Bukele en su mejor momento con el gobierno de Trump

El Salvador, 18 de marzo de 2025. La estrategia migratoria de Donald Trump ha encontrado en Nayib Bukele un socio inesperado pero altamente eficaz. El Salvador no solo se ha convertido en un destino clave para los deportados bajo el endurecimiento de las políticas estadounidenses, sino que ha servido como plataforma para que Bukele proyecte su liderazgo a nivel mundial. En un movimiento calculado, el mandatario salvadoreño ha utilizado la crisis migratoria como una oportunidad para consolidar su imagen de gobernante implacable, fortaleciendo su relación con Trump y otros actores clave del poder en Washington.
El Salvador: de receptor de deportados a pieza clave en la política estadounidense
El fin de semana pasado, cientos de venezolanos fueron deportados desde Estados Unidos a El Salvador en una operación polémica que provocó reacciones en ambas naciones. La administración de Joe Biden, a pesar de su discurso más moderado sobre migración, no logró frenar el proceso. Mientras tanto, Bukele no perdió la oportunidad de capitalizar el momento.
A través de un video de tres minutos, difundido en sus redes sociales, el mandatario salvadoreño mostró imágenes impactantes: hombres esposados descendiendo de un avión, vigilados por agentes fuertemente armados, antes de ser trasladados a prisión. Una banda sonora de ritmo acelerado acompañaba las escenas, reforzando la narrativa de orden y control absoluto.
El video no solo fue una muestra de poder interno, sino un mensaje claro hacia Washington. Bukele no se limitó a recibir a los deportados, sino que desafió abiertamente la autoridad del sistema judicial estadounidense. Cuando un juez federal intentó bloquear los vuelos, el presidente salvadoreño reaccionó con ironía en X (antes Twitter): “Uy… demasiado tarde”, acompañado de un emoticono de risa.
El gesto no pasó desapercibido. Trump, siempre atento a los símbolos de autoridad y determinación, respondió con un mensaje de agradecimiento: “¡No olvidaremos!”. La interacción dejó en evidencia la creciente sintonía entre ambos líderes. El multimillonario Elon Musk y el senador Marco Rubio también compartieron el material en redes, amplificando su impacto.

Bukele redefine el liderazgo en América Latina
Bukele, quien asumió la presidencia en 2019 con solo 37 años y fue reelegido con una mayoría aplastante en 2024, ha sabido construir una marca política basada en la combinación de mano dura, populismo digital y un discurso anti-establishment. Su imagen, siempre cuidadosamente cultivada, oscila entre el joven disruptivo con gorra y gafas de aviador, y el gobernante autoritario que no teme usar la fuerza para imponer el orden.
El salvadoreño ha convertido el combate a la criminalidad en su bandera, aplicando medidas extremas como el estado de excepción que rige desde 2022. Bajo esta normativa, las autoridades han encarcelado a más de 85.000 personas sin un debido proceso, según denuncias de organismos de derechos humanos. Sin embargo, la estrategia ha sido efectiva en términos de percepción pública: El Salvador, antes dominado por pandillas como la MS-13 y el Barrio 18, ha visto una drástica reducción en sus índices de homicidios.
Bukele no se esconde de las críticas. Al contrario, las convierte en parte de su narrativa. Cuando sectores internacionales lo acusan de autoritarismo, él responde con sarcasmo y desafío. Se autodenomina “el dictador más cool del mundo mundial”, apropiándose del término para fortalecer su imagen de líder inquebrantable.
Su gobierno ha perfeccionado el uso de la propaganda visual. Imágenes de reos hacinados en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) —una mega prisión con capacidad para 40.000 internos— recorren el mundo, enviando un mensaje claro: en El Salvador, el crimen no tiene cabida.

Una alianza con Trump
La cercanía de Bukele con Donald Trump se ha intensificado en los últimos meses. La visita del senador Marco Rubio a San Salvador dejó entrever un pacto que va más allá de las deportaciones venezolanas. Durante la reunión, el presidente salvadoreño ofreció recibir delincuentes de cualquier nacionalidad a cambio de pagos por parte de Estados Unidos. En la lista de potenciales deportados, según Rubio, figuran miembros de pandillas como la MS-13 y el Tren de Aragua.
El acuerdo, que incluye una compensación económica de 6 millones de dólares, ha generado polémica. La Casa Blanca evitó detallar los términos del convenio, limitándose a decir que los deportados eran presuntos criminales. Sin embargo, las autoridades estadounidenses no presentaron pruebas concretas sobre los cargos de los deportados, lo que generó incertidumbre entre las familias venezolanas afectadas.
Más allá del componente económico, la estrategia beneficia tanto a Bukele como a Trump en sus respectivos proyectos políticos. Para el expresidente estadounidense, la colaboración con El Salvador refuerza su discurso de “tolerancia cero” contra la inmigración ilegal, clave para su base electoral en las elecciones de 2024. Para Bukele, la asociación con Trump no solo le permite consolidarse como un aliado confiable de los republicanos, sino que le otorga proyección global.
El factor MS-13: la pieza incómoda en la estrategia de Bukele
Aunque Bukele ha construido su reputación como el líder que doblegó a las pandillas, su relación con la MS-13 sigue siendo un tema incómodo. Investigaciones del Departamento de Justicia de EE.UU. sugieren que su gobierno habría negociado con cabecillas de la organización para reducir la violencia a cambio de privilegios carcelarios.
Según informes, altos funcionarios salvadoreños habrían facilitado la fuga de un líder pandillero requerido por la justicia estadounidense. En respuesta, el Departamento del Tesoro impuso sanciones a miembros del gobierno de Bukele en 2021.
El mandatario niega rotundamente cualquier pacto con la MS-13. No obstante, su insistencia en recibir deportados salvadoreños que pertenecieron a la pandilla ha generado sospechas. La embajadora salvadoreña en Washington, Milena Mayorga, reveló que Bukele solicitó específicamente el envío de cabecillas de la MS-13. “Fue un tema de honor”, afirmó.
Los primeros vuelos con estos deportados ya aterrizaron en San Salvador. Según el plan gubernamental “Cero Ocio”, permanecerán encarcelados durante al menos un año, obligados a realizar trabajos y asistir a talleres de rehabilitación. Bukele celebró la operación con un mensaje contundente: “Los primeros de muchos”.
¿Hacia un nuevo liderazgo hemisférico?
El ascenso de Nayib Bukele a la escena internacional ya no es un simple fenómeno regional. Con el respaldo de Trump y su inquebrantable control sobre El Salvador, el mandatario ha logrado lo que pocos líderes latinoamericanos: ser visto como una figura clave en la agenda política de Washington.
Su enfoque despiadado contra el crimen y su dominio de la narrativa digital han convertido su modelo en un referente para otros gobiernos que buscan recuperar el control en sociedades golpeadas por la violencia. Pero su estilo confrontacional y su acumulación de poder también generan dudas sobre los límites de su autoridad.
A medida que se acercan las elecciones en Estados Unidos, la relación entre Bukele y Trump podría redefinir el papel de El Salvador en la política internacional. Lo que comenzó como una estrategia de seguridad se ha transformado en un juego geopolítico donde Bukele, lejos de ser un simple aliado, busca consolidarse como un actor de peso en el tablero global.