Carlos Gaviria se «desnuda» ante Margarita Pidal
"Si se presentaran hechos que determinaran que la unidad del Polo o su posible éxito depende de que yo acepte o no una candidatura, yo no podría claudicar"
Margarita Vidal, El País, Cali
El presidente del Polo, Carlos Gaviria admite que los personalismos han afectado su partido. Asegura que la política de Uribe es como del Opus Dei.
"En Colombia, la falta de noción de lo público está íntimamente vinculada con algo mucho más grave y es que éste es un país sin ética. Aquí no hay propósitos plausibles que sean compatibles con una vida social civilizada. Lo que se evidencia en los procesos electorales y luego en las prácticas dentro de las corporaciones públicas y en el ejercicio del poder, es que están enredando la posibilidad de que los colombianos adquieran conciencia y respeto por lo público. En Colombia hacen falta reformas de fondo y, por encima de todo, una reforma a la educación. Aquí no hemos sido educados como sujetos autónomos que identifiquemos valores y nos los apropiemos, sino que todo nos ha sido impuesto. De esa manera hemos perdido muy fácilmente el rumbo porque no creemos mucho en las cosas impuestas. Yo creo que no hay un acto más libre que el de elegir caminos, darle sentido a la vida. Pero sin una profunda reforma social las personas no pueden erigirse en sujetos autónomos, en sujetos morales y por lo tanto no vivo eso como una contradicción, al contrario, creo que ese es el camino para llegar a la meta".
Jurista, catedrático, filósofo, seguidor impenitente de las doctrinas socráticas, ex magistrado de la Corte Constitucional, Carlos Gaviria dedica su vida a buscar claridad a través de la verdad y el conocimiento. Gaviria es actualmente el presidente del Polo Democrático, un joven partido político que se debate en apuestas personales porque hay demasiado cacique y poco indio, y porque los apetitos de poder, se reproducen en sus cuadros como hongos.
Los 2 millones 700 mil votos que sacó el Polo en las pasadas elecciones presidenciales son, en su mayoría, esencialmente gaviristas. Pero como están las cosas, todo parece indicar que, una vez más, la izquierda colombiana se enreda en sus contradicciones internas y podría echar por la borda la más clara posibilidad de ascenso al poder que ha tenido en toda su historia.
Usted ha dicho siempre que descree del poder y que nunca lo ha buscado. ¿Qué opina entonces de la forma como se busca en Colombia el poder?
La avidez de poder tiene cada vez más manifestaciones vergonzosas y que incluso los propósitos que impulsan a una persona a buscarlo –que deberían ser siempre ideológicos– han pasado a un plano secundario, porque lo que juega es la ambición personal.
¿No rescata ninguna ínsula política?
En todas partes se advierte lo mismo. Parece un fenómeno inherente a la política. Uno sueña con un partido en que los personalismos pasen a segundo plano y en el cual haya unidad en torno a una idea, pero cada vez veo con mayor claridad que ese es sólo un sueño.
¿Se arrepiente de haberse metido a la política?
No porque mi propósito era contribuir a formar un partido de izquierda democrática, que fuera una alternativa programática, donde no se repitiera el esquema del bipartidismo tradicional, que era falso, porque ambos tenían en el fondo los mismos propósitos y programas. Si la pelea es por la burocracia, entonces la paridad. Si es por la Presidencia, entonces la alternación. En Colombia ha faltado un auténtico pluralismo en el campo político donde se juegue una visión de estado y donde el triunfo de un partido signifique algo para la sociedad. López Michelsen refiriéndose a las críticas contra aquellos países con partido único, que decían que era la carrera de un solo caballo, afirmaba que en Colombia la carrera es de dos caballos pero de un mismo dueño.
Siendo pragmáticos, ¿qué cree haber logrado con su actividad en el Polo?
Que un mensaje claro sea aceptado: es posible construir en una sociedad cruzada por las armas y la violencia, una propuesta de izquierda que no tenga nada que ver con los movimientos armados. El crecimiento del Polo es testimonio de que ese mensaje ha calado.
Le siguen endilgando no haber sido suficientemente categórico en su discurso contra la lucha armada…
En principio pensaba que era ignorancia pero ahora no me cabe duda de que hay mala fe. Recientemente, cuando ocurrió la toma de las Farc del municipio Roberto Payán en Nariño, al día siguiente publiqué un comunicado repudiando el acto. Sin embargo, un columnista de El Tiempo decía que yo no había dicho esta boca es mía. Allí hay un deseo de deformar la realidad.
Lo mas importante para usted es llegar a la claridad a través del pensamiento y el conocimiento. ¿Qué tan clara tiene usted la situación en Colombia y sus causas?
Yo soy absolutamente socrático y lo que más admiro de Sócrates es que dedicó toda su vida a buscar claridad. Que uno la busque no significa que la alcance, pero en este momento tengo alguna claridad sobre lo que está ocurriendo en el país. A mi juicio, el presidente lo que quiere es consolidar un statu quo bastante inicuo que hay en Colombia, sin que la gente se percate de que ese es el punto central de su programa. No es que yo piense que una política de seguridad democrática es inútil o que un proyecto de izquierda debe excluirla. La seguridad debe hacer parte de todo proyecto político. Pero el concepto de seguridad democrática no se compagina con la política del doctor Uribe, porque, ante todo, ésta debe ser respetuosa de los Derechos Humanos y la del Presidente no lo ha sido.
¿Por qué está la sociedad colombiana tan desmoralizada?
Por muchos factores. Le cito uno: la propuesta platónica consistía en que el filósofo sería el que gobernara, pero sobre la premisa de que el hombre sabio y el virtuoso son uno mismo y que la tarea del gobernante es ante todo una tarea pedagógica: demostrar cuál es la virtud y cómo se practica. Aquí, por el contrario, y no creo que a alguien le quede duda, para lograr la reelección se compraron votos y se sobornó gente. Si ese ejemplo se da desde arriba, ¿qué conclusión puede sacar el ciudadano corriente? Si estamos en una guerra y para ganarla hay que matar inocentes ¿hay que hacerlo? pues entonces no nos quejemos de que haya en Colombia ese irrespeto total por la vida y una especie de anomia, en el sentido de que las reglas –ni las jurídicas, ni las morales– son capaces de conducir a la convivencia por cauces de civilización.
¿Qué opinión le merece el continuo enfrentamiento del presidente con la Corte Suprema, con líderes de Derechos Humanos o de la oposición?
El Presidente no sólo no ha entendido que la Constitución del 91 consagra un Estado Social de Derecho, sino de lo más elemental: el Estado de Derecho a secas. Reconocer que en él el ejercicio del poder tiene límites y debe haber varios poderes independientes. Él no entiende que las conductas de los gobernantes están limitadas por normas jurídicas; por eso, cada vez que cree conveniente trasponer esos límites, lo hace.
¿Y es que usted cree que está incurso en actos tan graves que pudieran motivar una investigación de ese tipo?
Desde luego. Muchos de los hechos ocurridos y que son atribuibles al gobierno, deberían ser objeto de análisis por parte de organismos internacionales. Los falsos positivos, por ejemplo, son gravísimos y uno se pregunta ¿cómo pudo ocurrir semejante horror? Dentro de ese tipo de conductas que desmoralizan a la sociedad, ¿a alguien le podrá quedar duda de que ha habido apoyo por parte de los paramilitares para la primera y la segunda elección del doctor Uribe? Me parece que cifrar el triunfo de una propuesta política en el respaldo de grupos criminales armados, configura una conducta muy complicada porque se puede hacer cómplice, incluso de delitos de lesa humanidad.
¿Volviendo atrás, cuál es el statu quo que Uribe quiere preservar?
El proyecto político del doctor Uribe se me parece mucho al religioso del Opus Dei, cuya filosofía es que la Divina Providencia le asignó un puesto y un rol en el mundo a cada persona, y ésta no puede aspirar a nada distinto. Para el doctor Uribe los pobres tendrían que resignarse a su situación y compartir lo poco que tienen entre sí. Pero ese criterio redistributivo se le agota frente a las grandes utilidades que devenga el sistema económico y político que vivimos. Seguramente ellos han sido privilegiados en función de una decisión providencial y deben mantener ese estatus para no trastornar esos designios. Esa lógica, que en religión puede ser respetable, en política resulta perversa.
Y calvinista desde el punto de vista económico, ¿no?
Claro que sí porque eso está, además, bastante de acuerdo con el tipo humano que el doctor Uribe representa. En una buena parte de Antioquia se instaló hace mucho tiempo una cierta filosofía calvinista que ha hecho compatibles dos cosas: un tipo tradicional, representante de la familia patriarcal, de lo que se considera correcto, de acuerdo con criterios religiosos y un tipo humano, emprendedor, que ha permitido que en Antioquia haya muchos aspectos de la modernidad. Yo pienso que el doctor Uribe es un típico representante del primer tipo de antioqueño.
Está sobre la mesa otra vez el tema del intercambio humanitario y la posibilidad de libertad para algunos secuestrados. ¿Cuál es su opinión sobre un tema que parece no tener salida?
Hay que hablar de acuerdo humanitario porque se debe tratar de humanizar un conflicto inhumano. Es un hecho que las partes no están dispuestas a observar las reglas del Derecho Internacional Humanitario. Son tan renuentes -y desde luego pongo en primer término a las Farc- para aceptar sus normas, que en el momento en que las partes en conflicto decidieran que el DIH va a regir la guerra en Colombia, éste desaparecería, porque el sólo hecho de que dijeran estar dispuestas a acatar normas, mostraría una actitud tan civilizada, que el conflicto podría terminar mediante otro mecanismo.
¿Le reconocería usted algún tipo de resultado a la política de seguridad del Presidente?
Es evidente que la seguridad se requiere y se necesita en Colombia y que se ha avanzado en ese terreno, pero también hay reconocer que sí existe un conflicto, inclusive para poder reclamar la vigencia del DIH. Por otra parte, la guerrilla se encuentra debilitada y ese es un logro que hay que mantener e incrementar –sin que el Estado deje de cumplir su función utilizando las armas– pero abriendo espacios que posibiliten la terminación más pronta y menos cruenta del conflicto.
¿Qué abrió la Caja de Pandora en Colombia?
En Colombia, durante mucho tiempo, la gente mantuvo su dirección por causas deseables, en función de la fe. Cuando la fe empezó a palidecer la gente no encontró a qué aferrarse. Eso indica una deficiente educación en el campo de la moral y de la ética. Las creencias religiosas son respetables, pero cuando el comportamiento social se cifra en una creencia que puede terminarse, una vez que esa creencia declina, se cree que todo es legítimo.
Se habla de divisiones en el Polo. ¿Qué pasa realmente?
Las discusiones de tipo ideológico son normales. Lo deseable frente a este hecho es que existan mecanismos democráticos para que, si no se llega a un consenso, se atengan a la regla democrática de seguir lo que determinen las mayorías. Por otra parte, uno advierte dentro del Polo la ansiedad de muchas personas para ser candidatos, por lograr alianzas para llegar a la Presidencia de la República.
Las ambiciones humanas son respetables cuando no sacrifican los propósitos del partido. Hoy hay actuaciones que revelan que han pasado a un primer plano los intereses personales y que el partido no tiene mucha importancia.
¿Quienes están en ese proceso?
No voy a citarle nombres. Mal haría yo como presidente del Polo en contribuir a que las divisiones se ahonden.
Usted sacó una cifra de votos impensable dentro de la izquierda ¿Por qué se desperdicia ese capital que se logró por medio de la unión en la figura suya?
Aprovecho esa pregunta para fijarle mi posición: yo no soy de quienes buscan el poder de una manera personal, ni he cifrado mi deseo de inmortalidad en ser Presidente de la República. No busco la candidatura, no busco el poder, pero sí debo decirle algo: yo no puedo rehuir responsabilidades. Si se presentaran hechos que determinaran que la unidad del Polo o su posible éxito depende de que yo acepte o no una candidatura, yo no podría claudicar.
Ha resucitado en usted esa vocación porque hace un tiempo estaba muy aburrido con el ejercicio político.
Es cierto y usted puso de presente algo muy importante al hablar del éxito del Polo en las elecciones presidenciales y de que, al unirse, la izquierda salió de la marginalidad.
Nosotros no podemos tirar por la borda el relativo grado de unidad que hemos logrado.