28 de marzo de 2024

Película «Cantos que inundan el río» lleva al cine el clamor de paz de Bojayá

20 de julio de 2022
20 de julio de 2022
Imagen Teleantioquia

Jeimmy Paola Sierra

Medellín (Colombia), 21 jul (EFE).- «Cantos que inundan el río», la película documental del director Germán Arango que cuenta la historia de una cantaora del pacífico colombiano y, a partir de ella, la realidad del municipio de Bojayá tras la firma del acuerdo de paz, llega a las salas cines este jueves con relatos hechos canciones sobre los horrores vividos y las huellas de la masacre.

El filme se adentra en el selvático departamento del Chocó, uno de los más olvidados del país y golpeado por la violencia, para narrar a través de la voz de Oneida Orejuela y de las Cantaoras de Bojayá la historia de una comunidad que, por el conflicto armado, transformó los alabaos (melodías fúnebres ancestrales) en cantos de dolor, esperanza y memoria.

«Es un relato amargo, pero un relato de mucha fuerza» dijo a Efe Arango en Medellín, donde se llevó a cabo el prestreno de la cinta, que se gestó cuando conoció a un grupo de alabaoras y realizó el corto «Las musas de Pogue».

La matanza de Bojayá, una de las peores del conflicto armado colombiano, ocurrió el 2 de mayo de 2002 cuando un cilindro bomba lanzado por la guerrilla de las FARC durante un combate con las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) cayó en la iglesia donde se había refugiado parte del pueblo y mató a por lo menos 86 personas, aunque otras cifras hablan de 119 muertos y decenas de heridos.

ACORRALADAS POR LA GUERRA

Arango, conocido como Luckas Perro, se encontró con esas mujeres «acorraladas por la guerra» y en 2016 se centró en construir la historia a partir de una de ellas. Eligió como protagonista a Oneida, quien desde niña aprendió por tradición a cantarle a los muertos y luego se hizo compositora para narrar lo que padecía su pueblo y sanar heridas.

Con 15 canciones construyeron el relato de «Cantos que inundan el río», que se estrenó internacionalmente en el festival HotDocs 2021 en Canadá y ganó el premio a mejor película documental en el Festival Cinelatino Toulouse (Francia).

Entre cultivos de plátano y navegando en champa (bote) se rodó el documental en Pogue, un caserío enclavado en la selva chocoana, al que solo se puede llegar por el río Bojayá.

En el periodo de producción, que abarcó parte del proceso de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, vivieron un momento «muy tranquilo». Sin embargo, tras la firma de los acuerdos, aseguró el director, la violencia «volvió a arreciar en la región y en este momento está en unas condiciones muy difíciles».

EL CANTO NO PUEDE SER SILENCIADO

Oneida tiene un alabado favorito. El que interpretó junto a sus comadres cantaoras en Cartagena durante la ceremonia de la firma del acuerdo de paz. Se sintió «contenta» porque «las armas las iban a dejar», pero la realidad para ella, su pueblo Pogue y el resto de Bojayá ha sido muy distinta, como lo describió Arango.

«Estamos próximos a un desplazamiento, nuevamente», aseveró a Efe Oneida, y agregó tras la proyección del documental que su comunidad está «con miedo de hacer los cantos, pero seguimos en esa misma lucha».

La protagonista, además, manifestó que sufrió mucho en 2002, año de la masacre, y quería que propios y extraños supieran «lo que mi corazón sentía», por eso lo tradujo en versos de alabaos para «contarle al mundo lo que estaban haciendo con nosotros».

«Me siento enorgullecida con la película. Los cantos han servido para divulgar, desahogar esos dolores y decir que tengan compasión con nosotros los chocoanos. Hemos sido muy estropeados por la violencia», afirmó Oneida.

La productora de la cinta, Ana María Muñoz, destacó la importancia de hacer «cine comprometido» y de rodear a Bojayá hasta que «cese» la guerra que aún está latente: «El canto no puede ser silenciado».

Parte de los recursos recaudados con el documental los destinarán a la construcción de la Casa del Canto en Pogue, el sueño de las cantadoras para fortalecer su semillero de alabaos y proteger esta tradición afrocolombiana. EFE