29 de abril de 2025

La confesión de Judas

Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
15 de abril de 2025
Por Óscar Domínguez
Por Óscar Domínguez
Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
15 de abril de 2025

¿Judas, cómo le va en su eternidad?

Señor Judas, porque todo ha subido. En cuanto a lo que llamamos eternidad, es más de lo mismo per secula seculorum. Sigo pensando que el cielo es demasiado premio y el infierno demasiado castigo. Es más: si no fuera porque han cambiado las cosas, cambiaría de religión. Otra pregunta.

¿Quién lo puso Judas?

No sé. De pronto mi papá, que era tan célebre, me acomodó ese nombre para que me ganara algún concurso de los sin tocayo en Judea, donde vivíamos. A mi mamá jamás le sonó ese nombre. No rimaba con nada.

Supongo que se ganó el concurso ese. En ningún directorio telefónico aparecen un Judas o un Iscariote ni para remedio.

Averigüe primero antes de preguntar. Hubo un Judas Macabeo y un san Judas Tadeo, apóstol, hermano de Santiago el Menor, para más señas. ¿Pero después del mandado que me tocó hacer quién se le mide a llamarse como yo? Ni Mandrake.

El solo nombre suyo asusta…

Uno se parece a su nombre. No soy la excepción. ¿Qué tal llamándome Enrique Omar u Óscar Héctor, como cualquier jugador de fútbol argentino? ¿Qué hay en un nombre?, se preguntaba Shakespeare.

¿Usted de dónde era?

Yo no nací, a mí me fundaron. Me llamo Judas e Iscariote es mi sobrenombre. Significa algo así como «el hombre de Queriyyot», que era una aldea de Judea donde me reclutó Jesús para su tribu de pescadores. Al contrario de Mafalda, me tomaba la sopita, o sea, era buena persona. Tiraba el anzuelo y los peces picaban enseguida. Como ve, a falta de biógrafo certero, me toca hablar bien de mí mismo. Si uno no escribe la historia, se la escriben.

¿Su madre qué decía de usted?

Me quitó el saludo y la mirada durante un buen tiempo. Después me perdonó. Mamá es mamá aquí y en Cafarnaum. Era bella como una nube que pasa. Como un arcoíris. Hacía un dulce de dátiles riquísimo.

¿No se arrepiente de lo que hizo?

Esa es la pregunta del millón de talentos. Mi actuación estaba cantada por los profetas. Jesús también la anunció varias veces. Claro que en el papel yo era dueño de mi libre albedrío. Pero descubrí que libre albedrío es hacer lo que a uno le dictan. Las profecías conspiraban contra mí. Y escrito está: profecía mata albedrío.

¿Y cómo redondeó la entrega?

Elemental, querido Watson de tierra fría: los escribas y fariseos, como quien dice, la oposición de entonces, eran unos tipos más malos que la comida de la cárcel, o como malandros de verdad que logran la casa por cárcel sin merecerlo. Pues bien: preocupados por el protagonismo de Jesús, me dañaron el cerebro con 30 monedas de plata que hoy no alcanzarían ni para ir a vespertina. Yo le conocía todos los metederos al Maestro. Cuando se perdía, sabía dónde encontrarlo. El resto fue obra de carpintería.

¿Amó usted alguna vez?

Yo nací sin capacidad de sonreír, y un hombre que no sonríe no ama. El hombre que no ríe es capaz de matar a la mamá, dijo san Isidoro de Sevilla, un santo más raro que un burrito a cuadros, como el que (no) montó Jesús el Domingo de Ramos. Tenía razón el viejo “Isi” y le sobraba para hacer milagros. La ausencia de sonrisa fue un inridemasiado tenaz que me tocó vivir. ¿Cómo enamorar así a una muchacha? Si jamás sonreí, como Aleida, la de Vladdo, menos podría ser feliz. ¿No ve que hasta los pintores me plasman en los cuadros con una pinta de fabricante de horcas hasta rara? Da Vinci me pintó en su cuadro de la Última Cena con cara de malas pulgas (foto). Dijo en su momento que Judas “ha de ser pintado con un rostro que exprese toda su maldad”. Y abunda en información, según la biografía Leonardo, el vuelo de la mente, del inglés Charles Nicholl: “Así que desde hace un año, tal vez más, todos los días, por la mañana y por la tarde, acudo al Borghetto, donde había la más baja e innoble ralea, gentes muchas de ellas depravadas y perversas, con la esperanza de encontrar un rostro de tan maligno personaje”. Y me dibuja regando el vino, cuando lo cierto es que yo prefería bebérmelo. También despachaba el vino de algunos discípulos zanahorios que se anticiparon a los Alcohólicos Anónimos. Con razón dice el salmista (104, 13) que el vino “alegra el corazón del hombre”. Mi suerte no se la deseo ni a mi peor amigo. Hasta en la película de Gibson quedo pagando, esconderos a peso. En esa cinta tengo la cara que querría para alguno de mis enemigos. O para algún político corrupto.

¿Se sintió bien interpretado por Gibson?

Callo, luego dudo. Además, el derecho al pataleo no serviría de nada.

¿Algún aporte suyo a la humanidad?

Ingresé al diccionario con el incómodo sinónimo de traidor. ¿Le parece poco? Además, judas también se llama un gusano de seda que se engancha al subir al embojo y que muere colgado al hacer su capullo. Es lo que dice Google. O el diccionario, no sé de dónde pirateé ese dato. Yo también morí colgado pero con hache intermedia, o sea, ahorcado, me apliqué algo así como la eutanasia con soga. Mateo, mi colega apóstol, lo cuenta así en su evangelio: «Y arrojando las monedas de plata en el templo, se retiró, se fue y se ahorcó». Judas, para acabar de completar, es un muñeco de paja que colocan en algunas partes durante la Semana Santa para quemarlo. Protesto porque yo también tengo mi corazoncito.

¿Algún amigo?

“Mis amigos, no hay amigos”. Bueno, de pronto Martín Scorsese, el director de cine italiano que me pone de amigo de Jesús en su película La tentación de Cristo, que casi no dejan ver en Colombia. Scorsese sí sabía dónde ponían las garzas. Han debido darle el Óscar por su cinta. Judas propone y Hollywood hace lo que le da la gana. También me trama el griego Nikos Kazantzakis, quien en su novela La última tentación me ve como un revolucionario. Le agradezco el detalle, máxime si por hablar bellezas de mí le enmochilaron el Nobel de Literatura.

¿Lo que más le dolió de todo?

La hermosa frase que me lanzó Jesús después de decirme «amigo», en el huerto de Getsemaní: «¿Judas, con un beso entregas al Hijo del Hombre?”. Fue lo más bello y demoledor que escuché en vida. Me volvió hilachas el alma. Confieso que me todavía me duele cantidades haber recurrido a un rito tan bello como el del beso para entregar a mi Maestro. Pero como dice el tango, “un tropezón cualquiera da en la vida”.

Ni modo de negar que fue usted el de la traición. Todos los evangelistas lo pillaron…

También a Pedro lo pillaron negando al Maestro, antes de que el gallo cantara tres veces. Jesús tuvo que caminar sobre las aguas para convencer a Pedro, quien nos decía después del cuarto vinillo: “¿Cómo creer en un tipo que ni siquiera sabe nadar y prefiere caminar sobre las aguas?”. Además, Pedro, muy escamoso él, se quedaba dormido en todas partes. Pero a él la historia lo absolvió. No podía caminar y respirar al mismo tiempo, como los presidentes made in USA. Pero tenía más palancas políticas que quién sabe quién. La historia se repite porque carece de imaginación, le oí decir a uno de los escribas que me sobornó. Claro que ellos tiraron la piedra y escondieron la mano. “Yo a vos no te conozco”, me dijeron cuando les pedí ayuda después de que crucificaron a Jesús.

¿Se llevó bien con alguno de los apóstoles?

Todos me tenían bronca. Cuando proponía echar una canita al aire, jugar tute o dado, salir con alguna nazarena liberada, me escurrían el bulto. Sólo les gustaba pescar, pescar y pescar, y dormir, dormir y dormir.

¿De los cuatro evangelistas cuál le dio más duro a usted?

Soy respetuoso de la libertad de expresión. En eso parezco un burócrata de la SIP. Ellos hicieron lo suyo y yo el mandado que me pusieron a hacer. El reportero Juan (ahora le dicen evangelista) se las daba de muy bien datiado. No quebraba un plato. Era lo que podría llamarse un tipazo. Tenía en Jesús su Garganta Profunda, como le decía el Comino Abella a sus fuentes de alta infidelidad. Tenía vara con el “Hijo del Hombre”. Por eso su evangelio es más sustancioso que el que escribieron los demás. En Juan está toda la película. Bueno, hasta ahora que está que aparece mi propia versión.

¿Cómo dijo que dijo?

Lo difundió hace unos años la National Geographic en su canal de televisión. Le resumo: es el Evangelio de Judas, de apenas 26 páginas. Está escrito sobre un papiro al que apenas ahora le están dando plena autenticidad. Queda claro que yo no era ningún ogro. Me tocó hacer el trabajo sucio, y aguantarme toda la varilla que me han dado. Ya verán cómo salgo reivindicado como el apóstol preferido de Jesús.

¿Usted dónde anda ahora?

He caminado más que un exsecuestrado por las FARC. Pero me salvé a último momento. Dios, que es grande —medía uno con noventa—, me perdonó. Por eso creo que, al final, Chucho, como lo decían sus compañeritos de escuela, me aceptó como su amigo. Era un parecero chévere. No como reporteros como usted. Me asomé al alma suya y me asusté.

Creo no le quito más tiempo, señor Judas.

Abro el paraguas y me voy con mi cruz a otra parte… Cambio y fuera. Tampoco le quito más tiempo desde mi eternidad…