Expresión genuina
De repente, un suspiro encadenado detrás del diafragma sale con la sutileza de la última exhalación. El voluble mensajero sopla en las tardes de verano o bailotea en compañía de la cosecha remota. Cada ráfaga de viento trae consigo los rumores de ciertos momentos caducados y el susurro de las cosas invisibles que se instalan en el ánimo sin permiso.
Las caricias vaporosas regulan la tristeza, mientras el roce del dolor abrupto esparce los aguijones de la desolación. Aquí y allí donde el sonido extraviado, el semblante de un extraño, la insolente algarabía, el olor del guiso que huyó por el tragaluz de una vecina o la rebeldía de un buñuelo dentro del aceite caliente, a latigazos, sacuden el corazón.
Varias letras atrapadas en una canción rompen el dique del silencio. Las lágrimas bajan por las líneas de expresión facial como tsunami incontenible, a semejanza de liberación de la melancolía. La opción de caer en la trampa de hacerse el bobo con el nudo en la garganta, no descarta el deseo de volver a sentir el abrazo de los padres y los hermanos que ya no están. La textura de sus cuerpos y la sinfonía de aquellas sonrisas solo se tocan etéreamente en la quimera que somete al insomnio. En aquel lugar impalpable, la conciencia es humillada por la nostalgia.
El pan recién horneado, el aroma del café que invade cada rincón de la casa, el olor a la arepa de maíz sancochado que forjaba la abuela sobre callana, la sopa de guineo y la carne molida con hogao, son fragancias que agitan los sentidos y restituyen la memoria olfativa en cuanto a cocinas generosas.
A veces, la nostalgia no es gentil. Viene con un torrente de emociones e imágenes de lo que no será, poniendo el carácter encima de la guillotina del tiempo. La tregua aparece a la misma hora que suena el recordatorio de las voces de los seres amados, los caminos recorridos, las calles vencidas por los juegos infantiles, las noches llenas de estrellas, el reloj de arena, el portarretratos estropeado, el libro de las travesías y demás formas roídas que permanecen encapsuladas en la mente.
La evocación llega a modo de fragmento desgastado, tributo a lo vivido, evidencia del presente e informe de lo que falta por hacer. Nos conecta con la efímero de la existencia humana. La nostalgia es la expresión genuina de los sentimientos inmortales.