Trump y el impacto de los nuevos aranceles en América Latina

Washington, 11 de febrero de 2025. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha vuelto a recurrir a su estrategia de nacionalismo económico al imponer un arancel del 25% sobre todas las importaciones de acero y aluminio, una medida que entrará en vigor el 4 de marzo. La decisión, presentada por el mandatario como un mecanismo para fortalecer la industria nacional, ha desatado una ola de preocupación tanto en la comunidad empresarial estadounidense como entre los principales socios comerciales de Washington, especialmente en América Latina.
El proteccionismo como bandera política
Desde su primera presidencia, Trump ha hecho del proteccionismo un eje central de su política económica, argumentando que las importaciones baratas perjudican a los trabajadores estadounidenses. Sin embargo, los efectos de estas medidas han sido más complejos de lo que su retórica sugiere. En 2018, cuando el republicano impuso aranceles similares, la industria nacional no experimentó el auge prometido, y sectores clave como la automoción y la construcción sufrieron un aumento de costos que se trasladó a los consumidores.
Ahora, Trump insiste en la misma receta sin ofrecer alternativas para mitigar sus impactos negativos. «Es el 25% sin excepciones ni exenciones», afirmó el mandatario desde el Despacho Oval, advirtiendo que podría ampliar la medida a otros sectores como el automotriz y el farmacéutico.
Reacciones y riesgos globales
Los principales socios comerciales de Estados Unidos ya han expresado su descontento. Canadá y México, que juntos representan más del 60% del aluminio importado por EE.UU., evalúan posibles represalias comerciales. China, por su parte, ha respondido con aranceles recíprocos sobre bienes estadounidenses valorados en 14.000 millones de dólares, en una escalada que recuerda a la guerra comercial desatada durante la primera administración Trump.
El proteccionismo estadounidense amenaza con desequilibrar aún más el mercado global del acero, un sector que ya enfrenta una sobreproducción significativa, especialmente en Asia. Mientras Pekín ha reducido drásticamente su consumo interno, Trump parece decidido a desenterrar viejas disputas comerciales en un momento en que la economía mundial aún enfrenta los efectos del frenazo post-pandemia.
El impacto en América Latina
Para América Latina, los efectos de esta medida podrían ser devastadores. México, que envía más del 80% de sus exportaciones de acero y aluminio a Estados Unidos, verá encarecerse su acceso al mercado estadounidense, afectando industrias como la aeronáutica y la construcción. Argentina, séptimo mayor exportador de aluminio a EE.UU., enfrenta la amenaza de perder el acceso preferencial que logró negociar en 2018. En Colombia, las cámaras de comercio advierten que más de 750 millones de dólares en exportaciones de estos metales están en riesgo.
Los antecedentes no son alentadores. En su primer mandato, Trump impuso aranceles similares que, lejos de beneficiar a la industria estadounidense, generaron aumentos de precios y pérdidas de empleos en sectores que dependen de estos insumos. Empresas automotrices y fabricantes de bebidas vieron sus costos dispararse, lo que terminó afectando a los consumidores.
Un arma de doble filo
Si bien la retórica de Trump apunta a fortalecer la producción nacional, los efectos de esta política pueden resultar contraproducentes. La dependencia de Estados Unidos de las importaciones de acero y aluminio es significativa: en 2023, el 80% del aluminio utilizado en el país provino del exterior. Con una oferta local insuficiente y una demanda constante en sectores como la construcción y la energía, el resultado más previsible es un alza en los precios internos y una menor competitividad global.
Trump, sin embargo, parece más enfocado en capitalizar políticamente estas decisiones que en evaluar su impacto real. En un año electoral, su estrategia apunta a reforzar su imagen de defensor de los trabajadores industriales, aunque la historia demuestra que este tipo de medidas suelen generar más perjuicios que beneficios.
El proteccionismo ha vuelto al centro del escenario político estadounidense, pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿es esta la mejor estrategia para un país que, a pesar de su discurso nacionalista, sigue dependiendo del comercio global?