Políticas de izquierda definidas por la derecha
El discurso no es del presidente francés Emmanuel Macrom, como lo atribuyen en algunas redes sociales. La misma persona que me lo hizo llegar, me envió también la aclaración: “El discurso que se le atribuye a Macron, en el que critica la -hipocresía de los intelectuales progresistas-, es en realidad de otro origen. Este texto ha sido compartido ampliamente por redes sociales y WhatsApp, pero no fue pronunciado por Macron. La realidad es que el discurso es una versión distorsionada de un mensaje dado por el ex presidente francés Nicolas Sarkozy en 2007 durante su campaña electoral. Esta confusión ha sido desmentida por varios verificadores de hechos, incluyendo Maldita.es, Fast Check CL, y Mala Espina Check”.
Pero, lo que si es cierto, es que el texto parece plasmar una realidad que está afectando a muchos países, especialmente en América Latina. Y Colombia no es la excepción. Aquí va:
«Hoy hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de los intelectuales progresistas. De esos que el pensamiento único es el del que todo lo sabe, y que condena la política mientras la practica. Desde hoy no permitiremos mercantilizar un mundo en el que no quede lugar para la cultura: Desde 1968 no se podía hablar de moral.
Nos impusieron el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes.
Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable. El slogan era VIVIR SIN OBLIGACIONES Y GOZAR SIN TRABAS… (el sumag kawsai francés?)
Quisieron terminar con la escuela de excelencia y del civismo. Asesinaron los escrúpulos y la ética. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor.
Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder. La crisis de la cultura del trabajo es una crisis moral. Hay que rehabilitar la cultura del trabajo.
Dejaron sin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud: los vándalos son buenos y la policía es mala. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente inocente.
Defienden los servicios públicos pero jamás usan transporte colectivo. Aman mucho a la escuela pública pero mandan a sus hijos a colegios privados. Adoran la periferia pero jamás viven en ella. Firman peticiones cuando se expulsa a algún invasor, pero no aceptan que se instalen en su casa.
Son esos que han renunciado al mérito y al esfuerzo y que atizan el odio a la familia, a la sociedad y a la república. Y con el mayor descaro se lucran de los bienes del Estado, y montan hasta negocios con el dinero mal habido a la vista de todos, de la manera mas cínica.
Hoy debemos volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones antes que los derechos. Estos se ganan haciendo valer y respetar los anteriores”.
Hasta aquí el discurso de Sarkozy. Destaco que en Colombia a los vándalos el gobierno actual les da dinero en vez de reprimenda y educación. Según el ex senador Gustavo Bolívar 45.000 jóvenes reciben un millón de pesos mensual (supuestamente para frenar sus instintos delincuenciales. Una solución inédita para el crimen).
HABLA IVAN DUQUE
Y, a manera de complemento, incluyo apartes del discurso pronunciado recientemente por el ex presidente colombiano Iván Duque en el lanzamiento de un libro. Hace una descripción de la izquierda actualmente en el poder en Colombia, y en otros países latinoamericanos. Y advierte acerca de la amenaza de ciertos grupos. Duque dijo:
“Y no creo que sea mirar al otro lado si sencillamente planteamos las cosas también en carne propia, y entendemos cuáles son los actos y el libreto que vienen empleando en América Latina el Grupo de Puebla y el Foro de Sao Pablo, para lograr esa transición de democracia, dictocracia y dictadura. Son cuatro actos: el primero, cuando llegan al poder quienes siguen ese libreto, es lo que llamo el acto de la ternura en el que invitan a la unidad nacional, invitan a distintos sectores, lucen magnánimos, invitan a sus contradictores para ser escuchados, pero en el entretanto se van desarrollando purgas en las fuerzas militares, se va adormilando al sector privado con dádivas o amenazas, y se empieza también a intimidar a quienes están en el ejercicio de la prensa libre.
De ahí se pasa rápidamente al segundo acto que es el acto de la radicalización discursiva, donde una vez ha pasado el proceso de adormilamiento empiezan a arreciar con discursos llenos de prejuicios ideológicos en contra del sector privado, en contra de la participación empresarial en las distintas actividades, y empieza también un sesgo tendencioso a convertir todo en un escenario de pugilato. Esa fase es muy peligrosa porque de esa fase se hace la transición a la teoría del caos aplicada en Venezuela por Chávez, por Ortega en Nicaragua, por Evo en Bolivia y también por Correa en el caso de Ecuador.
Después de arreciar el discurso, entran a destruir muchos de los ejes que se han conquistado a lo largo de tantas décadas, para promover una sensación generalizada de caos que permita apelar a herramientas extraordinarias para conquistar el cuarto acto, que es el de la ruptura institucional a partir del cual se quieren establecer proyectos de control total del poder y anquilosarse en el poder.
Esos cuatro actos son evitables y varios de los entrevistados lo pueden evidenciar. Y en el caso particular de Colombia, creo que hemos transitado, por lo menos en estos meses, de la ternura a la radicalización, y ahora fácilmente a la teoría del caos aplicada en la salud, en las pensiones, en el empleo, y en otras cosas; en la economía, en las fuerzas militares. Pero sabemos que para pasar de esa tercera etapa a la de la ruptura institucional, se requiere la captura total de las instituciones parlamentarias y también de las estructuras de las cortes que tienen la capacidad de interpretar el ordenamiento constitucional.
Eso no lo han logrado en Colombia, y hay que evitar que eso ocurra. Pero puede ocurrir si no estamos atentos a que la estrategia de hablar de constituyentes y de reelección, está íntimamente ligada a que en el próximo año se van a dar cuatro reemplazos en la Corte Constitucional de Colombia. Uno internado por el presidente, dos por la Corte Suprema y uno por el Consejo de Estado. Si en esos cuatro escaños tenemos una corte sumisa, sometida, dosil y palaciega, estará seriamente amenazada nuestra democracia. Pero si se mantienen personas que más allá de cuáles sean sus motivaciones políticas, esté la salvaguarda de la institucionalidad y la constitución misma, y la carta política, no será esto más que una pesadilla de 4 años y yo resalto esto no para amargar la noche sino por el contrario para optimizar el tiempo”.