13 de enero de 2025

La inutilidad del arte: ¿virtud o defecto?

6 de diciembre de 2024
Por Óscar Álvarez
Por Óscar Álvarez
6 de diciembre de 2024

 

El arte, como expresión humana, ha sido objeto de elogios y críticas a lo largo de la historia. Mientras algunos lo consideran esencial para el desarrollo cultural y emocional de las sociedades, otros lo ven como algo prescindible, una actividad «inútil» que no resuelve los problemas concretos de la vida cotidiana. Esta supuesta «inutilidad» del arte no debe verse como un defecto, sino como su característica más poderosa.

La crítica hacia el arte como algo «inútil» proviene, en gran medida, de una perspectiva utilitarista que privilegia aquello que tiene un propósito práctico, inmediato y tangible. En comparación con disciplinas como la ingeniería, la medicina o la agricultura, el arte no parece ofrecer soluciones concretas para problemas materiales. No alimenta a los hambrientos ni construye carreteras. Sin embargo, esta visión reduce el concepto de utilidad a lo meramente físico, ignorando las necesidades emocionales, espirituales y culturales que también definen al ser humano.

El arte es inútil porque no tiene que ser útil. Esta aparente paradoja lo convierte en una herramienta de resistencia contra las exigencias de productividad y eficiencia que gobiernan el mundo moderno. En un contexto donde todo debe justificar su existencia mediante su valor económico o su funcionalidad, el arte permanece como un espacio libre de estas imposiciones. Es un acto de rebeldía, una pausa en medio del caos.

Si bien no construye puentes físicos, el arte construye puentes emocionales e intelectuales. Genera empatía, cuestiona sistemas, da voz a quienes no la tienen y ofrece perspectivas que transforman nuestra manera de entender el mundo. Aunque no cura enfermedades, puede sanar heridas emocionales; aunque no produce alimentos, alimenta el alma.

En medio de las guerras mundiales, los carteles, la música y la literatura no ganaron batallas, pero mantuvieron viva la esperanza y la identidad cultural de los pueblos.

Movimientos como el surrealismo desafiaron la lógica y la razón, creando mundos imposibles que ampliaron los límites de la imaginación.

Obras como las de Banksy o Marina Abramović, aunque no resuelven problemas prácticos, generan conversaciones necesarias sobre política, humanidad y el impacto de nuestras acciones.

La inutilidad del arte es su mayor virtud porque le permite existir más allá de las demandas de un mundo que mide el valor en términos de eficiencia y rentabilidad. En su aparente falta de propósito, el arte encuentra el suyo: recordarnos que no todo en la vida debe ser utilitario para ser significativo.

¿Qué sería de nosotros sin esos momentos de contemplación, incomodidad o belleza que el arte nos ofrece? Quizá sea tiempo de revalorizar lo que entendemos por «útil» y darnos cuenta de que, en su inutilidad, el arte es esencial.