Las presidencias mexicanas
Andrés Manuel López Obrador (ANLO) llegó a la Presidencia de México después de varios intentos, víctima del “dedazo” del PRI. En esta ocasión les aplicó la misma fórmula y resultó electa su candidata, Claudia Sheinbaum.
Desde los tiempos de Moctesuma y Cuauhtémoc, el pueblo mexicano ha demostrado ser amigo de tener emperadores. Y eso es el mandatrio que consagra la Constitución de 1917. El PRI (Partido Revolucionario Institucional) siempre elegía los presidentes por seis años y sin reelección, pero escogía a su sucesor y el pueblo, obediente y soberano, le daba los votos. El sistema funcionó hasta cuando eligieron a Vicente Fox, quien les dio pan y circo (era del Partido Acción Nacional, PAN); después fue Felipe Calderón, también del PAN. Luego el PRI reapareció con Enrique Peña Nieto y finalmente López Obrador –¡por fin!–, tras reiterados intentos, y quien entrega el mando a una de su mismo partido, Morena, sin serlo.
Los resultados electorales últimos son significativos por varias razones. Una, haber elegido a una mujer, cuando México ha tenido fama de ser uno de los países más machistas de Latinoamérica y dos, porque parece ser el fin del PRI, el partido que lo gobernó por muchos años y que institucionalizó los vicios de la política que dio margen para que el inolvidable Cantinflas se burlara de sus gobernantes.
De todas maneras, ya a los mexicanos no les gusta la reelección, tanto que la correspondencia oficial del gobierno tiene una frase que dice: “Sufragio efectivo, no reelección”.
Los papeles se cambiaron. Ahora el partido hereditario, el del “dedazo”, es Morena que sigue gobernando con Claudia Sheinbaum, quien fue ministra de AMLO.
Las malas lenguas aseguran que López Obrador no se llamaba Andrés Manuel sino Manuel Antonio, pero prefirió cambiarse el nombre para que no fuera MALO sino AMLO. Y no resultó tan malo, sino Amlo.