Una vida de honor
Adela Tirado Hayek un ser humano de excelencia que tuve la oportunidad de conocer a través de su ejemplo, de su personalidad anclada en valores, en principios; en su forma radical de ver la vida y de construirla al lado de su amor: su Molina querido, compañero incansable y amoroso; de sus hijos, sus viejos amados, sus hermanos, su familia.
Compartí con ella cuatro años de estudios en Licenciatura en Orientación y Consejeria de la Universidad Católica, mientras crecían sus hijos y los míos; niños que fueron compañía de interminables jornadas de estudio y de escritura en una vieja máquina portátil que tecleaba acompasada las letras, a la par que iban apareciendo cuartillas de textos donde dejábamos impreso nuestro pensamiento, nuestras dudas, nuestros aciertos y desaciertos, nuestras propuestas que al final transformaron esta tarea hermosa de educar y de asesorar comportamentalmente a muchos estudiantes y sus familias. Aprendimos juntas que ser Maestro es una misión de grandeza, noble y trascendente, que se hace en cada instante, en cada acompañamiento, para ir descubriendo tesoros inmensos, escondidos quizá en rebeldías, en silencios, en ausencias que a través de nuestra labor se iban perfilando hasta aparecer un nuevo ser, un nuevo ciudadano capaz de enfrentar el mundo y dar fruto a través de su trabajo, de su obra.
Ser Psicoorientadora fue su mayor orgullo, una pasión que llevó por muchos años como una misión improntada en su alma generosa y alegre.
Ser madre le llenó su corazón de momentos inolvidables, hermosos, únicos; bastaba escucharla hablar de sus hijos: Kevin y Óscar Iván para saberla realizada, feliz, satisfecha de sus logros profesionales en el campo de la investigación y la docencia, seres humanos de honra igual que sus padres y sus abuelos.
Como esposa supo mantener el amor de un hombre sencillo, lleno de sabiduría y de prudencia, el hombre que hasta el final fue su soporte, su compañero, su fortaleza.
Como amiga, no hay palabras para ponderar lo que significaba tener su confianza y cariño.
Esta mujer maravillosa y querida se marchó al cielo dejando una huella imborrable en los corazones de quienes fuimos bendecidos con su vida: una vida de honor convertida hoy en camino y guia.