Como en un holograma
El desarrollo espiritual de los estudiantes es un proceso intrincado que se desenvuelve en la intersección de sus experiencias individuales y su conexión con el vasto espectro de significados atribuidos a lo trascendental. En esta travesía única, cada estudiante teje su propia narrativa existencial, influenciada por sus interacciones, creencias y la interpretación única que construye a lo largo de su historia personal. Reconocer la diversidad de perspectivas y la singularidad de cada experiencia espiritual es esencial para cultivar un entorno en el que las personas puedan explorar, comprender y enriquecer su conexión con lo espiritual de manera auténtica y significativa.
A medida que ellos mismos se embarcan en un viaje de descubrimiento, encuentran que las raíces de sus creencias se entrelazan con las experiencias vividas y las interacciones que han forjado a lo largo de sus vidas. La espiritualidad, en su esencia, se convierte en un reflejo de la identidad-óntica de cada individuo, que es igual a lo que hace que algo sea lo que es, su esencia fundamental moldeada por las elecciones, reflexiones y conexiones significativas. A través de este proceso hologramático de construcción espiritual, los estudiantes no solo definen su comprensión personal de lo espiritual, sino que también descubren la profundidad única de su propio ser, tejiendo un tapiz interno que refleja su viaje evolutivo, por cuanto al igual que en un holograma, cada elemento está interconectado y contribuye a la comprensión completa y holística de la espiritualidad de una persona.
Algunos conceptos que ya se han trabajado son el «silencio menor» y «silencio mayor», según la perspectiva sugerida por el filósofo Ismael Quiles, ellos representan dos estados distintos en la práctica de la espiritualidad. El «silencio menor» se refiere a la calma interna, a la capacidad de aquietar la mente y estar presente en el momento. Es el silencio que permite la reflexión, la conexión consigo mismo y la apreciación de la realidad circundante. En contraste, el «silencio mayor» va más allá de la quietud mental individual y se conecta con dimensiones más amplias de la existencia. Este tipo de silencio implica una conexión más profunda con el universo, una sensación de trascendencia y unidad con algo más grande que uno mismo. Es un estado de ser que va más allá de las palabras y se sumerge en la experiencia espiritual completa.
En este proceso de exploración y crecimiento espiritual, los estudiantes también pueden encontrar inspiración en las diversas tradiciones espirituales y filosofías que han moldeado la historia de la humanidad. Desde antiguas enseñanzas hasta prácticas contemporáneas, cada estudiante tiene la oportunidad de descubrir las fuentes que resuenan con su ser interior. Este encuentro con la riqueza espiritual del mundo contribuye a una comprensión más profunda de la diversidad espiritual y permite a cualquier persona trascender las fronteras de sus propias experiencias, enriqueciendo así su propio viaje.
Una educación que tomara esta perspectiva, tendría como objetivo principal que los estudiantes actualicen estas tres potenciales esenciales, (a) se educaría principalmente para el bien, a través de una pedagogía ético-moral, (b) también se educaría principalmente para la belleza, desde una pedagogía esencialmente estética-expresivo-creadora-artística, (c)y se educaría con especial énfasis para la verdad, al buscar cultivar individuos que no solo estén bien informados, sino que sean capaces de pensar críticamente, cuestionar de manera reflexiva y vivir de manera ética. Una pedagogía que potencie lo que algunos llaman la consciencia hologramática, para que los centros educativos sean sistemas que generen habitantes simultáneamente responsables y solidarios. Una pedagogía que persiga entre tantos objetivos posibles: el desarrollo de la sabiduría, la comprensión profunda de la vida y la promoción de una existencia significativa y consciente.