17 de enero de 2025

Golpe de gracia

Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
16 de septiembre de 2024
Por Carlos Alberto Ospina M.
Por Carlos Alberto Ospina M.
Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
16 de septiembre de 2024

Nada más peligroso que un individuo que considera su punto de vista como resultado de la acción de los dioses, devolviéndose a los tiempos de Homero varios siglos antes de Cristo. En el momento menos pensado lo invade el desequilibrio emocional, la codicia y el desenfreno de sus placeres dañinos en razón a no ostentar un saber técnico.

El exceso de humedad en el cerebro a causa del humor de la bilis incrementa el extravío del holgazán que aletargado despierta con la necesidad de alimentarse del disturbio, el ruido mediático y el odio conveniente de los malhechores.

Los lamentos, las quimeras, el cabeza caliente y el delirio de grandezas provocan la insistente erupción del estilo pendenciero que se aprovecha de los instintos reprimidos de otros con el objeto de victimizarse y acentuar la manía persecutoria.

Solo como el espárrago ha creado su propia desventaja a partir de la percepción distorsionada del mundo exterior. Afectado por el rencor, la impotencia y la ineptitud aprovecha el recurso de la lengua de escorpión para lanzar deducciones que ratifican su conducta desquiciada.

Este tipo de sujeto es movido por los deseos, absurdos y violentos, que sobrepasan el simple estado de ánimo a semejanza del síndrome de paranoia y, por consiguiente, más cerca al trastorno de psicosis maníaco-depresiva.

El desvarío de una persona no cuerda produce el derrame permanente de ideas inadmisibles, arbitrarias y destructivas. Delante de los ojos, ajenas al orden natural de las cosas. Por esto, rechina los dientes, hunde la mandíbula y abulta los ojos en señal de perturbación o de crisis de la enfermedad que padece.

La presunta falta de conciencia psicológica no es excusa para tragar entero o negar la facultad de argumentar en relación con esos comportamientos desatinados. Algunos construyen la casa de locos para mantener subyugados a unos cuantos atontados y disfrutar de manera indefinida las mieles de la corrupción a nombre de los necesitados que, día a día, debilitan a base de miseria material e indignidad.

Mientras siente la espuela de la pérdida de credibilidad y el marchitamiento del discurso cacofónico este personaje sufre episodios de mayor agresividad y movimientos disparatados a consecuencia de la dispepsia por egolatría. Cada hora acciona la escopeta de la suspicacia que forma parte de la actividad básica de un hombre caracterizado por las disociaciones y la ambigüedad.

La aparente integridad de las funciones mentales no encubre los rasgos de demencia incurable ni la conducta asocial de este fulano, quien en el acto debe pasar a un juicio político ecuánime y simultáneamente declararlo incapaz. ¿El Congreso tendrá los cojones para dar el golpe de gracia a un loco de atar? Es su deber constitucional ¡ni más ni menos!