La mala educación en la era digital: whatsApp y las redes sociales como catalizadores

En la actualidad, uno de los fenómenos más visibles y preocupantes de la sociedad moderna es la falta de educación en las interacciones cotidianas, un comportamiento que se ha visto potenciado por el uso masivo de plataformas de mensajería como WhatsApp, Telegram y las redes sociales. Esta tendencia ha permeado todos los niveles de la sociedad, desde las esferas más altas del poder hasta los estratos más comunes, y ha cambiado la forma en que nos relacionamos, afectando no solo nuestras relaciones personales, sino también el entorno profesional y organizacional.
La decisión personal: ¿Quién Responde a los Mensajes?
Es cierto que cada persona tiene el derecho de decidir a quién responderle un mensaje, ya sea en WhatsApp, Telegram u otras plataformas similares. La decisión de contestar o no es una prerrogativa personal, y el tiempo, las prioridades y las circunstancias pueden influir en la elección de a quién se responde y cuándo. Sin embargo, la delgada línea entre la libertad personal y la responsabilidad profesional parece haberse difuminado, especialmente cuando hablamos de individuos que ocupan cargos corporativos, empresariales o gubernamentales.
La falta de responsabilidad de quienes están en el poder
Lo que realmente pone en evidencia una falta de educación es cuando personas en posiciones de poder, como ejecutivos, empresarios, funcionarios públicos y líderes de cualquier índole, optan por ignorar los mensajes que reciben, especialmente aquellos relacionados con sus responsabilidades laborales. Es de mala educación, y casi un acto de desdén, no responder a los requerimientos de quienes, justamente por el cargo que se ocupa, se ven en la necesidad de contactarlos.
Los mensajes que se envían a estas personas no son banales ni informales: suelen ser consultas, solicitudes de información, tareas pendientes o asuntos de trabajo que, si no se responden de manera oportuna, afectan el buen funcionamiento de una empresa o institución. Ignorar estos mensajes no solo refleja una falta de consideración hacia los demás, sino también una irresponsabilidad por parte de quienes deben velar por el cumplimiento de sus funciones.
La mala educación que se instaura en todos los niveles
Lo alarmante de esta tendencia es que no solo afecta a las grandes esferas de poder. Se ha instaurado como una mala práctica que se ha extendido a mandos medios y, en muchos casos, a las interacciones cotidianas entre individuos comunes. En lugar de priorizar la cortesía, la responsabilidad y el compromiso con los demás, muchos optan por ignorar mensajes o demorar sus respuestas sin justificación, como si el simple acto de responder un mensaje fuera una carga pesada.
Esta falta de educación no solo afecta el ámbito laboral, sino que también tiene implicaciones sociales. El no responder a un mensaje se interpreta como un desprecio, una señal de indiferencia que daña las relaciones interpersonales y, en algunos casos, puede generar malentendidos innecesarios.
Consecuencias y responsabilidad institucional
Este comportamiento, lejos de ser algo aislado, se ha convertido en una práctica generalizada que no debería ser tomada a la ligera. Las organizaciones, empresas e instituciones deben reflexionar sobre la importancia de mantener una comunicación fluida, respetuosa y eficiente, y entender que la falta de respuesta en temas laborales o institucionales es una conducta que debe ser corregida.
En este sentido, las consecuencias deberían ser claras. Las organizaciones deben implementar políticas claras de comunicación interna, donde se establezcan plazos razonables para responder mensajes o solicitudes relacionadas con el trabajo. De lo contrario, estaríamos fomentando una cultura de desinterés que podría afectar la productividad, el buen clima organizacional y la confianza en las instituciones.
El cambio está en nuestras manos
En un mundo donde la tecnología ha facilitado la comunicación, la educación y el respeto deberían seguir siendo los pilares fundamentales de nuestras interacciones, tanto en el ámbito personal como profesional. Es hora de que reflexionemos sobre el uso que le damos a las plataformas digitales y cómo estas afectan nuestra forma de relacionarnos.
Responder a los mensajes no debería ser visto como una obligación, sino como una muestra de respeto, compromiso y profesionalismo. Si en la era digital seguimos permitiendo que la falta de respuesta se convierta en una costumbre aceptada, perderemos una de las cualidades más valiosas de la comunicación: la cortesía.