7 de julio de 2022
Directores
Orlando Cadavid Correa
Evelio Giraldo Ospina
Orlando Cadavid Correa
Evelio Giraldo Ospina
Jorge Enrique Robledo


La primera reacción de Gustavo Petro al preguntarle por la visita de su hermano a La Picota, fue justificarla como positiva. Pero, acosado por la indignación nacional, tras varios días defendiéndola, cambió el relato y se declaró víctima de una gran conspiración política en su contra. Ahí está pintado.


Como las elecciones han puesto sobre el tapete la muy profunda crisis económica y social de Colombia y qué hacer para reversarla, se ha vuelto a poner al orden del día el modelo de economía de mercado impuesto en el país. Inclusive, se ha visto a Rudolph Hommes, contra evidencia, echando los mismos cuentos que echó como ministro de Hacienda tres décadas atrás. No sobra entonces hacerle un balance a lo ocurrido.


No son pocas las cosas que irritan en Colombia, empezando por la gran corrupción que se enseñorea en los gobiernos, la política y los grandes negocios privados. Indignan también el gran desempleo y la pobreza y el hambre que van con él, incluido que a cinco millones de compatriotas los obliguen a irse al extranjero a buscar trabajo.


En La Patria del 16 de mayo de 2004, el ministro que negoció el TLC con Estados Unidos fue capaz de decir: “mil y mil gracias por los subsidios (agrícolas extranjeros), porque nos permiten, por ejemplo, comprar trigo barato convertirlo en pan y pasta, que son productos de consumo popular”.


Cuando se acercan las elecciones, decía con humor un amigo, aparece en Colombia una nueva ocupación: Ingeniero Electoral, una manera de señalar que llegó la temporada de las interminables cábalas sobre cómo se repartirán los votos y quiénes serán los ganadores.


Milton Friedman, el premio Nobel de Economía y uno de los padres de la teoría neoliberal, tiene una frase famosa que dice así: “hay una y solo una responsabilidad social de las empresas, cual es la de utilizar sus recursos para conseguir utilidades”.


Con esta los invito a construir un gran acuerdo económico, social y político, que represente los intereses de los empresarios y de los sectores populares y las clases medias, a partir de reconocer que Colombia opera muy por debajo de su potencialidad.


Está comprobado que Colombia es uno de los países más corruptos del mundo, tanto, que su corrupción no es de ovejas descarriadas sino sistémica, es decir, de un sistema de alianzas entre políticos, funcionarios públicos y particulares que les roban 50 billones de pesos al año a la Nació.


Como se advirtió que pasaría, Colombia está entre los países a los que peor les ha ido con la pandemia, tanto en términos de salud –enfermos y muertos–, como económicos y sociales. Y era de esperarse, porque las crisis sanitarias ponen a prueba la capacidad de resistencia de las naciones.


La primera decisión sobre las elecciones de 2022 consiste en escoger entre el continuismo y el cambio. Si reelegir o no las pésimas políticas de Iván Duque, las mismas que precipitaron los estallidos sociales de 2019 y 2021.
