13 de enero de 2025

Editorial La violencia acecha a Colombia

Por La Redactora
15 de octubre de 2024
Por La Redactora
15 de octubre de 2024

Una vez más, Colombia vuelve a ser víctima del azote implacable de la violencia, mientras el gobierno se empecina en minimizar una amenaza que no cede. Los últimos ataques de alias ‘Iván Mordisco’ en el Cauca no son incidentes aislados, sino una muestra palpable del fracaso de las políticas de paz del gobierno de Gustavo Petro. La supuesta “garantía de seguridad” para la COP16 ofrecida por el presidente no es más que una cortina de humo que intenta desviar la atención de la realidad: el Estado sigue siendo incapaz de recuperar el control de amplias zonas del país, mientras los grupos armados ilegales avanzan con total impunidad.

La Operación Perseo, presentada como la respuesta militar definitiva para El Plateado, ha sido poco más que un esfuerzo simbólico. Los más de 1.400 soldados desplegados en la zona apenas han logrado generar un respiro temporal en una región que, durante años, ha estado bajo el dominio de las disidencias de las Farc. La huida de algunos guerrilleros no es sinónimo de victoria; es, en cambio, la confirmación de que el gobierno sigue persiguiendo sombras, mientras los líderes criminales como ‘Mordisco’ permanecen un paso adelante, protegiendo sus lucrativos negocios ilegales con la sangre de inocentes.

Mientras el gobierno intenta convencer al país de que la presencia estatal en el Cauca es una señal de progreso, la realidad es que el control territorial sigue siendo un sueño lejano. La población de El Plateado ha sufrido durante años el yugo de los grupos armados y, aunque las Fuerzas Armadas lograron una efímera victoria, el miedo y el desplazamiento continúan. Los ataques en Miranda y Corinto, municipios que este fin de semana vivieron nuevos episodios de violencia, son la prueba irrefutable de que las estrategias del gobierno carecen de profundidad y consistencia.

Lo más inquietante es la postura del presidente  ante la amenaza directa de ‘Mordisco’ a la COP16. Al subestimar los riesgos y reducir la figura de este criminal a un mero traficante de drogas, demuestra lo poco que le importa la seguridad en las regiones. ¿De qué sirve una conferencia internacional sobre el clima si las balas siguen silenciando las voces de los líderes sociales y desplazando a familias enteras? La revolución por la vida que promulga  parece más una frase de cajón cuando los pueblos siguen siendo escenario de muerte y desolación.

Con estas actuaciones, el mandatario parece más preocupado por cuidar la fachada de su administración ante la comunidad internacional que por atender la escalada terrorista que vive el país. En lugar de asumir la gravedad del conflicto en el Cauca, desvía la atención hacia la COP16, como si un evento de esa magnitud pudiera ocultar la incapacidad del gobierno para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Mientras se movilizan recursos para proteger la reputación de Colombia en el exterior, las comunidades siguen siendo víctimas de la violencia, el narcotráfico y la explotación ilegal. Petro está sacrificando la seguridad interna a cambio de un posicionamiento global que, en última instancia, no beneficiará a los colombianos más vulnerables ni a nadie.

El verdadero problema aquí no es solo la violencia, sino la falta de visión estratégica. El presidente parece que gobierna con una agenda improvisada, incapaz de articular una política de seguridad integral que enfrente el avance de los grupos armados y sus economías ilegales. Se necesita mano dura para combatir estas bandas al margen de la ley y proteger a la población civil. La paz no llegará con discursos intergalácticos ni con intentos de maquillar la realidad para la audiencia internacional. Esta grave situación requiere una acción decidida, con políticas de seguridad coordinadas y alineadas con las fuerzas públicas, y un enfoque serio para poder, por fin, proporcionarles tranquilidad a las regiones más afectadas. Gustavo Petro no solo está fallando en proteger a su pueblo, sino que está debilitando incesantemente las bases del Estado, permitiendo que la violencia y el caos sigan dictando el rumbo del país.