Netanyahu y el peligro de una nueva guerra en Oriente Próximo
Tel Aviv, 21 de septiembre de 2024. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, parece decidido a intensificar la violencia en la región, con un enfoque cada vez más agresivo hacia Cisjordania y Líbano. Tras la devastación en Gaza, donde miles de civiles han muerto y millones más han sido desplazados, Netanyahu ha puesto su atención en otros frentes, buscando ampliar su poder y consolidar su debilitada posición política.
Desde el ataque del 7 de octubre por parte de Hamás, el conflicto ha escalado sin cesar. En lugar de optar por soluciones diplomáticas o una tregua, Netanyahu ha utilizado la violencia como un recurso político. Esta estrategia no solo ha dejado una estela de destrucción en Gaza, con más de 40.000 muertos y gran parte de la infraestructura civil arrasada, sino que ha extendido su impacto a Cisjordania. Allí, la violencia de los colonos israelíes ha quedado impune, con asesinatos y ataques a la población civil palestina.
Ahora, el foco de la confrontación se traslada al Líbano. La reciente escalada de tensiones con Hezbolá ha llevado a un intercambio de ataques, con cohetes lanzados desde el Líbano y bombardeos israelíes sobre Beirut. Aunque el conflicto entre Israel y Hezbolá tiene años de historia, el papel de Netanyahu en la expansión del conflicto ha sido clave. Su enfoque agresivo no solo amenaza con desestabilizar aún más la región, sino que abre la posibilidad de una guerra más amplia, con Irán como un actor latente en el trasfondo.
El uso de la guerra como herramienta política
Netanyahu, líder del partido Likud, ha utilizado el conflicto no solo para reafirmar su poder en el escenario internacional, sino para salvar su propia carrera política. En Israel, su liderazgo ha sido cuestionado repetidamente, especialmente antes de los ataques de Hamás. Sin embargo, la guerra ha proporcionado una oportunidad para desviar la atención de los problemas internos, incluidas las investigaciones por corrupción que enfrenta.
Desde una perspectiva histórica, el uso de conflictos externos para consolidar el poder no es nuevo. A lo largo del siglo XX, muchos líderes en situaciones de crisis interna recurrieron a la guerra para unir a la población bajo una causa común. Esto fue evidente en la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando Israel expandió su territorio en respuesta a una amenaza externa, y más tarde, en el conflicto del Yom Kipur en 1973. En ambos casos, las guerras generaron un respaldo popular para los líderes israelíes, aunque a costa de profundas heridas sociales y geopolíticas.
La responsabilidad en el derecho internacional
Sin embargo, a diferencia de esos conflictos históricos, la comunidad internacional, incluidos aliados cercanos como Estados Unidos, ha comenzado a criticar abiertamente la falta de proporcionalidad en las respuestas militares de Israel bajo el mando de Netanyahu. La Convención de Ginebra establece que los ataques indiscriminados contra civiles, como los que se han visto en Gaza y Líbano, constituyen violaciones del derecho internacional. Pese a ello, Netanyahu ha ignorado estas advertencias, alimentando una narrativa de «seguridad nacional» que justifica las acciones bélicas.
A pesar de los esfuerzos de mediación por parte de países como Egipto y Qatar, Netanyahu sigue rechazando cualquier opción de alto el fuego. En este contexto, los familiares de los rehenes de Hamás, que han pedido una tregua, han sido ignorados, mientras la ONU ha condenado repetidamente las acciones israelíes. Sin embargo, Netanyahu descalifica estas resoluciones, argumentando que no hacen más que fortalecer a los terroristas.
Un futuro incierto
Con el conflicto extendiéndose hacia el norte, la posibilidad de una guerra total en Oriente Próximo está más presente que nunca. La milicia de Hezbolá, respaldada por Irán, tiene un arsenal considerable, y un enfrentamiento prolongado entre Israel y Líbano podría arrastrar a otras naciones de la región. La clave, sin embargo, sigue siendo Netanyahu. ¿Está dispuesto a sacrificar aún más vidas civiles para mantener su posición de poder, o será capaz de reconsiderar su enfoque antes de que sea demasiado tarde?
El futuro de Oriente Próximo pende de un hilo, y la historia nos enseña que los líderes que buscan perpetuar los conflictos rara vez aseguran una paz duradera.