Risaralda al frente del OCAD Regional

Pereira, 29 de enero de 2025. En un acto de política regional, el gobernador de Risaralda, Juan Diego Patiño, asumió el liderazgo del OCAD Regional de Regalías, una plataforma clave para la asignación de recursos de las regalías del país. Con un presupuesto proyectado de 460 mil millones de pesos para este año, Patiño se comprometió a priorizar proyectos que, según él, buscarán reducir las brechas sociales entre los departamentos del Eje Cafetero y Antioquia. Sin embargo, las promesas de desarrollo social y equidad no deberían dejarse llevar por la simple retórica; las expectativas y los desafíos son elevados y la historia reciente no es precisamente alentadora.
El gobernador expresó que su principal objetivo será garantizar que los proyectos financiados por regalías tengan un impacto real en la vida de las comunidades más vulnerables de Caldas, Quindío, Antioquia y Risaralda. Con su plan en mente, Patiño ha hecho énfasis en la coordinación entre las gobernaciones, los alcaldes y el Gobierno Nacional, con la premisa de que “la colaboración es clave” para maximizar el uso de los recursos. Un argumento lógico, pero también uno que se ha repetido tantas veces sin éxito a lo largo de los años en distintas administraciones regionales.
La pregunta que persiste es si realmente el OCAD Regional puede convertirse en una plataforma de cambio tangible o si será, nuevamente, una instancia que se limita a distribuir fondos sin lograr resultados concretos. La coordinación entre entes territoriales es vital, pero no es suficiente para transformar un sistema que históricamente ha sido criticado por su falta de transparencia y por la dilución de recursos en proyectos que no siempre abordan las necesidades urgentes de las comunidades.
Patiño, al igual que sus antecesores, ha señalado la importancia de la infraestructura vial, el acceso a servicios básicos y programas en áreas como educación y salud. Sin embargo, en la práctica, muchos de estos proyectos se estancan en la burocracia y los intereses políticos, lejos de alcanzar los objetivos que realmente mejorarían la calidad de vida de los ciudadanos. Las prioridades, como el presidente del OCAD las presenta, siguen siendo las mismas de siempre: promesas de progreso que, en la mayoría de casos, quedan olvidadas en los papeles.
Más allá de la gestión administrativa, la verdadera prueba del liderazgo de Patiño radicará en si es capaz de cumplir su palabra y transformar este proceso en una verdadera oportunidad para las comunidades más afectadas. En este sentido, su llamado a la “unidad regional” y a “superar los retos juntos” parece más una frase de consuelo político que una estrategia concreta que aborde las fallas estructurales que han marcado la ejecución de proyectos en el pasado.
El hecho de que Risaralda asuma la presidencia del OCAD Regional puede ser visto como una oportunidad para hacer frente a los desafíos económicos y sociales de la región. Sin embargo, el historial de gestión en otros departamentos de la región no da demasiadas garantías de que esta vez las cosas vayan a ser diferentes. Los recursos de regalías deben ser tratados con el mismo cuidado y responsabilidad que los fondos públicos; no basta con coordinar, sino con ejecutar eficazmente, con un enfoque transparente y sin la interferencia de intereses políticos que, a menudo, nublan el verdadero propósito de los proyectos.
La presidencia de Patiño en el OCAD Regional abre un espacio de posibilidades, pero también un campo fértil para la crítica, especialmente si los resultados que se obtienen no corresponden con las necesidades de la región. En este sentido, el reto de la gobernanza regional va más allá de las palabras y se mide, como siempre, por los hechos.