13 de enero de 2025

Gente despreciable

Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
2 de diciembre de 2024
Por Carlos Alberto Ospina M.
Por Carlos Alberto Ospina M.
Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
2 de diciembre de 2024

A ojos vista, cada día la impunidad adopta métodos más sofisticados y obscenos que carcomen los pilares de la equidad y la justicia. Son frecuentes los acuerdos entre políticos perversos, líderes deshonestos y delincuentes de varias especies, quienes logran renovarse bajo un manto de aparente argumento de autoridad o disfraz de ‘santas palomas’ durante el tiempo que sus torcidas mentes conciben nuevos estilos de ilegalidad.

Es muy difícil cortar las raíces de un entramado institucional que no garantiza las sanciones efectivas, puesto que con cierta frecuencia cae en la politización de las decisiones judiciales. Esto crea un contexto de arbitrariedad en donde los criminales evaden los castigos, burlándose de todos.

El dicho popular que ‘la ley es para los de ruana’ encuentra sustento en la mercantilización del poder y la ausencia de imparcialidad, partiendo de la idea que el ciudadano del común enfrenta penas desproporcionadas por delitos menores. Por el contrario, los autores de crímenes de lesa humanidad encuentran refugio seguro en los arreglos extrajudiciales, las amnistías y los privilegios como apócrifos “gestores sociales”. Esta bofetada al sentido común y de las proporciones muestra el problema ético de fondo que anima la violencia estructural hacia aquellos que no tienen recursos para defenderse en buena lid.

En este momento, los bandidos disfrutan del camino expedito de las alianzas estratégicas con las distintas élites para evadir las condenas privativas de la libertad y controlar las organizaciones podridas. Basta con miras el accionar de los ladrones de cuello blanco, autores de millonario desfalcos, que logran convenios para pagar multas irrisorias a cambio de evitar la prisión. Sin ir muy lejos, también podemos constatar los privilegios de unos dirigentes que hacen coaliciones para que sus fechorías sean ignoradas a cambio de apoyo político. ¡Manada de puercos que están por encima de la ley!

En ese chiquero pisan el polvo del estiércol y se reparten las mordidas, el azaroso profesor Petro y sus alumnos aventajados Benedetti, Bolívar, López, Sarabia, Bonilla ‘el solapado’ y un sinfín de gente de mala calaña que, comen como cerdos, los despojos; a la vez que integran el gobierno más corrupto del presente siglo. Ellos se favorecen de las operaciones de los grupos armados organizados, las pandillas y las narcoguerrillas que mueven los hilos de la ficción para que la masa acepte las negociaciones entre hampones como un asunto normal en función de la narrativa oficial sobre ‘redención’ y embustera ‘paz total’. Más bien, representa la pérdida integral de la seguridad, los valores de la democracia liberal y el Estado social de derecho.

Cosa vomitiva e indignante estriba en observar a los maleantes desempeñar funciones de nueva autoridad moral y benefactores de las comunidades a base de campañas de relaciones públicas, bodegas dedicadas a expandir falsas noticias, discursos efectistas a modo de ejemplo a seguir, planes de manipulación de la percepción y manejo mediático para redefinir su imagen delante de la opinión pública. Pura teatralización con miras a asumir una función moralizante que les permita borrar sus ilícitos y consolidar la posición de intocables.

Cuando el individuo se convierte en cómplice, la obligación de guardar un secreto es cuestión de subsistencia temporal hasta que alguien ingenioso destape la letrina y vuele mierda al zarzo.   A lo mejor de esa manera el mentiroso exguerrillero, por fin, rinda cuentas en presencia de la justicia junto a los demás encubridores despreciables. Ojalá, de una vez para siempre, acabe la apatía ciudadana.