Al rescate de Tulio Bayer
En diciembre pasado, es decir, 28 años después, Carlos Bueno Osorio publica el grueso libro, de 465 páginas, que lleva por título “Tulio Bayer, solo contra todos”, editado en Medellín por el Instituto Tecnológico Metropolitano, obra que hace un repaso minucioso sobre la vida y la obra literaria del médico guerrillero. El periodista, según se desprende de una anotación al final del libro, venía en trato epistolar con Bayer desde años atrás de su cita parisiense, hecho que indica el largo trecho corrido hasta hacerse realidad el proyecto editorial.
El libro, según Bueno Osorio, aparece a los 25 años de la muerte del médico, la cual sitúa en 1983, cuando en realidad ocurrió en 1982 (el 27 de junio), a los 58 años de edad. Dos errores más en las palabras del exordio se encuentran en las fechas erradas que se citan como años de publicación de estos libros de Bayer: “Carta abierta a un analfabeto político” fue editado en 1977, y no en 1968; “Gancho ciego”, en 1978, y no en 1964.
Tres meses antes del deceso, Tulio Bayer me hizo llegar un abultado paquete con recortes de prensa, cartas y otros documentos, sabedor como era de que me proponía profundizar en sus ideas y en su vida de combate, para elaborar un estudio sobre su extraña personalidad. Este material lo he repasado, una y otra vez, en busca de nuevos enfoques sobre los hechos que protagonizó a lo largo de su agitada –y por otra parte admirable– existencia.
Llevé a cabo dicho propósito en la novela “Ráfagas de silencio”, editada en junio del 2007, con ocasión –ahora sí– de los 25 años de su muerte. Soy gran conocedor de la vida y la obra de Tulio Bayer, en razón de la estrecha amistad que nos unió durante un año en Puerto Leguízamo (Putumayo) –él como médico del pueblo, luego de su expulsión de Manizales como secretario de Salud, y yo como ejecutivo bancario–, y por la compenetración sobre sus luchas y su pensamiento a través de la lectura repetida de sus libros, de la nutrida correspondencia que nos cruzamos y de numerosos enfoques sobre sus actos, de muy diversa índole, que guardo con celo en mis archivos.
Al tener en mis manos el libro de Bueno Osorio, que recibí por amable gesto del también periodista antioqueño Orlando Cadavid Correa, sentí como si el propio personaje, salido acaso de la ultratumba selvática, me visitara medio siglo después de nuestras andanzas por aquellas latitudes. Tal fue la emoción que me produjo este hecho sorprendente.
Y me dediqué de inmediato a leer la obra con gran atención. De entrada, me gustó la frase donde el autor define a Tulio Bayer como “doctor de selva y llano, fugaz y casi solitario guerrillero, exiliado en variopintas naciones, escritor de novelas, de diatribas políticas, y al final, solitario, impertinente y mordaz, como traductor de literatura científica para editoriales médicas…”
Conforme avanzaba en la lectura, se me fue revelando, en las palabras de Bueno, el propio lenguaje de Tulio Bayer, que conozco muy bien por la razones anotadas. En efecto, lo que ejecuta la obra es un rastreo hábil por los libros del biografiado. El texto cuenta la vida del personaje con base en numerosas páginas entrecomilladas –sacadas tanto de las obras de Bayer, como de otros autores que hablan sobre él–, y en la mayoría de los pasajes restantes, discurre, en apariencia, la pluma de Bueno Osorio, cuando en realidad se trata de frases textuales de Bayer, y de otros escritores, a las cuales no se les concede la atribución gramatical, es decir, la cita entre comillas.
Para adecuar los tiempos verbales, se hace la correspondiente conversión, o se introducen ligeros cambios: por lo general Bayer habla en presente en sus obras autobiográficas, y el libro que comento, en pasado. Esto puede observarse en el siguiente ejemplo:
Dice Tulio Bayer en la página 26 de “Carta abierta a un analfabeto político”: “El ejército (en minúscula) de Colombia tiene hoy la misión de guardabosques. Es el ejército emancipador de ayer, que hoy sirve para desalojar a los colombianos sin pan y sin esperanza”.
Dice Carlos Bueno Osorio en la página 113 de su texto: “El Ejército (en mayúscula la letra inicial) de Colombia tenía entonces la misión de guardabosques. Es el Ejército de ayer que sirve para desalojar a los colombianos sin pan y sin esperanza”.
El libro del periodista antioqueño aglutina en un solo texto, valiéndose de los artificios señalados (lo cual constituye un plagio literario), el recorrido humano e intelectual de este colombiano contestatario, idealista y mesiánico, que hizo de la rebeldía y la protesta un arma social. Tulio Bayer se equivocó de camino, pero siempre luchó contra la injusticia, el atropello y la sinrazón. Combatió a los poderosos en beneficio de los desprotegidos. Y nunca se doblegó, ni declinó en sus principios. Prefirió el hambre, la cárcel y el destierro a la sumisión.
Quien no haya leído los libros de Tulio Bayer, como yo lo he realizado varias veces con absoluta penetración mental, hallará en el texto recién editado la explicación de un destino batallador y justiciero. Bayer amaba a Colombia por encima de cualquier consideración, pero murió en el ostracismo. Este libro lo rescata del olvido.
En el párrafo final de la obra, Carlos Bueno Osorio hace la siguiente precisión, que registro con agrado: “A 25 años de su muerte, la figura de Bayer se perfila como la de un hombre íntegro que, como todos los hombres, intenta inútilmente hacer coincidir pensamientos y actos, equivocado con honestidad, me trae el recuerdo de un colombiano que amó desde la distancia a Colombia…”