El «sueño americano» se ha frustrado
El punto a explicar es simple: ¿Por qué en los Estados Unidos se han pagado salarios altos en empleos de baja productividad? ¿Por qué un barrendero, un mensajero o un trabajador raso del campo gana muy poco en Colombia mientras que en los Estados Unidos recibe un salario que le permite tener vivienda propia y automóvil? La respuesta a estas preguntas se encuentra en la abundancia relativa de los diversos factores de producción en los Estados Unidos.
Ese país siempre ha tenido una escasez relativa de mano de obra; es decir, es un país con una gran abundancia de recursos naturales, capital y tecnología con relación a su acervo de mano de obra. Además, durante mucho tiempo la economía estadounidense tuvo un grado muy alto de autosuficiencia: era una economía muy cerrada o donde el comercio internacional (importaciones y exportaciones) representaba una proporción muy baja del ingreso nacional, alrededor de 4 o 5 por ciento. La escasez relativa de mano de obra hacía que la productividad per cápita fuera alta, y el poco comercio internacional protegía a los trabajadores de la competencia de la mano de obra extranjera. Por eso, era un país extraordinariamente atractivo para los inmigrantes.
La globalización de los últimos 50 años, acelerada durante los últimos 20, ha cambiado sustancialmente esta situación. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tenía una ventaja sobre los demás países en cuanto al acervo de bienes de capital (maquinaria, equipo) que no fue destruido durante la guerra, y tenía además una enorme ventaja tecnológica. Pero la brecha en estos campos con el resto del mundo ha estado cerrándose, tendencia que continuará. El aumento del comercio exterior ha hecho que cada vez más los obreros estadounidenses tengan que competir con los extranjeros, que se encuentran no solamente en el país sino también en el exterior, lo cual limita los niveles salariales. El sector manufacturero ha sido el que más ha sufrido y el país ha experimentado un proceso de desindustrialización.
Estados Unidos ha sido el motor del desarrollo tecnológico en el mundo, lo cual le permitió generar otros empleos con salarios altos. Muchos hijos de obreros pudieron emplearse en industrias de alta tecnología. Sin embargo, esta ventaja también tiende a perderse puesto que la educación tecnológica en muchos países, especialmente en India y China, tiende a cerrar la brecha con los Estados Unidos. Por eso, en la última década se han desplazado empleos bien pagados en los Estados Unidos a la India, cuyo idioma facilita este proceso.
Las tendencias laborales en los Estados Unidos reflejan los cambios estructurales mencionados: los sindicatos manufactureros, que tuvieron una gran fuerza en la posguerra temprana, hoy en día son muy débiles. Los únicos sindicatos fuertes se encuentran hoy en sectores protegidos de la competencia extranjera, especialmente en el sector gobierno, aunque los altos costos de esa mano de obra han llevado a que también se busque subcontratar algunos de los servicios públicos. Otros tipos de servicios que deben ser prestados in situ disfrutan de protección natural ante la competencia extranjera: entre estos se encuentran la construcción, la salud, la educación y los servicios legales. Sin embargo, en ellos la competencia interna es cada vez mayor debido a que las nuevas generaciones buscan prepararse para competir en estas actividades. El drama de los antiguos obreros industriales es grande, pues al perder sus puestos tienen que resignarse a emplearse por mucho menos en restaurantes, como choferes, y en otras industrias que empleen personas con destrezas simples.
La solución proteccionista puede amparar a algunos grupos de la sociedad en el corto plazo. Sin embargo, el cambio tecnológico en el mundo ha sido y es tan rápido que ha hecho que la competencia se ahonde cada vez más y que abarque ramas que se creían protegidas. Por ejemplo, hoy personas que tienen suficiente información y conocimiento encuentran que les es más barato viajar a Colombia para recibir servicios odontológicos o hacerse cirugías que recibir los mismos servicios en Estados Unidos. En el sector de construcción ya hay ejemplos semejantes, puesto que las técnicas para construir vivienda prefabricada han avanzado y esto permite importar muchas partes, remplazando mano de obra local por extranjera.
El punto simple es que la competencia a la mano de obra estadounidense es cada vez mayor. Por eso, los esfuerzos para limitar la inmigración son perfectamente comprensibles, y argumentos como que “este es un país de inmigrantes que siempre debe tener las puertas abiertas a los que deseen venir” no tienen la resonancia interna de otras épocas.
Durante la década de los años noventa el rápido cambio tecnológico en materia de sistemas y comunicaciones permitió aumentos importantes en la productividad y en el ingreso de muchos grupos (mientras que, como vimos, sufrían los obreros manufactureros). Cuando se acabó la “burbuja” del sector de alta tecnología, la política monetaria promovió el crecimiento del sector financiero y el de la construcción de vivienda, de modo que generó otras “burbujas” en estos campos. En estos sectores el cambio tecnológico fue mucho menor que el de la década anterior y así, aunque el ingreso creció sustancialmente en los últimos 10 años, la productividad creció muy poco, los salarios no aumentaron y en efecto en muchos sectores decrecieron en términos reales, es decir descontando la inflación.
Sin embargo, la “burbuja” en los precios de la vivienda permitió aumentos importantes en el gasto de los hogares debido al “efecto riqueza“: el aumento en el valor de las viviendas hizo sentir ricos a muchos hogares, que refinanciaron sus viviendas y utilizaron esos dineros para gastarlos en consumo. Por eso hoy, un porcentaje alto de hipotecas son mayores que el valor de las viviendas que las garantizan. El gasto de los hogares generó un fuerte aumento en las importaciones, e hizo que Estados Unidos fuera por unos seis o siete años la locomotora de la economía mundial. Esto contribuyó sustancialmente al desarrollo de la China, la India y otros países.
En Estados Unidos la combinación de estancamiento en muchos salarios y el aumento en el valor de las viviendas incentivó una disminución en el ahorro de las familias, el cual llegó a niveles muy bajos – alrededor de 1% del su ingreso. Por otro lado, aunque el presidente Bush llegó al poder con una plataforma que buscaba tener un Estado pequeño, aumentó enormemente el gasto del gobierno, especialmente en defensa. Bush sí debilitó la “presión fiscal” sobre las actividades del sector privado, particularmente hacia el sector financiero donde brillantes economistas y financistas desarrollaron modelos que justificaban préstamos de alto riesgo alegando que al juntarlos el riesgo se diluía. Otra forma en la que Bush disminuyó el papel del Estado fue recortando los impuestos a la renta de las corporaciones y a los grandes contribuyentes individuales. Esto se basó en el convencimiento que el Estado derrochaba los recursos, de modo que lo mejor era dejar que el sector privado gastara más para generar crecimiento.
La guerra en Irak, justificada con argumentos cuando menos turbios, demostró ser un lastre enorme para la economía. La combinación de bajo o nulo ahorro y un gran aumento en el gasto público generó déficits fiscales enormes, que tenían que ser financiados desde el extranjero. La otra cara de la moneda fue un gran déficit en la cuenta comercial de la balanza de pagos. Lo que ocurrió simplemente fue que la “absorción” -es decir, el consumo más la inversión y más el gasto público- excedió sustancialmente la producción doméstica. En otras palabras, durante los últimos seis o siete años Estados Unidos absorbió más de lo que produjo, lo cual generó un gran endeudamiento externo.
Según los últimos datos del Banco Mundial, el ingreso per cápita de los Estados Unidos es aproximadamente seis veces más alto que el promedio mundial. Hace cerca de 50 años el Profesor Paul Samuelson, el primer premio Nobel en Economía, demostró en un famoso artículo sobre comercio internacional que el comercio totalmente libre tendía a igualar los precios de los factores productivos. En otras palabras, tendería a igualar la remuneración de los barrenderos, mensajeros o trabajadores rasos del campo en todo el mundo. El desafío que enfrentan hoy los Estados Unidos y otras sociedades ricas, es cómo mantener remuneraciones altas para quienes prestan esos servicios en un contexto de globalización cada vez más profunda.
La situación actual
El crecimiento de la última década ha generado grandes ganancias para unas pocas personas en la cúspide, pero una proporción grande de la población ha perdido ingreso o no ha participado del crecimiento. El hecho es que la desigualdad en la distribución del ingreso y de la riqueza ha aumentado sustancialmente.
Coyunturalmente la banca está inundada de acreencias “toxicas”, de hipotecas y préstamos por medio de tarjetas de crédito que son impagables. Muchas hipotecas exceden sustancialmente el valor de los inmuebles que las soportan, y muchas personas que tienen deudas de tarjetas de crédito han perdido sus ingresos.
El consumo de los hogares sostuvo el crecimiento de la demanda agregada de los últimos años, pero ahora se tiene que contraer. La gente ha disminuido el gasto y ha empezado a ahorrar. Esto ha forzado el cierre de muchos almacenes y al despido de personal en muchas empresas.
La política monetaria ha sido expansiva y la tasa de interés ha bajado muchísimo. Hoy la tasa de interés diaria que los bancos se cobran entre sí para cuadrar balances es casi cero. La economía se encuentra sin embargo en la famosa “trampa de la liquidez“, de la que los economistas parece que se habían olvidado en las últimas décadas. Así, la política monetaria es inefectiva. Hoy el desafío que tiene el gobierno es lograr que los bancos presten cuando están abrumados con activos “tóxicos” y temen que los acreedores no puedan pagar sus deudas.
El grupo de los jubilados ha sido otro de los que han perdido ingreso. Al bajar la tasa de interés, el rendimiento de muchas de sus inversiones ha decaído y por otro lado los costos de la salud han aumentado a tasas superiores a la inflación.
En estas circunstancias es muy difícil lograr que los hogares aumenten su gasto. Por eso, es imperativo que el Estado lo haga. Lamentablemente, debido a la política del gobierno Bush, el déficit fiscal es ya enorme. La pregunta entonces es ¿qué tanto puede expandir el gobierno el gasto antes de que sus acreedores (China, Japón, etc.) dejen de comprar los bonos del tesoro?
El plan del gobierno Obama apoya al sector financiero y busca formas de limitar las ejecuciones hipotecarias para limitar el número de los hogares que pierden sus viviendas. Por otro lado busca aumentar el gasto en infraestructura, un sector de poca competencia con el extranjero, donde es posible expandir el empleo pagando salarios relativamente altos. Esto sin embargo toma tiempo.
Las otras políticas que desarrollará Obama tienen que ver con reformas al sector salud. Los Estados Unidos tienen allí una situación no sólo insostenible sino difícil de justificar. El gasto en salud es extraordinariamente alto, alrededor de 18% del PNB (en 2005 unos US$ 6.700 per cápita) y aún así hay unos 40 millones de residentes que no tienen seguro de salud y no tienen acceso a servicios preventivos, chequeos periódicos, etcétera.
El sector de energía es un talón de Aquiles del país. Es de esperar que el gobierno desarrolle programas que realmente disminuyan tanto la contaminación como la dependencia de energía importada. Si estos programas se toman realmente en serio, la posibilidad de avances tecnológicos y aumentos en la productividad es alta. Este sería otro sector que podría generar empleos bien pagos.
El compromiso de acabar con la guerra en Irak también permitiría disminuir los gastos en defensa y dedicar esos fondos a financiar el programa de ajuste macroeconómico y los cambios estructurales buscados.
A pesar de que las políticas de Obama tengan sentido, estas dependen hoy en gran parte de la cooperación de otros gobiernos. Por un lado, es claro que los Estados Unidos continuarán necesitando financiamiento externo, a lo menos en los próximos dos años. Esto requiere que los países que acumularon grandes reservas en dólares con la “burbuja” de precios de los recursos naturales, especialmente el petróleo, y con la alta demanda por productos industriales de los Estados Unidos, estén dispuestos a comprar bonos del tesoro. El aumento en el ahorro interno también ayudará en esto. Por otro lado, China deberá jugar un papel clave. Hasta ahora se ha desarrollado con base en un modelo exportador que ha mantenido muy bajos sus salarios y su demanda interna. Dado que los Estados Unidos no continuarán siendo la locomotora del desarrollo mundial ¿estará la China dispuesta a aumentar el consumo interno de los hogares y los gastos en infraestructura, y con esto sus importaciones? La respuesta a esta pregunta tendrá una gran influencia sobre la duración y profundidad de la recesión actual.
El cuadro anterior indica que la recesión podrá ser más profunda y que la recuperación de la economía mundial se producirá lentamente.
La transformación del “sueño americano” y otras reformas necesarias.
La definición del “sueño americano” no es clara. Originalmente se hubiera podido definir como que al trabajar disciplinada y duramente se obtendría un sustento seguro, una vivienda decente y acceso a algunos servicios básicos: educación, salud, transporte y algo de entretenimiento. Este concepto se ha expandido para incluir la expectativa de que cada generación tenga un ingreso más alto que la anterior. En este caso el énfasis se ha puesto en mayor consumo sin especificar la clase o naturaleza del mismo.
Los aumentos en lo que se requiere para satisfacer ese “sueño” han sido impresionantes. El tamaño promedio de las viviendas, por ejemplo, aumentó de unos 85 metros cuadrados en 1950 a alrededor de 200 hoy. En los años cincuenta una familia de clase media tenía un automóvil, un televisor en blanco y negro, uno o dos radios, un teléfono, tomaba vacaciones una vez por año (generalmente en auto a sitios no muy distantes) y salía a comer a restaurantes en ocasiones especiales. La mayoría de las viviendas tenían un baño. No había aire acondicionado, hornos microondas, casi nadie viajaba al exterior, el transporte en avión era muy costoso y así sucesivamente.
Muchos estados tenían leyes segregacionistas apoyadas en la ficción de que las razas debían ser “iguales pero separadas”. Estas leyes servían a la clase obrera blanca como un escudo de protección frente a la competencia de negros, “cafés” y orientales. La segregación tenía algunos efectos positivos: las comunidades minoritarias eran fuertes y estaban bien organizadas en los guetos; en ellos había médicos, abogados, profesores, pastores o sacerdotes y otros profesionales. Las familias eran estables y los modelos de comportamiento eran positivos.
El patrón de consumo de la clase media a la cual la mayoría aspiraba a llegar era semejante al que hoy tiene un estudiante de postgrado, aunque este tiene acceso a muchísima más información y está mucho más conectado con el mundo exterior.
El aumento en la productividad y el ingreso durante las primeras décadas de la postguerra cambió las estructuras de las familias y de las ciudades. La masificación y democratización del uso del automóvil indujo la suburbanización, la cual rompió redes sociales o el “capital social” desarrollado en zonas de alta densidad de población. Los hogares en los suburbios tienden a estar bastante aislados. El crecimiento vino acompañado de una mucha mayor movilidad espacial laboral: Muchos estadounidenses trabajan en lugares distantes de los de su origen, lo cual debilitó los vínculos familiares. La legislación sobre derechos civiles eliminó la segregación impuesta por leyes estaduales y permitió que la población productiva de los guetos urbanos se mudara a los suburbios. Esto destruyó el tejido social en los guetos, que perdieron los modelos de comportamiento productivos y que concentraron la pobreza.
El aumento en el consumo ha generado una explosión de “necesidades”, de manera que lo que antes era un nivel de vida satisfactorio cada vez se hace menos adecuado. Esto ha forzado a que la participación familiar en la fuerza laboral aumente, especialmente la femenina. Una de las ironías que de esta situación es que muchos deben trabajar largas horas o en varios empleos para generar ingresos que les permitan comprar bienes y servicios de consumo, empero el ocio necesario para disfrutar el consumo ha disminuido radicalmente. Así, una alta proporción de la población siempre anda de afán y con estrés.
Todos estos cambios han generado necesidades de servicios que antes se producían en las familias. El cuidado y la formación de los niños son ahora un asunto costoso. Muchas comidas hoy se toman fuera del hogar. El transporte al trabajo requiere viajar distancias mucho más largas y toma mucho más tiempo.
No hay duda de que en el futuro cercano la sociedad estadounidense debe ajustar sus comportamientos y sus patrones de consumo. Debe resolver los problemas de la salud y de la supervisión y formación de jóvenes. Tiene que cambiar las expectativas sobre un consumo individual cada vez mayor. Las propuestas de Obama van en esa dirección, pero no son exhaustivas. Por ejemplo, soluciones como aumentar la duración de los horarios escolares de manera que los niños y jóvenes estén ocupados en las escuelas y colegios hasta que sus padres regresan de sus trabajos han de ser examinadas seriamente. Lo mismo se puede afirmar de las largas vacaciones durante el verano, las cuales tenían sentido cuando no había aire acondicionado y cuando el trabajo juvenil era requerido en las granjas familiares del siglo XIX.
El aumento en la producción de bienes públicos es una forma de aumentar el consumo de las clases bajas sin tener que aumentar los salarios monetarios. Internet inalámbrico gratis en las ciudades es un buen ejemplo que sería factible.
La inmigración es un problema grave. Sin duda hay sectores que se benefician de la inmigración de personas sin destrezas modernas. Sin embargo, esta inmigración aumenta la brecha entre los ingresos de los ricos y los pobres. Atraer la inmigración de personas altamente calificadas aumenta la productividad del país y los ingresos de los pobres, pero la inmigración de personas sin destrezas equivale a importar pobreza.
El contraste entre los Estados Unidos y Australia y Nueva Zelandia es notable. Estos dos países se benefician del hecho de estar muy distantes del resto del mundo, por lo que la inmigración informal e indocumentada es muy difícil. Esto les permite ser selectivos y mantener sociedades con dosis muy altas de capital social y muy pocos conflictos sociales.
Los Estados Unidos necesitan cambiar sus patrones de consumo. A veces pareciera que los estadounidenses hubieran leído a Descartes como si éste hubiera escrito: “compro luego existo“. En un mundo globalizado será cada vez más difícil generar empleos que permitan una vida “decente” (”a living wage“) para personas con destrezas sencillas. Por eso será necesario que el “sueño americano” evolucione de manera que el ingreso monetario deje de ser el determinante de lo que se considere “buena vida“. Esto implica que se vuelvan a valorar los paseos, la vista de los atardeceres, las buenas amistades, los afectos, las buenas discusiones, y en generar, los pequeños placeres que no requieren desembolsos monetarios. Por eso ahora ya se habla en algunos estudios de la importancia de redefinir “necesidades” separando lo que es realmente necesario de los deseos de consumo para mostrar status o superioridad sobre otros para generar auto estima.
No hay duda de que el desafío para los Estados Unidos es muy grande. En el pasado ese país ha demostrado una gran capacidad de adaptación, mucho mayor sin duda que la de Colombia. Una muestra de eso es el actual presidente Obama, quien ofrece a lo menos una esperanza que Bush negaba.
* La imagen del artículo fue tomada del archivo fotográfico de la página www.cotizalia.com