Crisis de ingreso de los cafeteros: origen y soluciones
Viven los caficultores y la caficultura nacional una crisis de ingreso. Es una más de las crisis recurrentes a las que los tienen sometidos, desde hace muchísimos años, los especuladores de la bolsa de valores de Nueva York y las multinacionales que controlan la industria, la comercialización y la distribución del grano al por mayor y al detal, en grandes superficies y en cafeterías, en el mercado mundial.
El Acuerdo Internacional del Café (AIC), como se le llamó, tenía mecanismos que permitían, de alguna manera, regular el mercado. Aunque no respondía a precios justos, sí permitió un ingreso y cierta estabilidad para los productores del grano en el mundo.
Este Acuerdo también permitió fijar unos precios que facilitaron a multinacionales, tostadores y otros intermediarios aumentar sus ganancias y gozar de largos periodos de estabilidad en el abastecimiento de la rubiácea.
Tuvo, también, en todos esos años, cortos períodos en los que escaseó el grano, como ocurrió en 1976-1978, durante la llamada bonanza cafetera, cuando alcanzó precios de USD $3,20 dólares la libra en la bolsa de Nueva York, pero no por eso dejó de aplicarse el acuerdo. La escasez física del grano ante la baja producción por las heladas en Brasil, llevó a esta excepción en la aplicación del AIC.
Ahora bien, el origen del Acuerdo se explica por la situación internacional que enfrentaron Estados Unidos y Europa ante la influencia de la Unión Soviética durante el llamado período de la guerra fría.
Los movimientos nacionales contra el dominio colonial y en lucha por su soberanía, tanto en América Latina como en África y Asia, llevaron a Estados Unidos a conformar la Alianza para el Progreso en Latinoamérica.
Esta política buscó paliar el nivel del enfrentamiento por el control de los mercados y los flujos de capital, succionar riqueza de las naciones latinoamericanas, frenar la presencia de competidores y facilitar el control del mercado por parte de las multinacionales, pero también dejó florecer alguna creación de riqueza para el desarrollo de estas naciones.
Ante la crisis y el posterior derrumbe de la URSS, el desaparecimiento de la llamada Cortina de Hierro y el cambio en el mercado mundial que se dio por la aplicación de la política de “libre mercado”, impulsada por Estados Unidos y Europa, se terminó el Acuerdo Internacional del Café. Corría el año de 1989.
Desde entonces, los precios internacionales del grano han estado sometidos a los precios de especulación en la bolsa de Nueva York, el control del mercado por las multinacionales y la diferenciación en las calidades.
En el caso de nuestro país, también están sometidos a la Tasa Representativa del Mercado desde el año 2000 —es decir, al valor del dólar en pesos— y al factor de rendimiento, que diferencia la calidad del grano que producen nuestros productores.
Esos cambios conllevan caídas abruptas del precio internacional y por lo tanto del precio interno; mutaciones constantes en el diferencial cafetero y continuos vaivenes en una economía que, como la nacional, no goza de independencia ni de soberanía.
Lo que se vive son prolongados períodos de bajos precios con cortos periodos de precios relativamente altos. Casi siempre, estos últimos vienen acompañados de la revaluación del peso, que golpea el ingreso de los caficultores. A lo anterior deben agregarse los cambios climáticos que afectan por largas temporadas, húmedas o secas, la calidad y cantidad del café y, con estas, el ingreso de los caficultores.
La caída en el ingreso está relacionada estrechamente con los costos de producción, pues durante largos periodos se experimentan bajas rentabilidades e incluso costos superiores a los precios de venta del grano.
Esa situación ha llevado a grandes movilizaciones de los caficultores y de miles de habitantes de los municipios cafeteros. En las últimas décadas se pueden reseñar, por lo menos, tres grandes movimientos en los que se han presentado profundas crisis de ingreso y decididas luchas de los afectados en defensa de su patrimonio.
La crisis de 1996 puso en riesgo más de 120 mil propiedades de cafeteros, las cuales se salvaron gracias a la lucha que dieron los productores por la condonación de las deudas.
En 2001, una nueva crisis de ingreso se resolvió con un subsidio alcanzado gracias a la movilización cafetera. Se conoció como el AGC (Apoyo Gubernamental a la Caficultura) y se extendió hasta mediados de 2003.
En el 2012, la crisis de ingreso se volvió a presentar. La caída del precio internacional, la prolongada revaluación del peso y la merma en la producción por fuertes cambios climáticos llevaron a un paro en 2013 que alcanzó, entre otros beneficios para los productores, un subsidio del Estado por un valor cercano a 1 billón 200 mil millones de pesos. Este subsidio se conoció como PIC (Protección del Ingreso Cafetero).
Hoy se vive, nuevamente, una crisis de ingreso que se puede resumir en la caída abrupta del precio en la bolsa de valores y del diferencial cafetero, la devaluación del peso frente al dólar y un aumento del factor de rendimiento.
Frente a esta realidad la solución temporal es la de otorgar, nuevamente, un subsidio al precio de compra en el mercado nacional, que permita que los productores recojan sus costos de producción y obtengan una ganancia para continuar la labor productiva en las mejores condiciones posibles.
Esta vez, se cuenta con el Fondo de Estabilización de Precios del Café (FEPC), que tiene recursos por 330 mil millones de pesos. Este monto, sumado a otros 700 mil millones más aportados por el gobierno, permitiría subsidiar el precio interno de compra.
También deben adelantarse acciones y políticas para lograr precios de verdad justos en el mercado mundial. Esas son tareas en las que estamos empeñados.