28 de marzo de 2024

Cuatro años sin Berceo

16 de marzo de 2009
16 de marzo de 2009

Orlando. Florida, Julio 7 de 2004   
Apreciado Efraín:
¿De modo que usted también pertenece a la cofradía denominada ADENOF? Es lo que deduzco de la última frase de sus "Quisquillas" de ayer, frase que de la siguiente dice guisa:
"Para los esclavos del cigarrillo sería la noticia del siglo la inocuidad de tan combatida afición."
Es muy bueno saber que usted está de ese lado, porque así me hago a un contradictor respetable para arrancarme con él las mechas, si algunas nos quedan. Es que con gente tan insípida como Cristiano Mejía o el "académico" Arango Londoño no vale la pena discutir acerca del tabaquismo (¡sobre el que hay tanto que decir!), ni sobre nada. En cambio, con usted la cosa adquiere otra dimensión y el asunto es a otro precio.
bernardoYa tengo dicho que a los fumadores nos la tienen pinchada y todo el mundo nos cuelga, sin más ni más, el sambenito de antisociales. Al no fumador, en contraste, se le tiene por un santo que se preocupa por su propia salud, por la de sus semejantes y por la pureza del medio ambiente. Es posible que el cliente abstemio sea un gran depredador en otros campos, un paranada y un perdulario, pero por el solo hecho de que no fuma se le absuelve de todas sus culpas y se le gradúa de patriarca de la tribu. Aquel, por el contrario, puede ser un hombre respetuoso del prójimo y un fiel amante y defensor de la madre naturaleza, pero por ser adicto al cigarrillo es crucificado y colocado sin apelación en el infierno de los réprobos.
"¡Ni tanto honor, ni tanta indignidad!", hombre, Efraín. Es cierto que el tabaco puede causar estragos en el organismo del usuario y marginalmente molestar y aun apestar a sus vecinos. Pero si a eso vamos, entonces nadie podría consumir absolutamente nada porque no hay ningún alimento, desde los fríjoles con garra y la arepa con mantequilla, hasta el caviar y la lengua de faisán, que no contenga algo nocivo para la salud. Es que hasta los recortes de hostia dizque producen las caries dentales y la arterioesclerosis, y la inocente aguapanela es veneno para un diabético.
Algo más. Si se le va a prohibir a la gente que consuma cosas que le puedan hacer daño, hay que extender la prohibición a todas las drogas que componen el surtido de las boticas. Y, desde luego, sancionar a los médicos que las receten, pues se sabe que la mayoría, si no la totalidad de aquellos medicamentos, produce efectos secundarios no deseados que pueden resultar letales. Casos se han visto, pero nadie dice nada contra tales porquerías.
Para ilustrar esto, le voy a contar una experiencia personal. Yo tengo la sangre dizque muy espesa (¿será porque no es roja sino azul? No he podido saberlo). Esta anomalía me hace propenso a que, más hoy, más mañana, me mate una embolia. Para prevenirla, me recomendaron tomar una aspirina todas las mañanas, lo cual, según cuentas, me garantiza que la circulación y el tránsito de la sangre sean fluidos.
Empecé el tratamiento con mucho juicio y a poco resulté con una úlcera gástrica (como la de cualquier millonario) causada por la ingetión de la tal aspirina. Y no sólo eso, sino que un tipo como yo, a quien no le había dolido la cabeza ni siquiera en los guayabos más tenebrosos, amanecía todos los días con una cefalalgia la verraca y tenía que volar a tomarme la maldita pasta, ya no por devoción sino por obligación. De suerte que por librarme de un infarto, me conseguí una úlcera cancerosa y un dolorcito de cabeza persistente, dos achaques detestables que anteriormente no padecía. Y ahí estoy en el dilema del condenado a la horca: no sé si continuar tomando la aspirina, para que me pase al papayo una úlcera, o dejar de tomarla para que me fulmine un infarto.

Çano era un gran aficionado a la pesca
bernardo canoPero volvamos al principio. Si se proscribe el cigarrillo no solamente porque afecta al consumidor sino porque también contamina la atmósfera y puede lesionar los pulmones de quienes lo rodean, entonces habría que prohibirlo todo: los motores de combustión, los aerosoles, los insecticidas, la energía nuclear y los fogones de petróleo; los aviones, los ferrocarriles y los vuelos espaciales; mejor dicho: hasta las basuras, todo lo cual significaría que la civilización entraría en barrena y volveríamos a las cavernas.
¡Cómo cambian los tiempos! En épocas mejores, el fumar no sólo era inofensivo sino que se consideraba como un signo de distinción y señorío. Ahora es un vicio nefando. Es decir, el concepto social sobre esa costumbre sufrió una desviación de ciento ochenta grados. No es de extrañar, porque en otros ámbitos se ha producido el mismo vuelco. Por ejemplo: el manejo confianzudo de los dineros públicos se castigaba antiguamente con el fusilamiento. Ahora al responsable de tal desafuero se le nombra ministro o embajador o se le elige para el parlamento. Una sentencia condenatoria provocaba en aquellos tiempos el repudio general. Hoy es una carta de recomendación.
El mundo al revés, mi querido Efraín.
Cordial saludo,

BERCEO