Inspector de zócalos
Si bien el presidente electo Gustavo Petro sigue gobernando anticipadamente y haciendo nombramientos por Twitter, nada que aparece mi designación como inspector de zócales de Palacio.
Admito que mis antecedentes solo dan para el pesimismo. No conozco al presidente Petro, no tengo selfis ni a veinte cuadras con el nuevo Príncipe.
No uso zapatos Ferragamo, tampoco me opongo a ninguno de los nombramientos que ha hecho a mis espaldas. No me iré del país.
No apareció para servirnos las cervezas de aperitivo que tomamos cuando le hice la última entrevista en vida a su jefe Jaime Bateman, clandestino en un apartamento en El Rodadero, en Santa Marta. No sé con cargo a qué secuestro se financió ese almuerzo de sábalo que estaba tan rico que Bateman me sugirió que llevara para el camino en bus entre Santa Marta y Bucaramanga por donde hice el regreso a casa. Le dije no.
Petro tampoco apareció cuando entrevistamos con Javier Darío Restrepo y Rafael Gálvez a otro jefe suyo, Carlos Pizarro Leongómez en las montañas del Tolima, durante el proceso de paz que finalmente se firmó con el presidente Barco. Rafael Pardo era el Humberto de la Calle del cucutoche mandatario.
Se me devolvió hasta el primer tetero viendo empacar a don Gustavo billetes para anterior campaña en bolsas de basura, y me dañó los corrientazos del año su desobligante comentario sobre la invasión de Putin a Ucrania.
No me gusto que por poco le pone conejo a su fórmula vicepresidencial Francia Márquez. Todos, todas y todes nos habríamos perdido de pasar sabroso durante los próximos cuatro años.
Y como la política es “dinámica” el hasta hoy ninguneado Gustavo Bolívar, flamante presidente de la Comisión Tercera del senado (encargada de los asuntos económicos) , empezó a partir confites y helados con su jefe inmediato el todopoderoso poeta Roy Barreras. Creí que como escritor, Bolívar se equivoca pasando plata de un bolsillo al otro. Veremos cómo le va como el Victor Renán Barco de esa célula. Con Barreras y otros colegas de dietas presentaron proyecto de reformas al Congreso que incluye rebaja del sueldo pero a partir de 2026. Nada de tocar la platica de hoy…
No sospeché que los nadaistas fueran a tener cuota con Patricia Ariza ni que ateos socialbacanos, inofensivos, como Alejandro Gaviria vayan a tirar línea en el gabinete.
No conozco Ciénaga de Oro, la patria chica de Petro. No uso sombrero “vueltiao”, nunca azoté baldosa bailando porro sabanero; compartimos devoción por Los gaiteros de san Jacinto.
No me ha llamado a que le haga tour gratuito por La Candelaria y Las Cruces, barrios de los cuales será encopetado vecino, y que conozco como las gitanas conocen el futuro en las palmas de las manos de sus ilusos clientes…
No me pierdo la integración del nuevo Triángulo de las Bermudas, el sanedrín de amigas de la primera dama Verónica Alcocer. No sé cómo Petro va a turnar a sus dos anteriores esposas y a sus cinco hijos para que conozcan el menú y la dormida palaciegos…
Somos alfiles de distinto color político: Petro es marxista línea Carlos, yo soy marxista línea Groucho. Con este prontuario político no creo que me alcance ni para inspector de sótanos palaciego.