28 de marzo de 2024

Armando Rodríguez Jaramillo Los meandros del civismo

Por Armando Rodríguez Jaramillo
19 de julio de 2022
Por Armando Rodríguez Jaramillo
19 de julio de 2022

La cultura es objeto de múltiples interpretaciones que pueden entenderse como un sistema de conocimientos, opiniones, creencias, costumbres, tradiciones, normas y herencias compartidas por un grupo humano. La cultura, al obrar como un conjunto de paradigmas que moldean la forma de pensar, de comunicar y de construir sociedad, tiende a conectarse con civismo y civilidad, términos que cambian de acuerdo con las necesidades y vivencias de cada grupo. Entonces podemos decir que la cultura es dinámica pues cambia y criba sus determinantes al tiempo que aprende y desaprende.

De ahí que para entender las mutaciones que ha sufrido nuestra cultura hay que partir del hecho que la sociedad actual no es la misma que la del siglo pasado, que lo que se tenía por civismo y patrimonio cambió, que lo que se percibía como identidad varió, que el papel formador de las familias se modificó y que el sistema educativo se trasformó. Hoy son otros los comportamientos ciudadanos que décadas atrás eran impensables.

Los Fundadores como paradigma

Sobre la evolución de la identidad y la forma en que se valora el patrimonio, podemos tomar como referente el tan apreciado y desestimado parque de Los Fundadores. Durante la segunda mitad del siglo XX este espacio concentró varios monumentos representativos y fue epicentro de sucesos que formaron heredad y sentido de pertenencia en armenios y quindianos, significados que se desvanecieron con el tiempo.

Hoy pocos armenios saben que el parque se construyó en 1964 con motivo del aniversario 75 de la fundación de Armenia. Que el monumento a Los Fundadores, conocido como el tronco y el hacha, fue una obra que el maestro Roberto Henao Buriticá (1898 – 1964) hizo para el cincuentenario de la ciudad (1939) y que fue trasladado desde el cementerio de San Sebastián, hoy Terminal de transportes. Que el maestro Henao Buriticá nació en Armenia y que entre sus obras se destacan La Rebeca (1928) ubicada en el centro de Bogotá y la estatua al Libertador (1930) en el parque de Bolívar de Armenia.  

Son contadas las personas que saben quiénes fueron Jesús María Ocampo, Alejandro Suárez, Jesús María Suárez, Arsenia Cardona de Ocampo, Antonio Herrera y Joaquín Buitrago, nombres que aparecen en un muro de un metro de altura por dos de ancho precedidos de una inscripción que reza: «Armenia a sus Fundadores 1989 – 1964». Así mismo, se olvidó que en el parque hubo una placa al segundo natalicio del precursor de la independencia americana y traductor de los derechos del hombre, que decía: «A don Antonio Nariño. Apóstol de la libertad Americana en el segundo centenario de su nacimiento. Armenia abril de 1965. Cámara Junior».

Muchos ni se imaginan que el presidente Misael Pastrana Borrero sembró allí una Palma de Cera del Quindío (Ceroxylon Quindiuense) un 14 de octubre de 1972 o 1973, una década antes que fuera declarado Árbol Nacional de Colombia por el presidente Belisario Betancur mediante la ley 61 de 1985.

La gran mayoría desconoce que un 1 de julio de 1966 en la plazoleta del parque Ancízar López López tomó posesión como primer gobernador ante el presidente de la República Guillermo León Valencia. También muchos ignoran que en ese mismo sitio se puso un 1 de julio de 1996 el monumento a los 30 años del Departamento con los nombres de todos los gobernadores, y que en 1989 fueron trasladados a la plazoleta los restos mortales de Jesús María Ocampo (El Tigrero) y su esposa Arsenia Cardona a un panteón que tenía forma de montículo que reflejaba una tumba antigua con cabezas de tigre y hojarascas en bronce incrustadas, y en la parte posterior cuatro guaduas verticales con un papagayo, amén de la imagen del rostro del fundador, con una placa donde se leía: «Armenia agradecida a su fundador. Jesús María Ocampo “Tigrero” 1849 – 1901. Arsenia Cardona de Ocampo 1873 – 1950. Octubre 14 de 1998». Todo esto estaba en ese espacio público patrimonial hoy ocupado por cuatro cafeterías y algunas mesas con sombrillas.

COLOFÓN

Lo nombrado hizo parte de la simbología de la ciudad y apuntaló la identidad de los armenios. Ello sucedió porque en los colegios se enseñaba la historia local con sus protagonistas y se dictaba clases de cívica; las autoridades celebraban las fechas representativas, enaltecían la memoria de las personas que trabajaron por el progreso y protegían el patrimonio; las familias inculcaban desde el hogar amor por la ciudad; y las personas se reunían a trabajar motivadas por el bien público en organizaciones sin ánimo de lucro.

En definitiva, creo que no se puede apreciar lo que no se conoce y que estamos pagando el precio de haber permitido que el civismo se viniera a menos. Tal vez esta es la causa por la cual lugares emblemáticos como el parque de Los Fundadores y el de Sucre, la plaza de Bolívar y la antigua Estación del Ferrocarril hoy son lo que son ante la pérdida del sentido de pertenencia y de cultura ciudadana.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

[email protected]  /   @ArmandoQuindio