15 de febrero de 2025

Lecciones por aprender (Parte 5)

13 de agosto de 2022
Por Sebastián Galvis Arcila
Por Sebastián Galvis Arcila
13 de agosto de 2022

Antes de cerrar este articulado de lecciones por aprender respecto a la cultura política, hemos de consignar las últimas ideas que marcan un rezago en la forma como tradicionalmente hemos perdido la carrera por elegir los mejores candidatos. Entre estas últimas razones tenemos:

  1. La persona circunscrita a su opinión. Estas intolerancias que se dan por causa de la postura política de alguien son un cáncer que ha hecho metástasis en todo el tejido social. La opinión sobre política, sobre el deporte o sobre la religión no tienen por qué definir a nadie, pues hacen parte de sus motivaciones y de su forma de pensar, pero no son el todo del ser humano pues a menudo lo que opinamos dice muy poco de lo que hacemos y de lo que sentimos. Así también es necesario separar el vértigo noticioso que nos bombardea con información sobre política para mantener el control sobre la polémica que esto tiende a suscitar. De manera que será saludable tomarnos un tiempo prudente para comprobar las noticias y contrastarlas con otras posturas antes de tomar partido de forma ligera e irresponsable.
  2. La separación de estado e iglesia. No estamos en una teocracia, lo que implica que es vital seguir la admonición cristiana de: “darle a Dios lo que es de Dios y a Cesar lo que es del Cesar”. Hay que cambiar esa tradición de defender con falacias las opiniones políticas echando mano de las creencias religiosas porque estas no deben regular directrices para el país. La libertad religiosa es un derecho fundamental siempre que no se convierta en músculo de persuasión político.
  3. Apatía social. Hemos crecido con la conciencia del voto como algo importante para el futuro del país, o como algo sin trascendencia porque igual “quede quien quede las cosas no van a mejorar”; y en esos extremos nos olvidamos de acercarnos a lo fundamental que son los valores humanos, la solidaridad, la preocupación por los menos favorecidos y la sensibilidad para ser empáticos con los otros, especialmente con los que no conocemos. De tal manera que el aprender a ser sensibles en las situaciones humanas especialmente difíciles nos proporcionará una forma de ver el impacto de los pequeños actos, esos que no son tan evidentes pero que generan cambios reales. No hay una mejor manera de aprender la participación política que el servicio.
  4. El estigma del político. La corrupción a gran escala ha evidenciado desconfianza hacia la clase política del país. “Acabar con la ladronera” fue uno de los lemas que más se utilizó por parte de uno de los candidatos a las presidenciales, mostrando con ello un sentir generalizado de decepción por aquellos que nos gobiernan. Para los que defienden el control político, la iniciativa puede ser buena y necesaria, pero no ataca la fuente. Para ello, ir a las raíces mismas del asunto es lo que nos permitirá tener lideres más justos y ecuánimes. Con prudencia necesitamos desarrollar una vocación política en niños y jóvenes que posean altas cualificaciones humanas y participativas para desestigmatizar la carrera política de los líderes del futuro.

Dedicarse a la política no tiene por qué ser mala elección, todo lo contrario, hay que verlo en el sentido opuesto, aspirar a ser representante de una sociedad debe ser motivo de una preparación admirable y un esfuerzo constante por ser la mejor persona posible; alguien que cumpla con estándares éticos de máximos, que sepa servir, que ame a las personas y asuma su ejercicio desde una carrera profesionalizante. Así tendremos gobernantes mejor preparados no solo en el espíritu de las leyes sino en beneficio de la nación.

Psicólogo. Magister en Educación