26 de marzo de 2025

Editorial Petro y Trump

Por La Redactora
28 de enero de 2025
Por La Redactora
28 de enero de 2025

El domingo 26 de enero será recordado como uno de los días más oscuros de la política exterior colombiana. Lo que comenzó como un conflicto por los vuelos de deportados terminó escalando a una disputa comercial y diplomática de proporciones inéditas entre Colombia y Estados Unidos. Esta situación no solo evidencia la incapacidad del presidente Gustavo Petro para gestionar crisis internacionales, sino que nos muestra su peligrosa inclinación a gobernar a través del caos y la improvisación.

La relación con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial y aliado estratégico, sufrió un golpe severo. La negativa del gobierno colombiano a autorizar el aterrizaje de aviones con ciudadanos deportados fue respondida con aranceles punitivos, sanciones bancarias y la amenaza de un veto migratorio por parte de Donald Trump. Aunque la crisis fue desactivada en el último momento, las grietas quedaron expuestas. Colombia depende profundamente de las exportaciones a Estados Unidos, y cualquier alteración en esta relación podría tener consecuencias devastadoras para nuestra economía. No obstante, Petro parece dispuesto a jugar con fuego, priorizando sus caprichos políticos sobre los intereses de la nación.

El comercio bilateral es el corazón de esta relación. Estados Unidos absorbe casi un tercio de nuestras exportaciones, incluidos productos de gran importancia como el café, las flores y el petróleo. Estas cifras no son solo estadísticas; representan miles de empleos y la estabilidad de sectores económicos enteros. Al amenazar con aranceles, Trump tocó un nervio vital de la economía colombiana. Pero en lugar de manejar la situación con prudencia, Petro optó por un discurso confrontacional que, aunque le ganó aplausos entre sus bases, debilitó la ya frágil posición del país en la mesa de negociaciones.

El impacto potencial de esta crisis habría sido asimétrico. Estados Unidos, con su economía sólida y su capacidad para expandir mercados, puede absorber mejor los efectos de un conflicto comercial. En cambio, Colombia, con su dependencia de las exportaciones y su limitada diversificación económica, habría pagado un precio altísimo. Esto revela una vez más la desconexión del mandatario con la realidad de las relaciones internacionales. Mientras que Trump utiliza la migración como un arma política para consolidar su base electoral, Petro parece incapaz de ver más allá de su sermón antiimperialista.

Este episodio también deja al descubierto una peligrosa tendencia: el deterioro de décadas de cooperación estratégica con Estados Unidos. Desde el Plan Colombia hasta el tratado de libre comercio, nuestra relación bilateral ha sido fundamental para la estabilidad económica y de seguridad del país. Aunque, Petro parece dispuesto a arriesgar todo esto en su intento por diversificar alianzas hacia potencias como China. Si bien, variar mercados es un objetivo legítimo, hacerlo a costa de la relación con nuestro principal aliado es una estrategia suicida.

Lo ocurrido el 26 de enero no puede ser visto como un incidente aislado. Es parte de un patrón más amplio de decisiones improvisadas y diplomacia errática que caracterizan al gobierno del cambio. Su incapacidad para prever las consecuencias de sus acciones no solo debilita la confianza internacional en Colombia, sino que también desgasta su propia posición interna. Mientras las flores y el café encarecen en los mercados internacionales, los colombianos son quienes terminan pagando la factura de su inexperiencia.

Más allá de las cifras económicas, esta crisis tiene implicaciones simbólicas profundas. Trump utilizó esta disputa para enviar un mensaje claro al mundo: cualquier estado que desafíe su agenda migratoria será castigado. Petro, por su parte, quiso mostrarse como un líder soberano, pero terminó exponiendo las vulnerabilidades de una nación  que depende en gran medida de un único socio comercial. En lugar de fortalecer la posición de Colombia, su postura provocadora solo consiguió aislarnos más en un escenario global cada vez más competitivo.

Colombia necesita un liderazgo que entienda las complejidades de la política internacional y que actúe con la madurez que exige nuestro rol en el hemisferio. Petro debe decidir si quiere ser recordado como un estadista capaz de defender los intereses del país o como un político caprichoso que hipotecó décadas de progreso por satisfacer su ideología. El domingo 26 de enero será una fecha que marque su presidencia, y, lamentablemente, no por las razones correctas.