15 de febrero de 2025
Columnistas


Decía mi abuelo que lo mejor era no dar explicaciones, porque por lo general, cuando se daban estas uno se enredaba.



Cuántas veces nos dijeron que “la justicia cojea pero llega”. Lo único que no nos explicaron era adónde llegaba porque aquí todavía la estamos esperando.


El Barquero le da cuerda al reloj de sus nostalgias estudiantiles. Fueron años marcados por nuestros pasos en los claustros de la Universidad de Caldas, cuando compartíamos pupitres con el inmolado líder de la Unión Patriotica, Bernardo Jaramillo Ossa.


Crece el odio racial en el país de “el sueño americano” y aumenta en la medida en que esta poderosa nación se transforma en el gendarme del mundo.


Recuerdo que en los circos, al menos los de hace ya bastantes años, los payasos tenían entre sus chistes, durante la función, una parte en el que organizaban una pelea.


“La suerte se echó” y rodaron los dados, no hubo parto normal ni cesárea, se dio el “aborto” de las candidaturas con solemne bautizo e imponiendo la impronta del aval.


Mirando el diario local, porque poco tiene para leer, me encontré en su sección de “Hace 25 años” una perla que bien cae para los días preelectorales que vivimos.


De estatura mediana. Cuerpo grueso, no adiposo. Su rostro es un depósito de diminutas cicatrices. Mirada penetrante. Risa franca. Caluroso en el diálogo. Se llama Carlos Uriel Naranjo.


Comparada la hoja de vida del doctor Carlos Uriel Naranjo con la de los demás candidatos, es la única sobre la cual no existe el más mínimo señalamiento o manto de duda.
