13 de enero de 2025

Cultura vulgar

26 de abril de 2023
Por Sebastián Galvis Arcila
Por Sebastián Galvis Arcila
26 de abril de 2023

Integramos una cultura vulgar en un hemisferio vulgar relacionado con una dinámica planetaria vulgar. Me refiero a todas aquellas acciones de carácter público y ofensivo que maltratan el refinamiento, las buenas costumbres, la buena educación y el buen gusto.

La política ha escalado en agravios e improperios entre un sector y otro, entre un político y otro; de los discursos insensibles a los discriminatorios, misóginos e ideológicos que han ido cerrando las puertas del diálogo democrático para usar por interés las ventanas de la negociación como vías de fuga para los “pactos” convenientes entre distintos grupos. En parte estos son los frutos de las revoluciones de los años sesenta, cuando la sociedad generó una feroz resistencia a los gobiernos desde el debilitamiento de las instituciones, se mostró permisiva con las libertades y destructiva respecto a la moral como criterio para la formación de las nuevas generaciones. Desde esos años hasta nuestros días, el mundo fue olvidando que los roles de autoridad existen para educar.

En Colombia no se insulta: se amenaza, y la elocuencia grotesca se ocupa de maltratar más al gobierno anterior que a la crítica necesaria para el gabinete de turno. Es una vulgaridad selectiva que se distrae con los mensajes aparentes destinados a negar los hechos de la realidad. Pero no es la política la única forma de ser vulgares porque la amenaza de secuestrar, matar o destruir el bien público ha encontrado refugio en el populismo donde los medios de comunicación y las redes sociales, han logrado consolidar un imperio anti cívico de brutalidad que desnuda nuestra ignorancia nacional, y para poner un ejemplo de esto basta con mencionar la cantidad de seguidores del señor Levy Rincón.

Señalo por lo tanto que en la legitimación del lenguaje vulgar hay estrategias populares que apelan a la movilización de las personas especialmente más jóvenes y menos educadas, para normalizar comportamientos insanos y violentos. Lo digo porque ya ha sucedido en varios países latinoamericanos incluyendo el nuestro, la complacencia de líderes con el vandalismo de algunos sectores revolucionarios dispuestos a tirarse a la calle a dañar el bien público en busca de la derogación de una reforma, de la destitución de un estadista o de un golpe de estado. No me refiero a las malas palabras sino a la coacción que padecen personas e instituciones por parte de algunos grupos preparados para actuar desde el agravio.

Lo vulgar es una consecuencia lógica de vivir días difíciles sin una formación adecuada ni una educación pertinente; hace que las personas vean en lo soez una forma de resistencia identitaria al caos, la corrupción, las injusticias, delitos, desastres, robos y asesinatos que contribuyen al odio nacido de la insatisfacción individual y colectiva. Claro, la vulgaridad en los realities, memes y en el discurso público impacta indebidamente la cultura democrática, llevando a confundir apetitos personales con ideales sociales.

Somos vulgares porque preferimos pensar como los demás a pensar por nosotros mismos; porque como a Yina Calderón: nada nos da pena; porque NO hemos aprendido a controlar nuestros impulsos sino a darles rienda suelta para autocomplacernos. Somos vulgares cuando con fe ciega nos sumamos a una idea para no ver otras realidades que nos incomodan y así, lo vulgar no tiene clase ni sector, es un fenómeno transcultural que puede verse a plena luz del día a la vera del cine, la televisión, la publicidad y el lenguaje.

Por eso démonos tiempo de pensar en aquello que ennoblece y dignifica para alcanzar altura moral, intelectual y humana con el fin de rescatar la belleza que conmueve, y evitar así las acciones que tanto lesionan.