28 de marzo de 2024

El aquelarre

10 de septiembre de 2022
Por La Bruja sin Escoba
Por La Bruja sin Escoba
10 de septiembre de 2022

Qué dolor, Manizales. Quienes disfrutamos de la vida en esta ciudad la consideramos una de las más tranquilas y seguras del país. Y tenemos la idea de que sus habitantes son gente buena, amable y pacífica. Sentimos, además, que nuestros compatriotas del resto de Colombia también perciben que nuestra gente es así.

Por eso, es aterrador saber que al director técnico del Once Caldas, Diego Corredor, y a su esposa e hijas, les han llegado amenazas de algunos malos hinchas, fanáticos recalcitrantes que no entienden que el fútbol es una fiesta, una celebración, un gran espectáculo, y no una guerra en la que perder se convierte en una desgracia existencial.

Duele que sea precisamente en Manizales donde ocurran estos hechos inaceptables. La sociedad manizaleña debe protestar airadamente contra esos desadaptados que nos desprestigian y que atentan contra la calidad de vida de una comunidad que ha sido tradicionalmente bastión de la paz y las buenas costumbres.

Por su parte, las autoridades están en la obligación de proteger la seguridad del señor Corredor y su familia y garantizar su tranquilidad. Y también de investigar los hechos y lograr la judicialización y condena de esos indeseables que deben responder por su estupidez. Nuestra sociedad, reitero, deberá rodear solidariamente a la familia del señor Corredor. No podemos permitir que se sientan abandonados por una ciudadanía que debe estar con ellos, como personas de bien que son, y que tiene la obligación de conservar nuestra fama de ciudad amable, cordial y segura.

Unas de cal, otras de arena. Así van las apuestas en el proceso inicial del nuevo gobierno. Mientras Petro trata de encontrar el justo medio en cuanto a reformas y transformaciones, obtiene, como es lógico, éxitos y fracasos. Tratemos de mirar un poco el panorama: Mientras el proyecto de «paz total» es alabado por unos y criticado por otros, entre los benefactores directos de la oferta gubernamental se encuentran todos los matices. El exguerrillero Pastor Alape ha informado que a la dirección del Partido Comunes han llegado cartas de antiguos miembros de las FARC en las que hablan de entrar en negociaciones de paz; el ELN rechaza el enfoque de la oferta, por considerar que ellos son unos valientes libertadores llenos de mérito y no aceptan que se les ofrezca un trato similar al que se supone que van a recibir los grupos criminales del narcotráfico. Del lado de la ciudadanía, los más opuestos a la idea la consideran una claudicación de las autoridades, o mejor dicho del Estado, mientras otros creen que cualquier esfuerzo vale la pena si se logra completar la paz generalizada, que permita llevar el país por los cauces del progreso y el desarrollo, que ha sido tan obstaculizados por sesenta años de conflicto. Los invasores de tierras en el norte del Cauca y otras partes del país continúan su ocupación, y el plazo de 48 horas dado por el presidente a los indígenas protagonistas de esas acciones fue tomado por ellos como un chiste del gobernante. Lo cierto es que allí siguen y han anunciado que allí permanecerán sin importar lo que piense el gobierno.  Voceros de esas comunidades han anunciado que no obedecerán a la institucionalidad nacional sino a sus propios organismos de gobierno indígena. Es, llanamente, una verdadera rebelión. Los habitantes de esas regiones se sienten desamparados. ¿Qué diálogo podrá haber si esos invasores ya decidieron que no devolverán «sus» tierras? Será interesante ver cómo resuelve el nuevo presidente esta situación de burla a la autoridad legítima del Estado.

Lo cierto es que el presidente ha logrado montar en el parlamento una aplanadora que le permitirá imponer sus ideas sin demasiada dificultad. Por un fenómeno extraño, tal vez con base en la mermelada, ha logrado el apoyo del Partido Liberal (de centro izquierda) e, increíblemente el del derechista Partido Conservador. Por supuesto, esto es un absurdo ideológico, y los parlamentarios de estos partidos deberán violar sus convicciones ideológicas para votar afirmativamente los proyectos de izquierda que presentará el gobierno. Bonita forma de hacerle un esguince a la democracia.

Condena a Nicaragua. Cuando se supo que Colombia no había asistido a la sesión de la OEA en la que se condenó a Nicaragua por sus violaciones a los derechos humanos, le llovieron críticas al gobierno por no haberse manifestado en esa ocasión.

Con mis contertulios estuvimos mirando el caso, y nos pareció que, aunque Daniel Ortega y Rosario Tijeras, perdón, Rosario Murillo,  merecían todas las condenas posibles, el mutis por el foro de Colombia era, si no justificable, al menos explicable, dada la grave situación nuestra con ese país, debida al fracaso de nuestros representantes jurídicos ante la Corte Internacional de Justicia en el litigio en el que perdimos miles de kilómetros cuadrados de área marina y les arrebataron a los pescadores de San Andrés y Providencia la posibilidad del sustento que habían obtenido, consuetudinariamente en aguas que, tras el fallo, habían dejado de pertenecernos.

Ahora el ministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Leyva Durán, ha venido a explicar que el silencio colombino, que fue facilitado por la coincidencia de no haberse completado el nombramiento de nuestro representante en la Organización, no tenía nada que ver con la situación alimentaria de nuestros raizales en el Caribe, sino que correspondía realmente a la necesidad de no perturbar la misión humanitaria que estaba llevando a cabo Colombia, con apoyo de Cuba, para buscar de Nicaragua la libertad de buen número de presos políticos detenidas allí por el simple hecho de ser opositores a Ortega.

Lo cierto del caso es que parece que la gestión humanitaria va a terminar en un fracaso rotundo. Colombia, por su parte, va a firmar con más de 50 países, una resolución de condena a Nicaragua por parte de las Naciones Unidas, con lo cual se supone que se compensará lo ocurrido anteriormente en relación con la barbarie del matrimonio Ortega Murillo.

No más desmembraciones, por favor. Entre las muchas ideas que propone el presidente Petro, está la de crear dos nuevos departamentos en Colombia: uno a todo lo largo del Pacífico colombiano, que incluiría el Urabá antioqueño, y el otro con las dos riberas situadas a lo largo del río Magdalena, con terrenos que hoy son de Santander, Antioquia, Boyacá, Caldas, Cundinamarca, y no me queda claro si también Tolima y Huila.

En Antioquia ya sonaron las alarmas. Se departamento perdería el Urabá para el primer proyecto, y su orilla sobre el Magdalena para el segundo. Quedaría reducido aproximadamente a la tercera parte de lo que es hoy. Ya se inician las campañas para oponerse a la propuesta.

A nosotros nos corresponde tratar de defender lo que queda de lo que fuera otrora el pequeño gran departamento de Caldas. Si perdemos el oriente, nuestro territorio quedará reducido a la más mínima expresión. Yo no veo que haya habido ninguna reacción en Caldas, pero hay que iniciarla de inmediato. Ojalá la Región Administrativa de Planificación (RAP) sirva siquiera para oponerse en bloque a ese intento, ya que el terreno que perdamos los caldenses dejará también de hacer parte de esa RAP.

De modo que hay que unirse a Antioquia para organizar un gran bloque de oposición a ese intento de debilitar estos dos departamentos. Caldas está llevando a cabo algunas acciones para reforzar la unidad departamental y darle a La Dorada y municipios vecinos la importancia que merecen como parte de nuestro departamento. Nos interesa nuestro oriente. Las fuerzas vivía de Caldas deben tener algo que decir.