Editorial El sistema eléctrico de Colombia: un desafío urgente
El modelo energético colombiano, basado en gran medida en la hidroelectricidad, se encuentra ante un desafío sin precedentes. La variabilidad climática y la creciente demanda industrial están poniendo a prueba la capacidad del sistema para garantizar un suministro estable y asequible.
El fantasma de los apagones recorre América Latina. Desde Venezuela hasta Ecuador, la crisis energética se ha convertido en una amenaza latente para el desarrollo de la región. La dependencia de fuentes fósiles, el impacto del cambio climático y la falta de inversión en energías renovables han puesto al descubierto la fragilidad de nuestras redes eléctricas.
Colombia, a pesar de su reputación de matriz energética limpia, no escapa a esta realidad. El país enfrenta un desafío sin precedentes debido a una combinación de factores que amenazan la estabilidad del suministro eléctrico. La creciente demanda, sumada a la incertidumbre en la construcción de nuevos proyectos y a los efectos del cambio climático, dibujan un panorama preocupante para los próximos años.
Cerca del 68% de la capacidad instalada de generación eléctrica en Colombia proviene de fuentes hídricas, según datos de Corficolombiana. Esta alta dependencia expone al país a la vulnerabilidad de eventos climáticos extremos como sequías prolongadas, que pueden reducir significativamente la producción de energía. En un estudio de 2023 de la Universidad Nacional de Colombia, financiado por Acolgen, revela que incluso en el escenario más optimista, donde se construyan todos los proyectos planeados, el país podría enfrentar un déficit energético a partir de 2027.
La demanda de energía eléctrica en Colombia está creciendo a un ritmo superior al 5% anual, muy por encima de las proyecciones de la Unidad de Planeación Minero-Energética (UPME). Esta disparidad se debe en parte al crecimiento económico y a la mayor penetración de equipos eléctricos en los hogares. Sin embargo, la falta de claridad en torno a proyectos clave, como la etapa 2 de Hidroituango y aquellos ubicados en zonas de conflicto social, frena la expansión de la capacidad instalada y agrava la situación.
La gestante crisis energética pone en entredicho la ambiciosa agenda de transición energética que se ha trazado Colombia. Si bien el país cuenta con un gran potencial en energías renovables no convencionales, como la solar y la eólica, la falta de inversión y la incertidumbre regulatoria han retrasado su desarrollo. La transición hacia un modelo más limpio requiere de una planificación estratégica y la coordinación de todos los actores involucrados.
Por varias décadas, Colombia ha sido un referente en América Latina gracias a la institucionalidad de su modelo energético. Sin embargo, la situación actual exige una acción urgente. Las advertencias de XM sobre los riesgos de abastecimiento de energía eléctrica son un llamado contundente al Gobierno para que agilice las inversiones, acelere la construcción de los proyectos, reconsidere una nueva exploración de hidrocarburos y brinde confianza inversionista.
Es importante recordar que la digitalización de la economía demanda un suministro eléctrico confiable y abundante. Un sistema energético en crisis limita el desarrollo tecnológico y la innovación. La modernización del sistema eléctrico es una inversión en el futuro de Colombia.