15 de febrero de 2025

Venezuela, entre la presión internacional y las promesas de Trump: ¿un cambio inminente?

16 de enero de 2025
16 de enero de 2025
Crédito: Donald Trump

Barcelona, 16 de enero de 2025. Con un panorama político lleno de tensiones y promesas de alto calibre, Donald Trump ha señalado un ambicioso objetivo para un posible segundo mandato: la destitución de Nicolás Maduro en Venezuela. Este planteamiento busca resolver una crisis política y humanitaria que ha marcado el rumbo de América Latina durante más de una década y amenaza con seguir desestabilizando la región si no se toman acciones contundentes.

Un régimen aislado, pero consolidado

Nicolás Maduro, quien asumió el poder en 2013 tras la muerte de Hugo Chávez, representa la continuidad de un proyecto político que ha devastado a Venezuela. Aunque en noviembre de 2024 juró un nuevo mandato de seis años, su reelección fue ampliamente rechazada. Elecciones calificadas como fraudulentas dieron pie a un escenario donde líderes opositores como Edmundo González terminaron en el exilio, mientras que figuras clave como María Corina Machado permanecieron meses en la clandestinidad.

El costo de este régimen ha sido enorme: desde 2013, aproximadamente ocho millones de venezolanos han abandonado su país, escapando de una crisis económica, social y política sin precedentes. En paralelo, la tasa de criminalidad ha alcanzado niveles alarmantes, con Caracas posicionada como una de las ciudades más peligrosas del mundo.

A nivel internacional, la estrategia de Maduro de forjar alianzas con actores adversos a los intereses occidentales, como Irán, genera una preocupación creciente. Informes recientes señalan la instalación de una base de desarrollo de drones iraníes en territorio venezolano, consolidando el país como un punto estratégico para potencias hostiles en el hemisferio.

Trump propone una nueva fórmula: presión y amenaza

La respuesta de Trump ante este escenario plantea una combinación de incentivos y coerción. En su visión, el régimen de Maduro podría ser desmantelado a través de un plan estratégico que ofrezca exilio seguro a Maduro y su círculo cercano, acompañado de amnistía para militares y oficiales que deserten y apoyen una transición democrática.

Sin embargo, el punto de inflexión radica en la amenaza de una intervención militar estadounidense. Trump cita como precedente la operación que en 1989 derrocó al dictador panameño Manuel Noriega. Según su equipo, un movimiento rápido y contundente podría desalojar a Maduro, restaurar el orden democrático e iniciar una nueva etapa en Venezuela sin necesidad de un despliegue militar prolongado.

“El régimen de Maduro solo cederá ante una amenaza real y tangible. La historia nos demuestra que los líderes autoritarios rara vez renuncian al poder por medios pacíficos si no se enfrentan a consecuencias inmediatas”, comentó un asesor cercano al expresidente.

Los límites de las estrategias anteriores

Las políticas de sanciones económicas, implementadas tanto por la administración de Trump como por la de Biden, no han logrado quebrar el control de Maduro. Incluso medidas más drásticas, como la recompensa de 25 millones de dólares por su captura, han demostrado ser insuficientes.

En paralelo, los intentos de promover un cambio político interno, como ocurrió en 2019 con el levantamiento popular liderado por Juan Guaidó, han fracasado debido al férreo control que el régimen mantiene sobre las fuerzas armadas y los recursos del Estado. La estrategia de Maduro de facilitar la migración masiva también ha servido para desmovilizar a la oposición interna, al reducir el número de ciudadanos descontentos y con capacidad de organización.

Implicaciones internacionales y riesgos para Estados Unidos

La posibilidad de una intervención militar, aunque atractiva en términos estratégicos, no está exenta de riesgos. Venezuela, aunque militarmente débil, podría convertirse en un escenario complicado debido a las posibles represalias de actores externos como Irán, Rusia o incluso Cuba, aliados históricos del régimen chavista. Además, una operación de este tipo podría provocar un incremento en la migración hacia países vecinos y Estados Unidos, exacerbando una crisis humanitaria que ya ha alcanzado niveles críticos.

Para la administración Trump, el desafío no solo radica en la ejecución de una estrategia efectiva, sino en convencer a la opinión pública y a la comunidad internacional de que dicha intervención es necesaria y moralmente justificable. Los costos políticos y humanos de una acción militar podrían generar divisiones internas y críticas de aliados tradicionales.

¿Un cambio inminente?

A pesar de las dificultades, Trump considera que derrocar a Maduro no solo es una cuestión estratégica, sino también moral. “El régimen ha robado elecciones, reprimido a su gente y sumido al país en una crisis humanitaria sin precedentes. Ha llegado el momento de actuar con determinación”, afirmó en un reciente mitin.

Para el expresidente, este movimiento no solo representaría una victoria política en su agenda internacional, sino también un mensaje claro para otros regímenes autoritarios del mundo: la paciencia de Estados Unidos tiene un límite.

Un reto histórico para América Latina

La salida de Maduro, de concretarse, marcaría un punto de inflexión no solo para Venezuela, sino para la región. Una transición hacia la democracia podría sentar un precedente de recuperación política y económica en un país que alguna vez fue un referente de prosperidad en América Latina.

Sin embargo, el camino está plagado de incertidumbre. La capacidad de Estados Unidos para liderar este proceso dependerá no solo de su fuerza militar, sino de su habilidad para construir una coalición internacional que respalde esta iniciativa.

Mientras tanto, millones de venezolanos dentro y fuera de su país siguen esperando que termine una pesadilla que ha durado demasiado tiempo. La pregunta clave es si el liderazgo de Trump será capaz de transformar sus palabras en acciones efectivas, o si esta será otra promesa que se desmorona ante la complejidad de la realidad política.