13 de enero de 2025

Dar: mejor que recibir

20 de diciembre de 2023
Por Sebastián Galvis Arcila
Por Sebastián Galvis Arcila
20 de diciembre de 2023

Probablemente la bienaventuranza más útil y práctica que se encuentra en el texto Bíblico es una que no está en los evangelios sinópticos sino en el libro de Hechos (20:35): “más bienaventurado es dar que recibir”. En esta época navideña conviene mencionar esta enseñanza por la celebración, la compra de regalos y los sentimientos asociados a la terminación de un año que se va y no vuelve.

Para entender en cuál de los sentidos es mejor dar que recibir, es preciso considerar que Lucas, el autor de Hechos de los apóstoles, citó las palabras de Jesús refiriéndose principalmente a los líderes y ministros de la iglesia en sus primeros días; a ellos los instó a tener un corazón de sacrificio al servicio de los demás que les permitiera experimentar el gozo de ayudar sin esperar una gratificación compensatoria distinta a la que proviene de hacer bien su labor. Este tipo de preocupación ha sido experimentada por los buenos padres que cuidan a sus hijos sin esperar que ellos les devuelvan en el futuro los cuidados recibidos; o por las personas altruistas que son infatigables llenando de felicidad la vida de los demás a través de obras de justicia y misericordia.

En esta navidad hay que activar el principio de reciprocidad, porque muchos de nosotros ya hemos recibido lo suficiente como para estar en disposición de compartir algo con los demás; tiempo de calidad con quien nos necesita, un regalo para ayudar a alguien o el obsequio de nuestra grata compañía. Actos tan sencillos como una invitación a comer, enviar un mensaje o ir a un parque recreativo pueden convertirse en actividades significativas siempre que se hagan con una actitud de gratitud, sin esperar algo distinto a una recompensa emocional que nace de los actos amorosos.

Por lo tanto, no se ayuda a nadie para que ese alguien quede en deuda con nosotros, de la misma manera como no se cuida de los hijos para que ellos devuelvan todo aquello que les hemos dado. Desterremos la idea de mirar a los demás como nuestros deudores cuando hemos hecho algo por ellos, porque en esa idea muere la dignidad propia y la del otro. No es más que una cosificación de las personas el que un vendedor le obsequie una manilla a un transeúnte para luego pedirle dinero a cambio de apoyar su trabajo; eso es dar para recibir, es una treta antigua y barata que incluso se utiliza en las iglesias para obligar a la donación.

Que nuestra navidad esté llena de dádivas hacia los demás con el único fin de sentirnos bien con ellos, de ese modo no esperamos otras consecuencias, ni buscamos reprocharle a alguien por su ingratitud por algo que hicimos en algún momento por él. No servimos ni ayudamos a otros para ganar el cielo o para que la deidad se convierta en nuestro cajero automático cuando lo necesitemos. Ayudamos a los demás porque aprendemos a mirar con amor al que está en frente, cercano o a nuestro alcance; al niño recién nacido, a la mujer de pie en el bus o al anciano que quiere decirnos algo. Si dar es mejor que recibir es porque nos hace feliz la felicidad del otro, su grata presencia y su amor.

Descubramos en esta navidad que la sensación desinteresada de dar es mayor que la alegría por la adquisición de un bien material, porque logramos establecer un vínculo bondadoso con otros en el que la gratitud y el amor colman de sentido nuestra vida. Por eso nuestra mayor contribución es dar con el propósito de hacer felices a otros.