14 de enero de 2025

Hernando Yepes Arcila

22 de septiembre de 2023
Por Augusto León Restrepo
Por Augusto León Restrepo
22 de septiembre de 2023
Crédito: Colprensa.

Hoy, viernes 22 de septiembre, hacia el medio día, entraremos en comunión con las cenizas y la memoria de Hernando Yepes Arcila, en acto religioso que se verificará en la Capilla del Gimnasio Moderno de Bogotá. La Misa y la Eucaristía, estuvieron siempre ahí, en la vida de Hernando, pudiéramos decir que de manera sustancial. Sus creencias católicas, su fe cristiana, sería lo primero que habría que resaltar, al final de su periplo existencial. La paz eterna, desde su credo, la trabajó y se la ganó Hernando con creces. Fue un cruzado ortodoxo, pero no un fundamentalista. Más en la línea del Papa Francisco que en la de los dispensadores de anatemas.

Formado en el hogar de Don Miguel y Doña Adela, la bondad, la generosidad y los principios fueron acrisolados, primero, por los sacerdotes de la Arquidiócesis de Manizales, en el Colegio de Nuestra Señora, y luego por los jesuitas del Colegio San Luis Gonzaga, de la misma ciudad, donde obtuvo su cartón de bachiller, siempre como el más sobresaliente de su grupo y con el accésit de su fraternal compañero de todas las horas, Emilio Echeverri Mejía, ya también, con Hernando, morador de los elíseos. En amable recordación, el intelectual manizaleño Hernando Salazar Patiño, me hizo llegar el boletín anual de calificaciones del San Luis en el que se destaca la excelencia en el rendimiento de Yepes en materias de sexto como Religión, Química, Literatura colombiana e Hispanoamericana, Latín, Francés y Cátedra Bolivariana. Fue el primero. Como lo fue en las intervenciones de teología y novelística y poesía, en la célebre Congregación Mariana del Colegio y en el Centro Literario. La filosofía y las letras, desde entonces, sumadas a la jurisprudencia, fueron el desvelo del erudito y humanista Hernando Yepes Arcila.

En la Universidad, matrícula de honor. Y doctrina conservadora, que nos acicateaba en los comandos de juventudes. Militancia laureanista, con Rodrigo Marín Bernal, Mario y Javier Calderón Rivera, Emilio Echeverri Mejía, Héctor Marín Naranjo, Héctor Jaramillo Arango, Gustavo Robledo Hoyos, Diego López Torres, Bernardo Londoño Villegas y quien esto escribe, entre otros. Y unión conservadora con Ómar Yepes Álzate, Luis Enrique Giraldo Neira, Augusto Trejos Jaramillo, Guillermo Botero Gómez, Mario Arias Gómez y Guillermo Ocampo Ospina. Todos teloneros de la pléyade de dirigentes caldenses de orden nacional del conservatismo como Álzate, Silvio Villegas, Fernando Londoño, José Restrepo Restrepo, Hernán Jaramillo Ocampo, Antonio Álvarez Restrepo , Luis Granada Mejía y Marino Jaramillo Echeverri. Mientras nosotros, casi todos, éramos de la comisión de vítores y aplausos, la ideología y la doctrina estaban a cargo de Hernando Yepes.

En una Convención de juventudes conservadoras en Medellín, Ómar Yepes, Augusto Trejos y Hernando obtuvieron la misma figuración que Rodrigo Lloreda, Álvaro Leyva Durán y Hugo Palacios Mejía. Las dignidades se las repartieron y ahí estaba Yepes Arcila. En la Comisión ideológica, desplegó sus emotivas intervenciones, con citas de memoria de textos de los padres del conservatismo universal. Porque de eso sí que supo. De ser Conservador. Tanto, que, adolorido y contrito, arrió hace algunos años sus banderas azules, cuando la herencia de Caro y Ospina, la ideología, fue reemplazada por la mendicante participación en las migajas que caen de la mesa de los banqueteros del poder. Lo expresaba en tono jupiterino, con desencanto, porque sus prédicas cayeron en campo árido.

Secretario de la U. de Caldas, recién egresado y pronto graduado como Doctor en Derecho con una tesis laureada y publicada en la Imprenta departamental, sirvió de puente expedito para que la Asociación Colombiana de Universidades, ASCUN, con Jaime Sanín Echeverri a la cabeza y la membresía de Ernesto Gutiérrez Arango, se apersonara de la idea del Profesor Carlos Ariel Betancur Pava, de señalar a Manizales como sede de la máxima aventura cultural del continente, el Festival Latinoamericano de Teatro Universitario, presidido en sus inicios por su amigo entrañable, Emilio Echeverri Mejía. La residencia de Hernando y Lucía, en el barrio La Francia, fue el centro de confluencia de lo más granado de la intelectualidad nacional y extranjera, que durante varios años llegó en peregrinación a la extraña ciudad andina, tradicionalista y monacal, convertida por una semana en capital libertaria de la protesta revolucionaria, a través de la expresión teatral.

Y fue llamado al servicio público obligatorio. Los gobernadores de su departamento le encomendaron secretarías y gerencias, como las de la central Hidroeléctrica y la Industria Licorera , en diversas etapas de su vida. Fue hasta candidato a la Alcaldía de Manizales. Derrotado, en 1.988, por el Médico liberal Kevin Ángel, era de suponer su suerte electoral. Por su temperamento, convicciones, talante, la faena por obtener el respaldo popular, no le fue atractiva. Inimaginable ver a Yepes en proselitismo de barriada, cargando muchachitos mocosos o brindando con aguardiente en las fondas camineras.

Pero no podemos saltarnos su paso por la diplomacia. Hacia 1.980, fue nombrado Embajador colombiano ante el estado italiano, el Dr. Carlos Restrepo Piedrahita, uno de los constitucionalistas mas connotados en el ámbito académico. De alguna manera, Restrepo conoció los escritos de Hernando sobre el tema, su tesis de grado, y pidió al Dr. Julio César Turbay, que lo designara como su segundo en Roma. Y así fue. Hernando lio bártulos y llegó a la ciudad eterna. El objetivo: Restrepo Piedrahíta quería, al alimón con Yepes, escribir la historia de las constituciones colombianas. A los dos años, 1982, Hernando regresó a Manizales. Y del libro, hasta el sol de hoy. Parece que nunca fue posible que coincidieran los criterios de un liberal de hueso colorado y positivista, Restrepo Piedrahita, y de un conservador, católico y sentimental como Yepes, en alusión a uno de los personajes novelescos de Valle Inclán, el Marqués de Bradomín. Yepes acrecentó su sabiduría, su estética y su teología y hasta sus virtudes sibaríticas, enológicas y gastronómicas, mas su colección de corbatas, por toda la geografía europea.

Después vino la Corte Suprema de Justicia, a la que renunció, para hacer parte de la lista de Constituyentes del Partido Conservador, encabezada por el ex presidente Misael Pastrana Borrero y en la que fueron elegidos, el 9 de diciembre de 1990, además del Dr Pastrana, Augusto Ramírez Ocampo , Mariano Ospina Hernández, Carlos Rodado Noriega y Hernando Yepes Arcila. Hice parte de su equipo de trabajo y doy testimonio de su entrega y brillantez en el ejercicio de tan alta dignidad. Como lo he narrado en otros escritos, el equipo se reunía a mañana y tarde, antes de la instalación de la Asamblea, en la casa del partido, ubicada en el Park Way de Bogotá. Se trataba de elaborar un proyecto de Constitución, dogmático, armónico, ajeno a populismos, sobre cómo debería ser de manera institucional ésta vez, la refundación de la República. Severas discusiones y cambios de conceptos. Y Yepes era el que sabía de la partitura constitucionalista. Hasta tal punto, que Ramírez Ocampo, a los pocos días, se refería a Hernando como al Dr. Miguel Antonio Yepes, en clara alusión a uno de los padres fundadores del Conservatismo y de la creatividad constitucionalista.. El Dr. Pastrana, por su parte, nos manifestó con emoción y esperanza , que estábamos en la obligación de promover, estimular y cuidar como firmes candidatos conservadores a la presidencia de la república, a Ramírez, Ospina, Rodado y Yepes. Tal era la solvencia que demostraban en el conocimiento de la política de las teorías del Estado, de su organización fáctica, que los consideraba como sus pares y doctrinantes. Hoy, de ellos, solo sobrevive Carlos Rodado Noriega.

Como Ministro de Trabajo de Pastrana, hijo, fueron admiradas por lo férreas en la defensa del país sus intervenciones en el seno de la OIT, en Ginebra. Primer presidente del Consejo Superior de la Judicatura, marcó pautas con energía , ante la frivolidad de algunos altos miembros del poder judicial, que, deslumbrados por los reflectores y los micrófonos trataron de emitir publicitada justicia y convertirla en luminoso ejercicio farandulero. Su sobriedad y personal rigidez ética, los ejemplarizó. Como Académico, como jurisperito, como Maestro y Humanista, se han encargado y se encargarán de enaltecerlo, colegas que testifican sobre la sindéresis y la probidad que ostentó.

Que bueno fue haber encontrado en la ya larga ruta de la vida, a alguien como Hernando. El tertuliano, por excelencia. El que disfrutaba en la conversación del chascarrillo, del calambur, del humor blanco, pero también del arsenical con que fustigaba y hería, sin anestesia. En especial, el que elaboraba para aleccionar y corregir a los amigos más cercanos., o para retratar las falencias de las miserias sociales y políticas de la sociedad en que vivió. En Bogotá, fue miembro activo de variadas tertulias con las más empingorotadas figuras del mundo social, universitario, periodístico y desde luego, político. Yo creo que se lo disputaban y que sus organizadores obtenían lleno completo, cuando anunciaban la presencia de Yepes. Pero tengo que reconocer, sin modestia, que en las que más disfrutaba era en las que se congregaba con sus amigos de siempre. Los del colegio, de la universidad, de la vida. En Manizales y en Bogotá. En sus casas, en su propia residencia, en restaurantes jailosos y otros no tanto. Era el amo y señor de la conversación. Las departidas con Hernando, equivalían, sin exageraciones, a leerse varios libros. Su jocundidad, su universalidad, su desbordado humor lo convirtieron en un cautivante y seductor «causeur». Quizás el último en éste mundo en el que la inteligencia artificial ya despoja de gracia, salero e imaginativa al ser humano.

Como no compartir, entonces, lo leído en el Editorial-Obituario del diario El Nuevo Siglo de Bogotá, que resume las diversas facetas de la «intelligentsia» de Hernando, silueteada con fidelidad por quien lo escribió, quizás Juan Gabriel Uribe, uno de sus contertulios: «A decir verdad, Hernando Yepes fue, si se quiere, uno de esos personajes de la Ilustración en tiempo presente, familiar, muy amigo de sus amigos, tan sibarita como místico, tan vital como alegremente escéptico y a quien a la larga podía también creer que en una conversación inteligente podía encerrarse la vida».

Hace cerca de un mes, fue la última vez que con Hernando Yepes y el ex magistrado Héctor Marín Naranjo, departimos alrededor de viandas y de vinos. Y quedamos citados, para repetir el encuentro. Pues ya no se dio. Como la fe cristiana y la creencia acendrada de Hernando en que no moriremos para siempre puede ser contagiosa, de pronto repetiremos los encuentros y las fraternidades con los amigos. Habrá que esperar. Pero mientras tanto, solo queda modular, con parodia de Miguel Hernández, cuando despidió a su hermano-amigo , Miguel Sijé, «como deploro Hernando tu ausencia , cuando aún teníamos que hablar de tantas cosas, compañero del alma, compañero».

Que sobre tu cenizario, quede un crespón negro. Trasladado al corazón, de quienes tanto te quisimos.