las calles se ven engalanadas entonces con la frescura de la mujer campesina que extiende su sonrisa como un saludo de bienvenida al forastero. En la mirada de sus pobladores se advierte la sinceridad en el trato, la acogida que brindan al visitante, la hospitalidad característica de una raza que trabaja de sol a sol arrancándole los frutos a la tierra.
Es un pueblo productor de café. Su economía se rige entonces por la fluctuación que presentan los precios internacionales del grano. Sin embargo, los problemas de la caficultura se han sentido en la población. Primero fue la enfermedad de la roya que afectó a la mayoría de los cafetales, disminuyendo la producción. Luego fue la caída en los precios, que disminuyó considerablemente los ingresos de los productores, afectando su capacidad de compra. Pero también produce plátano, maíz, caña. A su cultivo recurren los campesinos para mejorar sus ingresos debido a la fácil comercialización que presentan estos productos.
En Marquetalia los pobladores no han perdido la esperanza en un mañana mejor. Para lograrlo solo esperan que el gobierno se interese en el mejoramiento de sus vías de acceso para así sentirse más integrados al departamento. La carretera que comunica con el vecino municipio de Victoria presenta los mismos problemas de la que conduce a Manzanares. Inclusive se encuentra en peor estado, dificultando el tránsito automotor. Y es una vía necesaria para sacar los productos agrícolas hacia otros mercados. Porque lo que el campo produce no lo alcanza a consumir el pueblo.
Hasta hace pocos años sus habitantes sentían el miedo que produce la amenaza de una toma guerrillera. Ahora reina la calma. En este sentido, los temores se han disipado. Hoy trabajan esperanzados en un mañana mejor para sus familias. Su ubicación en una zona que por lo montañosa permite una fácil movilización a los insurgentes los hacía sentir en la mira para una incursión guerrillera. Afortunadamente un hecho de esta naturaleza no se ha producido. Sin embargo el temor está ahí, agazapado en cada habitante, pensando que en cualquier momento van a ser víctimas de la violencia que azota al país. Pero continúan al frente de sus responsabilidades con la prevención propia que las amenazas suscitan. De allí que miren con esperanza la política de Seguridad Democrática que desarrolla el Gobierno Nacional.
Es el único pueblo de Caldas que tiene un parque pequeño que, entre otras particularidades, no tiene calles por todos sus costados. Esto en razón a que no está formado, como en todos los pueblos, por cuatro manzanas que confluyen en su entorno. En Marquetalia el parque lo conforma el atrio, que es un complemento de su estructura, y las casas que están ubicadas enfrente. No tiene los cuatro costados característicos. En la parte central, que está adoquinada, con bancas de madera a su alrededor, se programan actos públicos con regularidad. En uno de sus lados, el que da sobre la calle principal, se estacionan los camperos de servicio público.
Con una temperatura promedio de 20 grados centígrados, Marquetalia es un pueblo de costumbres sanas. Sus habitantes están acostumbrados a vivir en paz, sin que su tranquilidad se vea afectada por hechos de violencia graves. En las noches sus moradores salen a recorrer la calle principal mientras conversan sobre toda clase de temas. Otros se sientan a las mesas de los establecimientos tradicionales para, mientras degustan un tinto, observar ese río humano que después de la misa de siete recorre esta calle que tiene personalidad propia. Porque por ella deambulan todos los personajes del pueblo, desde el comerciante acaudalado hasta el anónimo estudiante o el personaje típico que despierta la simpatía de los moradores. Esas dos cuadras que van desde la plaza principal hasta la plazoleta donde está el Cuerpo de Bomberos tienen vida propia. Sobre todo porque en ella se dan cita todas las clases sociales del pueblo.