Golpe de gracia
Nada más peligroso que un individuo que considera su punto de vista como resultado de la acción de los dioses, devolviéndose a los tiempos de Homero varios siglos antes de Cristo. En el momento menos pensado lo invade el desequilibrio emocional, la codicia y el desenfreno de sus placeres dañinos en razón a no ostentar un saber técnico.
El exceso de humedad en el cerebro a causa del humor de la bilis incrementa el extravío del holgazán que aletargado despierta con la necesidad de alimentarse del disturbio, el ruido mediático y el odio conveniente de los malhechores.
Los lamentos, las quimeras, el cabeza caliente y el delirio de grandezas provocan la insistente erupción del estilo pendenciero que se aprovecha de los instintos reprimidos de otros con el objeto de victimizarse y acentuar la manía persecutoria.
Solo como el espárrago ha creado su propia desventaja a partir de la percepción distorsionada del mundo exterior. Afectado por el rencor, la impotencia y la ineptitud aprovecha el recurso de la lengua de escorpión para lanzar deducciones que ratifican su conducta desquiciada.
Este tipo de sujeto es movido por los deseos, absurdos y violentos, que sobrepasan el simple estado de ánimo a semejanza del síndrome de paranoia y, por consiguiente, más cerca al trastorno de psicosis maníaco-depresiva.
El desvarío de una persona no cuerda produce el derrame permanente de ideas inadmisibles, arbitrarias y destructivas. Delante de los ojos, ajenas al orden natural de las cosas. Por esto, rechina los dientes, hunde la mandíbula y abulta los ojos en señal de perturbación o de crisis de la enfermedad que padece.
La presunta falta de conciencia psicológica no es excusa para tragar entero o negar la facultad de argumentar en relación con esos comportamientos desatinados. Algunos construyen la casa de locos para mantener subyugados a unos cuantos atontados y disfrutar de manera indefinida las mieles de la corrupción a nombre de los necesitados que, día a día, debilitan a base de miseria material e indignidad.
Mientras siente la espuela de la pérdida de credibilidad y el marchitamiento del discurso cacofónico este personaje sufre episodios de mayor agresividad y movimientos disparatados a consecuencia de la dispepsia por egolatría. Cada hora acciona la escopeta de la suspicacia que forma parte de la actividad básica de un hombre caracterizado por las disociaciones y la ambigüedad.
La aparente integridad de las funciones mentales no encubre los rasgos de demencia incurable ni la conducta asocial de este fulano, quien en el acto debe pasar a un juicio político ecuánime y simultáneamente declararlo incapaz. ¿El Congreso tendrá los cojones para dar el golpe de gracia a un loco de atar? Es su deber constitucional ¡ni más ni menos!